Antonio Fernández-Galiano: "Quien no cree en la democracia, no cree en la libertad de información"

El presidente de la Asociación de Medios de Información, que asiste a la gala de HERALDO, defiende el papel de la prensa en las sociedades libres

Antonio Fernandez-Galiano / 14-09-20 / Enrique Cidoncha [[[FOTOGRAFOS]]]
Antonio Fernandez-Galiano, presidente de la Asociación de Medios de Información.
Enrique Cidoncha

Antonio Fernández-Galiano Campos (Madrid, 1957) cursó sus primeros estudios en la capital de España. Se licenció en Derecho en la Universidad Complutense de Madrid. Tras completar su formación jurídica y económica, trabajó durante seis años en el Banco Central, para entrar a formar parte posteriormente del equipo empresarial de Unedisa, compañía editorial del diario ‘El Mundo’. «El periódico se creó en octubre de 1989 y yo llegué allí en enero de 1990 –señala–. ‘El Mundo’ lo es todo para mí». En Unedisa desempeñó los más altos cargos de gestión, al igual que después de la fusión de esta sociedad con el Grupo Recoletos, que dio origen a Unidad Editorial (perteneciente al grupo italiano de comunicación RCS MediaGroup). En 2011 fue nombrado presidente de Unidad Editorial.

Ha sido profesor de Derecho en la Universidad San Pablo-CEU, y presidente de la Asociación Española de Editores de Diarios (AEDE). Esta entidad dio origen a la actual AMI (Asociación de Medios de Información), que preside desde diciembre pasado. 

HERALDO cumple 125 años. ¿Qué le sugiere?

Leer el periódico es uno de los hábitos más gratificantes que existen para un ser social, así que cuando un diario arraiga en su público tiene muchas posibilidades de mantenerse y perpetuarse. Los periódicos rodados y con casta, como HERALDO, forman parte de nuestra historia. Siento un gran cariño y admiración por Pilar de Yarza (presidenta editora de HERALDO), que es una mujer excepcional: siempre ha hecho valer sus señas de identidad aragonesas con un gran estilo.

Usted llegó a la edición hace 30 años. Mucho ha cambiado en ese tiempo el panorama de la prensa española.

Ya lo creo. He vivido cosas que jamás hubiera imaginado, y menos a la velocidad con la que han sucedido. Pero también ha cambiado España. Cuando llegué a ‘El Mundo’ los periódicos invertían mucho en maquinaria e internet no existía. He vivido la revolución digital y, de la mano de internet, han llegado cosas que han sido buenas y otras que no lo han sido tanto. Internet derribó algunas barreras: permitió que cualquiera pudiera lanzar información al mercado y eso nos hizo daño. Y luego llegaron las redes sociales y aún nos hicieron más.

¿Por qué?

Creo que los periódicos deben desempeñar un papel clave en la formación de la opinión pública, y esa labor que han desempeñado tradicionalmente ha subrayado las bondades de la democracia. Con las redes sociales ese papel se ha resentido, y se ha resentido también la formación de ese criterio. El ciudadano tiene un empacho de información pero no por ello está bien informado ni tiene más criterio que antes. Los periódicos tenemos una capacidad de contextualización de la que carecen las redes sociales. No engañamos a nadie, cada uno tiene su propio ideario. Pero contrastamos, profundizamos, las columnas de opinión ayudan a contextualizar... y todo eso no cabe en 140 o 280 caracteres.

¿Internet es un peligro, pues?

No, no, en absoluto. En internet también hay mucha información de calidad. Pero lo que yo reivindico, como ciudadano, es el periodismo hecho desde diarios como HERALDO, que siempre han defendido lo que nos es esencial. En un momento como el que vivimos actualmente, de gran liquidez en casi todos los aspectos de la vida, cuando todo es inmediato, hay que reivindicar a los periódicos, hay que reclamar información profunda y de calidad. Si dejamos que en la información predomine lo emocional sobre lo racional, acabamos impulsando fenómenos como los populismos y los nacionalismos.

¿Cuáles son los principales retos de la prensa española?

El primero, obviamente, superar las consecuencias de la pandemia, que ha tenido un gran impacto, ha cambiado muchas cosas y acelerado otras. Creo que es inevitable la consolidación del sector. El mercado de la prensa en España no es muy grande y la oferta está muy fragmentada. Y por donde ha crecido el sector, en el terreno digital, la parte del león se la han llevado los gigantes tecnológicos. Así que es posible que haya concentraciones, pero creo que en España el pluralismo informativo está garantizado. Hay que delimitar también el terreno en el que competimos y evitar que nos arrollen. Y habrá que profundizar en la digitalización. Cuando uno visita ‘The New York Times’ y ve que allí trabajan 1.600 periodistas y 600 ingenieros e informáticos, está claro por dónde van los tiros.

Dentro de 20 años los periódicos en papel...

Estarán menos pegados a la noticia y mucho más próximos al contenido opinativo. Serán productos de enorme calidad, muy bien impresos, más cuidados aún de lo que son ahora y más caros. Serán un producto para las élites y las minorías ilustradas. Y seguirán intentando ser los primeros en dar una noticia y en marcar la agenda política.

Pronto se incorporará a la legislación española la Directiva de Derechos de Autor en el Mercado Único Digital...

Tenemos que ser inflexibles en la defensa de cuestiones de principios. Hay que apostar por el contenido como valor, pero siendo conscientes de que tiene un valor económico que hay que respetar.

¿Qué hay que pedirles hoy a los periodistas?

En mi opinión, que estén más pendientes del contenido que elaboran que de lo que puedan decir unos cuantos miles de personas en las redes sociales. Internet nos ha vuelto un poco locos a todos y tenemos que volver a los orígenes. Y los periodistas deberán especializarse más. Veo miedo en las redacciones, y me gustaría animar a todo el mundo a volver a las bases. Si tenemos claro que el periodismo es útil a la sociedad, debemos pelear en defensa de lo nuestro.

¿Está amenazada la libertad de prensa en el mundo?

Lo que estamos viviendo a nivel mundial es más bien la regresión de la democracia. En aquellos países en los que ésta se repliega, la libertad de prensa se resiente. Y si no se cree en la democracia, no se cree en la libertad de información.

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