educación

Compras, paseos, deberes y horarios raros conviven en los días de clase no presencial

Entre amantes y detractores de esta fórmula adoptada en tiempos de pandemia, en general los jóvenes destacan una mayor carga de trabajo y el descontrol horario.

Un grupo de chicas aprovecha el jueves para ir de compras.
Un grupo de chicas aprovecha el jueves para ir de compras.
C.I.

Es una imagen a la que no estábamos acostumbrados, pero que durante el úlitimo mes se ha normalizado: adolescentes a media mañana, un día de colegio, paseando en grupos por las calles de la ciudad. Son los días en los que no les toca ir a clase. Sin embargo, con la bajada de las temperaturas los centros comerciales de la capital aragonesa se han transformado en los mejores refugios para pasar las horas.

Es el caso de Alex, Marcos, Miguel y Martín, de entre 14 y 15 años, que se han desplazado desde el barrio de la Jota hasta la el centro comercial Gran Casa para “aprovechar la mañana”. “Es una situación un poco rara. Una semana vamos tres días a clase y la siguiente dos, y el resto lo tenemos que hacer desde casa”, explica Alex. “Es un formato más lioso que el presencial a tiempo completo, pero si te organizas puedes tener más ratos libres como este”, añade.

Sin embargo, al mismo tiempo admiten que los plazos son distintos y se nota “la presión en el ambiente”. “Si vas a clase es mucho más fácil, de esta manera te enteras de la mitad y encima tenemos que aprender los mismos contenidos en la mitad de tiempo”, critica Marcos que no se muestra tan convencido con esta formula como el resto de sus compañeros.

Pero, ¿cómo son los días sin clase presencial? “Generalmente a las 8.00 de la mañana nos mandan todo lo que tenemos que hacer, sobre todo trabajos y deberes, a través de la plataforma Classroom. Se nota que los profesores tienen que ir más rápido porque tenemos menos tiempo para ver los temas”, asevera Martín.

Y aunque esta semana de ‘No fiestas del Pilar’ han gozado de tres días festivos, los jóvenes coinciden en que no han disfrutado de ningún plan en especial. “De hecho, estos días nos han venido bien para preparar los exámenes”, afirma Miguel.

Un grupo de adolescentes pasa el día de clase no presencial en el centro comercial.
Un grupo de adolescentes pasa el día de clase no presencial en el centro comercial.
C.I.

Como ellos, Sara (15) y Sofía (16), tras ponerse al día con sus tareas han decidido aprovechar este día de clase no presencial para pasar una mañana de compras y comer por ahí. “Está siendo muy duro no poder ver a la gente de tu propia cuadrilla. A nosotras nos ha tocado en el mismo turno, pero tenemos amigas en el otro y prácticamente no podemos vernos”, advierten.

Sin embargo, ambas coinciden en que la situación justifica todo lo que están viviendo. “Esta siendo todo muy raro, se nota la presión de los profesores y sobre todo en la cantidad de tareas y deberes, pero es lo que toca para volver a la normalidad lo antes posible”, afirma Sara.

“Lo peor fueron los primeros días, fue un poco lío porque nos cambiaban cosas y nos pilló todo de nuevas, pero ahora vamos un poco mejor”, asegura Marcos González (14) que destaca la gran cantidad de trabajos que debe llevar a cabo cada semana. “Quizás ahora invierto más tiempo porque no cuento con el apoyo del profesor todo el tiempo y eso se nota, pero en general creo que lo estamos llevando bastante bien”, opina.

Además, el joven destaca el hecho de que esta generación está totalmente acostumbrada a las nuevas tecnologías: “Jugamos de manera virtual y nos comunicamos por esta vía, es algo habitual para nosotros”. Sin embargo, lo que no llevan de tan buen grado son las medidas -que reconoce necesarias- de seguridad implantadas en el aula. “Siempre respetamos la distancia de seguridad y, los días de clase, no nos quitamos la mascarilla en las 6 horas. Ahora más o menos estamos acostumbrados”, advierte.

Alejandro González, su padre, asegura que “al menos ya venían entrenados del final del curso pasado”, algo que, en su opinión, ha servido a estos jóvenes para comenzar el año con una mayor planificación: “Dentro de lo malo, esta situación les está sirviendo para adquirir más responsabilidad y organización”. “Lo peor es que se va a perder muchas cosas como los intercambios con el extranjero y actividades extraescolares que ya no van a poder recuperar”, lamenta.

Para María R. y su familia, sin embargo, la experiencia no está resultando tan agradable: “Somos conscientes de que en el centro hacen lo que pueden, pero la realidad es que nuestros hijos están perdiendo mucho contenido y eso les puede afectar en un futuro”.

Sus hijas, Candela (16) y Aurora (14), se organizan los días que tienen que estudiar desde casa, aunque aseguran que es bastante complicado. “Es un descontrol, algunos profesores mandan mucha tarea y otros nada, y es difícil adaptarse”, advierte Candela, que va a clase los días impares. “Tampoco se puede hacer más, es lo que nos está tocando vivir”, señala, aunque reconoce sentirse preocupada por las consecuencias que esta situación pueda tener sobre su futuro: “El año pasado perdimos medio curso, ahora vamos aprendiendo como podemos. Me da miedo que sea imposible llegar a todo y es un tanto estresante”.

Con vistas al futuro

Una situación parecida a la que se enfrenta su hermana. “Yo quiero estudiar Medicina y para eso necesito sacar buenas notas, espero que eso no me afecte”, destaca la joven. “Para mí lo peor es la falta de rutina, unos días madrugas más, otros menos, es muy diferente ir a clase que estudiar desde casa, y el tiempo que empleas no es el mismo porque muchas veces no tenemos tanta tarea que hacer”, añade.

En el caso de Natalia Rubio (15) que cursa un grado medio de informática en Teruel, asegura que está resultando “una situación muy difícil” ya que, en ocasiones, “ni los profesores saben cómo hacer las cosas”. “Los días que vamos a clase nos explican la teoría y mandan tareas que hacemos los días que nos toca trabajar desde casa”, advierte.

“Procuro madrugar y estar toda la mañana en el ordenador hasta la hora de comer, para no perder el ritmo”, añade. Una labor que, estando en casa, resulta complicada. “Preferiría el formato presencial, pero reconozco que no lo veo tan mal como lo están pintando algunos”, concluye.

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