la hostelería se reinventa

El bar La Paz del polígono de Teruel sobrevive a base de almuerzos al 50% de aforo y un servicio de telebocadillo

Raquel Viu y Carlos Sánchez regentan este restaurante desde 2008. Al estar en zona industrial, todavía se puede consumir en el interior con la mitad de las mesas. Además, llevan bocadillos a sus clientes habituales.   

El bar La Paz del polígono de Teruel sobrevive a base de almuerzos al 50% de aforo
El bar La Paz del polígono de Teruel sobrevive a base de almuerzos al 50% de aforo
Heraldo.es

Raquel Viu y Carlos Sánchez regentan el restaurante La Paz, en el polígono industrial del mismo nombre en Teruel. El matrimonio, residente en la cercana localidad de Santa Eulalia del Campo, abrió el establecimiento en 2008, tras comprar el solar y hacerse cargo de la edificación del mismo.

Actualmente, es uno de los cuatro principales restaurantes que prestan servicio desde bien temprano a los trabajadores, transportistas y vendedores del polígono turolense de La Paz. Afortunadamente, su ubicación en el recinto industrial permite que todavía se pueda atender en el interior, con el aforo al 50%.

A pesar de ello, Raquel y Carlos hacen malabares para poder seguir adelante sin tener que llevar a su plantilla, compuesta por siete empleados, a un nuevo ERTE. Además de estas siete nóminas, los gastos de mantenimiento y los pedidos, el pago de un préstamo mensual de 2.200 euros es, según reconoce Carlos, “lo más duro que tenemos que afrontar ahora mismo”.

Sus clientes, en su mayoría trabajadores de Ronal y Rodi, se han coordinado para ir a almozar por goteo en vez de todos a la vez. 

Ante esta situación, la rotación relativamente rápida de clientes para poder ofrecer así más servicios en un espacio reducido a la mitad es fundamental para salir del paso. Para ello, los clientes, que son en su mayoría empleados de Ronal y Rodi, dos grandes empresas asentadas en el polígono, se han coordinado para no acudir todos a la misma hora para almorzar.

“Cuando se redujo el aforo del 75 al 50% de aforo hablamos con ellos y se organizan para ir viniendo a almorzar por goteo, entre las nueve y las once y media o doce de la mañana”, explica Carlos. Por otro lado, también se ha acortado el tiempo de las comidas para que las mesas se vayan quedando libres más rápido y poder atender a más clientes en el mismo espacio.

En la situación actual, el restaurante tiene disponibles nueve de las 18 mesas habituales. Esto supone que, mientras en un mes normal se sirven unas 75 comidas al día, ahora se dan alrededor de 35. En el caso de los almuerzos, de los entre 135 y 150 servidos a diario, la cifra se ha reducido a 80.

De este total, no todos se ofrecen en el propio establecimiento. Unos 30 bocadillos se encargan a diario desde Ronal por teléfono y Carlos se ocupa de llevarlos. “Es un servicio nuevo que hemos empezado a ofrecer dadas las circunstancias”, explica Carlos, quien asegura que reinventarse y adaptarse a lo que necesita ahora el cliente es la única manera de poder continuar con el negocio.

Aunque el mayor volumen de trabajo del restaurante La Paz es la hora del almuerzo, el establecimiento está abierto desde las cinco y media de la madrugada y, pese a que actualmente se han suprimido las meriendas y cenas, también se ofrecen cuando la situación acompaña.

Para cubrir un horario tan amplio (el restaurante abre de lunes a sábado a mediodía), la plantilla no puede ser más reducida. De los siete camareros que viven del restaurante La Paz, solo una persona tiene media jornada. El resto se emplean durante ocho horas en atender las mesas y llevan a cabo un riguroso protocolo de limpieza y desinfección después de cada turno de almuerzos y de comidas.

El covid no solo ha trastocado el día a día de este matrimonio turolense en su bar, también han tenido que reorganizarse en casa.

Malabares en el restaurante, pero también en casa

En la aventura del restaurante La Paz, Carlos se embarcó con Raquel. Él había trabajado en hostelería anteriormente y ella en una tienda de muebles. En una situación normal, Carlos trabaja como camarero y realiza los pedidos y otras gestiones, mientras Raquel está entre fogones, como cocinera. Pero el covid no solo ha trastocado el día a día de este matrimonio turolense en su bar, también han tenido que reorganizarse en casa.

Tienen dos hijos de los que, anteriormente, cuando salían del colegio se hacían cargo los abuelos. Pero con la crisis sanitaria, tanto el padre de Carlos como la madre de Raquel son personas de riesgo, por lo que ya no pueden ocuparse de sus nietos.

“Ahora es Raquel quien se encarga de todo. Hace los pedidos, organiza los turnos y está en la cocina. Al fin y al cabo, a mí, que soy camarero, se me puede suplir más fácilmente”, explica Carlos. Así, ahora es él quien se queda en casa, lleva a los niños al colegio, se ocupa de las tareas del hogar y, entre rato y rato, saca los pedidos que puede del bar o reparte bocadillos a sus clientes habituales.

Una yincana diaria a la que empresarios como Raquel y Carlos deben enfrentarse para poder sobrevivir a este bache. “Cuando estábamos al 75% del aforo no recuperamos todo lo perdido durante el confinamiento pero íbamos a buen paso, especialmente en los meses de julio y agosto. Septiembre ya empezó a flojear y octubre, con las nuevas restricciones, todavía ha sido peor”, lamenta Carlos.

En su camino, tratan además de darse a conocer entre los potenciales clientes con la limitación, eso sí, de que ahora mismo solo pueden acudir a su establecimiento trabajadores del polígono.

Aunque de momento no se plantean su presencia en internet ni en redes sociales, sí que han empezado a enviar correos electrónicos a las empresas e informan del servicio de encargos por Whatsapp.

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