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Biología para champiñones más sanos

Un proyecto europeo en el que participa Fertinagro trabaja en alternativas biológicas para el tratar enfermedades del cultivo del champiñón.

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Explotación para el cultivo de champiñones.
Fertinagro

Encontrar una alternativa de origen biológico a los fungicidas y pesticidas para combatir las enfermedades que afectan al cultivo de champiñón, como pueden ser otros hongos y bacterias, y, al mismo tiempo, encontrar un sustrato sostenible alternativo y bioestimulante son los dos objetivos con los que arranca Bioschamp, un proyecto europeo que aglutina a doce socios de seis países europeos, entre ellos, la empresa turolense Fertinagro Biotech.

Herminia de la Varga, responsable técnico de este proyecto y responsable de Proyectos de Investigación de Fertinagro Biotech, explica que esta iniciativa llega en un momento en el que "estas sustancias de origen químico van a desaparecer dados los cambios en las regulaciones europeas en este sentido". Actualmente, "solo existe un producto de origen biológico", apunta.

En el mismo sentido y, aunque por el momento no está prohibido, el sustrato sobre el que se cultivan estos hongos "tiene una base de turba, que es un componente de origen fósil y que también se va a regular ya que es un recurso limitado", añade De la Varga.

Por ello, es necesario encontrar un sustrato que permita mantener de manera constante una humedad determinada, que sea rico en ácidos fúlvicos y húmicos y materia orgánica, que son los alimentos del champiñón, y que tenga la suficiente esponjosidad para que los micelios crezcan de manera correcta.

Producción a gran escala

El papel de Fertinagro Biotech dentro de este proyecto consistirá en la optimización de la producción a escala industrial del bioestimulante resultante de los ensayos del laboratorio. "Una vez que en los laboratorios se determine cuáles son las combinaciones de bacterias adecuadas y sus proporciones, nuestro papel será lograr la producción a gran escala de un producto estable y que se pueda comercializar", señala la responsable técnico de Bioschamp.

Se trata de un proceso que, si bien es similar, para todos los productos con microorganismos "es necesario adaptarlo a cada especie de bacteria y a cada cepa", explica De la Varga. El producto final, tras un proceso de deshidratación, es un polvo soluble que debe ser estable y duradero.

La industria del champiñón desempeña un papel clave en el sector agroalimentario de la Unión Europea. Nutricionalmente, proporciona alternativas vegetales a las proteínas animales y es una fuente de vitamina D y selenio, además de ser bajo en calorías.

Económicamente, según datos de 2017, está valorada en 33.000 millones de euros en la UE y las proyecciones indican que alcanzará los 66,8 mil millones de euros en 2026. Holanda es el principal productor europeo y, en España, es un cultivo destacado en La Rioja y Cuenca, pero la creciente demanda de champiñón por parte de los consumidores puede convertirlo en "alternativa" en otras zonas.

Bioschamp es una iniciativa internacional de tres años y medio de duración que se inicia ahora y que se prolongará hasta 2024. El coordinador del proyecto es la Asociación Profesional de Productores de Sustratos y Hongos de La Rioja, Navarra y Aragón (Asocham-Ctich) en España. El proyecto aglutina a cinco centros tecnológicos de investigación, tres grandes compañías y cuatro pymes de Holanda, España y el Reino Unido entre otros países. Cuenta con presupuesto global de 4,2 millones de euros.

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