En primera persona

Enferma de covid con 22 años: "Lección aprendida, los jóvenes no somos inmunes a este virus"

La periodista zaragozana Paula Lobaco, sana, deportista y sin ninguna patología previa, tuvo que ser hospitalizada a consecuencia de la covid. Cuenta en primera persona cómo ha vivido la situación "entre la soledad, el miedo y una dosis de realidad". 

Paula Lobaco, de 22 años, cayó enferma de covid y tuvo que ser hospitalizada.
Paula Lobaco, de 22 años, cayó enferma de covid y tuvo que ser hospitalizada.
Heraldo.es

"Joven, deportista y sin patologías previas. Desde que comenzó la pandemia, he pensado en todo momento que existía la posibilidad de contagiarme, pero que las consecuencias no podían ser graves con 22 años. Sin embargo, me equivoqué. Una noche con tos desencadenó en una mañana con fiebre, dolor de cabeza y fatiga.

Los síntomas coincidían con los de la covid-19 por lo que esa misma tarde me realizaron la PCR. Una gran incógnita no podía desaparecer de mi cabeza durante los días en los que mi prueba estaba en el laboratorio. ¿Dónde me he podido contagiar? Nadie de mi alrededor tenía síntomas ni había dado positivo. Quizás lo había podido coger en el gimnasio mientras levantaba pesas y corría en la cinta sin mascarilla, o en el tranvía, de camino a la academia de inglés. En todo caso es algo que desconocía, sigo sin saber y creo que nunca podré descubrir.

Los resultados de la prueba no tardaron en llegar y con ello el previsible positivo. Desde el mismo día que me realizaron la PCR, me aislé en una habitación para no poner en peligro a mis padres. Trece metros para comer, dormir, estudiar, ver series, leer, escuchar música y caminar. Una situación extraña pero que nos ha tocado afrontar a miles de personas.

"Una semana en el hospital sirvió para darme cuenta de que el virus puede llegar a ser mucho más agresivo de lo que me podía imaginar y sobre todo a tomar aún más conciencia de todo lo que está sucediendo en el mundo".

Días después, mi madre y mi novio dieron positivo, mi padre no, aunque también se vio perjudicado. A su preocupación por la salud de la familia se sumó su confinamiento de diez días siendo autónomo, con lo que ello conlleva. A mi madre y mi novio se sumaron mis abuelos y mi prima, aunque en este caso creo que fue pura coincidencia porque no tuve apenas contacto los días previos. En todo caso, una mala racha en la familia. De once miembros, seis contagiados.

En cuanto a mi estado de salud, todo parecía evolucionar favorablemente, pero los síntomas persistían tras una semana. A eso se sumaba una presión en el pecho y una fatiga mayor. Todo ello me llevó al hospital y tras varias pruebas, los médicos determinaron que debía quedarme ingresada porque a la covid se sumaba una neumonía. Yo que pensaba que los jóvenes estábamos a salvo...

Soledad, miedo y una dosis de realidad. A la incertidumbre sobre mi propio estado de salud se sumaba la falta de compañía. Tan solo mi padre pudo venir a verme un par de días menos de una hora. Eso sí y como es lógico, equipado igual que los sanitarios. Una semana en el hospital sirvió para darme cuenta de que el virus puede llegar a ser mucho más agresivo de lo que me podía imaginar y sobre todo a tomar aún más conciencia de todo lo que está sucediendo en el mundo.

Paula, con su padre, durante su estancia en el hospital
Paula, con su padre, durante su estancia en el hospital
P. L.

En mi estancia en el centro hospitalario compartí habitación con cuatro mujeres que no superaban los 60 años. Anabel, que ya llevaba una semana ingresada y al día siguiente de mi llegada le dieron el alta, Nati, que a los dos días decidieron cambiarle de planta, Dayana, con la que solo compartí una noche porque tenía serios problemas respiratorios y tuvo que pasar a la UCI, y Lidia, que, tras 25 días ingresada con recaída incluida, le dieron el alta el mismo día que a mí.

"Los jóvenes no somos inmunes a este virus y podemos perjudicar más de lo que nos imaginamos a las personas que nos rodean"

Antes de abandonar el hospital me volví a someter a una prueba para saber si el virus continuaba en mi organismo. Y sí, ahí seguía. Diez días más confinada en mi habitación y por fin llegó el esperado alta. Vida “normal”. Ante todo, muchas lecciones aprendidas. Los jóvenes no somos inmunes a este virus y podemos perjudicar más de lo que nos imaginamos a las personas que nos rodean". 

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