125 historias de heraldo de aragón

La boda del Forano y La Forana

Ocurrió en las Fiestas del Pilar de 1916. Dos de los cabezudos más importantes de Zaragoza, El Forano y La Forana, contrajeron matrimonio. Al año siguiente... se celebró el nacimiento del primero de sus hijos.

La boda del Forano y la Forana
La boda del Forano y la Forana
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Un enlace con arras y banquete. A la una y media llegaron los novios con sus convidados. Venía la gentil pareja, arrogante, hecha un brazo de mar en manuela con cocheros de librea engalanados. Para que vieran que son gentes de rumbo, traían en el mismo coche a su ‘groom’, un simpático cabezudo negro de la calle de Pignatelli, que sirvió para repartir las participaciones del enlace y para distribuir algunos trallazos de vez en cuando a los chicos que se ponían pelmas. Delante del coche iban abriendo marcha la dulzaina y tamboril, nota clásica de nuestros festejos. Los novios fueron recibidos con todos los honores. Los señores Valenzuela y Molinero, en nombre de la Comisión, fueron primero a buscar a los padrinos al Ciclón, bazar donde estaban recluidos los que fueron novios en la boda de Villatonta y ahora son ancianicos ya. Palabra que tienen carácter y que iban bien vestidos los maños.

También estaban en el mismo bazar dos hermanos de la novia, que se incorporaron con los padrinos en la Lonja al resto de la comitiva. La comparsa era de lo más gracioso y lucido que puede pedirse. La chiquillería quería llevar el coche en hombros y hubo que distribuir sopapos para poder pasar. Cuando llegaron los novios a las Tenerías comenzó la juerga. La gente aplaudía, dando vivas a los recién casados, agitaba los pañuelos. Los novios saludaban emocionados y se miraban con ternura, como diciendo:

-¡Qué habremos hecho, para ser tan queridos!

Pues nada, casarse. Hay que casarse. Las mujeres son para eso y los hombres también. Vean ustedes lo bien acogida que fue la boda de los foranos. En el coche se colocaron las monumentales arras que, dicho sea de paso, llevan por remate a los novios en efigie, magistralmente reproducidos por D. Francisco Pascual Utrillas.

Iban entre forasteros y de casa 25 cabezudos. Los chicos no se cansaban de admirarlos y de aplaudirles.

Cuando ya los novios se cansaron de recorrer las calles de la ciudad con su pomposo acompañamiento y fueron admirados y aplaudidos, tanto como ellos admiraron el aspecto animadísimo de nuestra ciudad, se dirigieron al Hotel Oriente, donde tenían que reparar sus fuerzas con el convite acostumbrado.

Aquí se dio el caso de que convidaron los padrinos y pagó el dueño del hotel, Isidoro Martínez, que sirvió una comida espléndida y muy bien surtida a los 25 cabezudos del acompañamiento. También hubo ‘lunch’ y champán para la Comisión de fiestas.

En la mesa lucieron las arras, como sucede en todos los convites de boda. A los postres, los novios salieron al balcón y allí estuvieron disfrutando de la deliciosa brisa de la tarde cerca de una hora.

Allí se reunió toda la chiquillería y muchos mayores, que admiraron de cerca el irreprochable traje del novio, magistralmente cortado por el señor Samperio, la rica mantilla de la novia y los inconmensurables pendientes, regalo de la casa Agüeras.

Los chicos comenzaron a pedir confites y se tiraron dulces a capazos, costando el reparto coscorrones y disgustos entre el elemento pequeño de la población. Los convidados a la boda comieron y bebieron hasta hartarse.

Se dice que a la salida todos se tambaleaban; pero esto es natural teniendo en cuenta el peso de las cabezas de cartón. Y, además, a que hay gentes maliciosas con exceso.

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