covid-19

Una rastreadora en tierra de temporeros: "Si no te entienden, es difícil que cumplan las normas"

María Júdez, del centro de salud de La Almunia de Doña Godina, explica cómo tratan de superar las barreras idiomáticas y culturales para hacer bien su trabajo.

María Júdez, rastreadora del centro de salud de La Almunia de Doña Godina.
María Júdez, rastreadora del centro de salud de La Almunia de Doña Godina.
Heraldo

María es rastreadora en La Almunia de Doña Godina. Como ocurre en todos los centros de salud de las zonas frutícolas de Aragón, a la hora de indagar sobre los posibles casos de coronavirus se encuentra con una dificultad extra. Se trata de la barrera idiomática y cultural que a menudo les separa de muchos de los temporeros que recogen fruta en la Comunidad, así como de otros trabajadores de origen extranjero que están de paso por la localidad.

A diferencia de zonas como Fraga o Caspe, La Almunia de momento se está librando de sufrir casos masivos de covid-19 entre temporeros. Pese a ello, las dificultades son las mismas cuando hay que tratar con estos trabajadores por uno u otro motivo. “Es difícil seguir sus contactos porque tienen mucha movilidad: vienen aquí, cogen la fruta y se van a otro lado. Se mueven con mucha gente y van a muchos sitios”, explica María.

Por su experiencia al tratar con ellos, esta rastreadora confirma que “tienen bastantes contactos estrechos” con otros trabajadores. Porque conviven “mucha gente junta” en sitios “no muy grandes”, o porque comparten con ellos el transporte que les lleva hasta los campos donde recogen la fruta. “El problema es que en ocasiones ni siquiera te pueden dar los nombres o teléfonos de las personas con las que han estado para contactar con ellos”, añade. De hecho, algunos ni siquiera tienen un teléfono al que llamar, ya que para tres meses que van a estar en España no se compran uno.

Cuando sí es posible localizarlos, muchas veces se levanta la barrera del idioma. “La mayoría no habla castellano, así que nos entendemos como podemos”, cuenta María. Afortunadamente, ella tiene un compañero marroquí y otro árabe que, si están disponibles, pueden echar una mano y hacen de traductores. Otras veces, el propio paciente acude con un conocido que habla castellano. “El otro día una persona nos trajo como intérprete a un conocido que en realidad tampoco hablaba su idioma, pero como vivían juntos, más o menos se entendían”, recuerda.

En otras ocasiones, acaban tirando “de señas” para tratar de comunicarse, o incluso “del traductor del móvil”. “Es importante que comprendan cuáles son las medidas de aislamiento que tienen que adoptar, pero si no entienden el idioma es complicado. Así es difícil que cumplan las normas”, señala la rastreadora de La Almunia.

A esto se une “la necesidad de trabajar” que tienen. “Tuvimos a un hombre cuya mujer había dado positivo. Él era negativo, pero al ser contacto estrecho, debía quedarse en casa. No entendía que tuviera que estar aislado y tuvimos muchos problemas con él. Decía que necesitaba ir a trabajar porque eran los únicos meses en los que podía ganar dinero, pero para colmo luego también lo veían en los bares”, cuenta.

La presencia de temporeros, por las pésimas condiciones de vida que sufren, ha sido uno de los factores que han provocado un incremento de casos en buena parte de la Comunidad. Especialmente en las comarcas del Bajo Cinca, Bajo Aragón-Caspe, Monegros y la Comarca Central de Zaragoza. En el caso de la capital aragonesa, los expertos señalan que algunos de los brotes han llegado de trabajadores que entre semana están en el campo recogiendo fruta y que el fin de semana duermen en la ciudad.

La presencia de temporeros, por las pésimas condiciones de vida que sufren, ha sido uno de los factores que han provocado un incremento de casos en buena parte de la Comunidad. Especialmente en las comarcas del Bajo Cinca, Bajo Aragón-Caspe, Monegros y la Comarca Central de Zaragoza. En el caso de la capital aragonesa, los expertos señalan que algunos de los brotes han llegado de trabajadores que entre semana están en el campo recogiendo fruta y que el fin de semana duermen en la ciudad en pisos pequeños con sus familias o amigos.

Pese a ello, La Almunia de Doña Godina hasta ahora se ha librado de sufrir una avalancha de casos. Los últimos datos de Salud Pública hablan de que tiene 759 registros por cada 100.000 habitantes, cuando en Fraga la cifra es de 3.451 y en Caspe, de 3.484. No obstante, precisamente ayer se comunicaron cinco casos positivos, aunque no vienen de temporeros. Este hecho ha provocado que salten las alarmas en esta localidad. Se han disparado el número de PCR realizadas desde el centro de salud a posibles contactos y, por precaución, el Ayuntamiento decretó ayer el cierre de las piscinas para evitar contagios.

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