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El difícil reto de las peluquerías en una ‘nueva normalidad’ tras el parón del coronavirus

La covid-19, un mazazo para el sector, que arrastra hoy una crisis marcada por la elevada tasa de IVA que pagan sus profesionales desde 2012.

Raquel Alastuey, presidenta de la Asociación Profesional de Peluquerías de Zaragoza.
Raquel Alastuey, presidenta de la Asociación Profesional de Peluquerías de Zaragoza.
Laura Uranga

Se sorprende Raquel Alastuey cuando descubre en ese ejemplar de HERALDO de 1930 que el sector de las peluquerías era "un gremio que va a la ruina". Cambian las circunstancias, el escenario y la cultura, pero de algún modo «la historia se repite», apunta la presidenta de la Asociación Profesional de Peluquerías de Zaragoza. 

En este sector de «artesanos» que en su inmensa mayoría trabajan en pequeños establecimientos con entre uno y cinco empleados, afirma, las cosas no están nada fáciles. Después de la crisis de 2008, reseña, quienes sobrevivieron han tenido que enfrentarse desde 2012 a un incremento del impuesto del valor añadido (IVA) del 8% al 21%. Y ahora, en 2020, los efectos del confinamiento decretado por el estado de alarma para hacer frente a la expansión del coronavirus les ha puesto, aún más si cabe, contra las cuerdas. Un estudio del sector calcula que unas 20.400 peluquerías de toda España cerrarán en los próximos meses. Es decir, un 42,4% del total de las que ahora están abiertas.

Las peluquerías generan en el conjunto del país unos 150.000 puestos de trabajo directos e indirectos. En la provincia de Zaragoza hay unos 3.000 establecimientos, casi todos liderados por autónomos que no se están enriqueciendo precisamente. «Somos un sector de supervivencia, el nuestro es un medio de subsistencia», señala Raquel Alastuey. «Nos consideraron el primer día un servicio esencial porque somos salud, damos un servicio higiénico, y aunque luego rectificaron, cuando se abrieron las peluquerías muchísima gente quiso ir para sentirse mejor», recuerda. Eso sí, tras la avalancha de clientes de las primeras dos semanas después de la reapertura las cosas han vuelto a su cauce y la actividad de estos establecimientos ha caído. «El 80% u 85% abrimos el 4 de mayo, pero un 62% lo hizo con un tercio del personal porque no pueden sacar a todos sus trabajadores de los ERTE», indica.

En la ‘nueva normalidad’, los peluqueros tienen que realizar más gastos para adaptarse, lo que desestabiliza aún más sus ya exiguas cuentas. «Tenemos que utilizar más materiales desechables y adoptar más medidas que cuestan dinero», dice Alastuey.

 

Crisis en las barberías
Crisis en las barberías
HERALDO

Un gremio que va a la ruina

En este extenso reportaje de enero de 1930 se relata la precaria situación que atravesaban las peluquerías y barberías zaragozanas, cuyos gastos mensuales apenas compensaban los ingresos. El artículo, publicado en HERALDO el 26 de enero de 1930 hacía un repaso de los establecimientos de primera, segunda y tercera categoría. Las más lujosas tenían unas instalaciones "con todo confort, porque los hombres se han vuelto más presumidos que las mujeres", revelaba.

"Un gremio que va a la ruina. El gremio de peluqueros y barberos está pasando y no es de ahora precisamente, una honda crisis mercantil. Vamos a demostrar lo ruinoso de este negocio. Tomemos como modelo un establecimiento de primera clase en Zaragoza. Los ingresos que tiene al mes pueden muy bien calcularse entre 2.000 y 3.000 pesetas. De esta cantidad tiene que salir el arriendo del local, el alumbrado, la cuota del retiro obrero, el pago al Ayuntamiento del agua y vertido, la limpieza de los paños, los periódicos y revistas para distracción del parroquiano, el desgaste de utensilios y los jornales de la dependencia. Es decir, que el patrono se dará por muy satisfecho si le quedan mensualmente para comer, vestir y pagar casa, de ochenta a cien duros, pues todos los gastos que hemos reseñado vienen a sumar de 2.000 a 2.600 pesetas.

Veamos ahora lo que ocurre en una peluquería de segunda clase. Los ingresos, bien calculados, puede asegurarse que no pasan de 900 pesetas mensuales. Lo que quiere decir que, deducidos los gastos, le quedan al dueño unos 50 duros.

Por lo que toca a las barberías o establecimientos de tercera, los ingresos oscilan entre las 500 y las 700 pesetas; lo que supone una ganancia líquida de unos cuarenta duros mensuales.

Y que las exigencias del público son cada vez mayores. Hay que tener instalado el establecimiento con todo confort. Con sillones americanos, que valen un dineral; bien provisto de pilas con agua corriente... ¿Cómo han de poder defenderse estos modelos industriales?

Pues agarrándose a todo. Unos, los menos, trabajando los postizos... (¡Ay! ¡Cada día quedan menos trenzas!). Otros, con la profesión de practicante; y otros, desempeñando cargos oficiales, aunque sean mal retribuidos. El objeto es sacar el garbanzo.  

En este extenso reportaje de enero de 1930 se relata la precaria situación que atravesaban las peluquerías y barberías zaragozanas, cuyos gastos mensuales apenas compensaban los ingresos". 

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