día del abuelo

El mejor regalo para cualquier abuelo: posponer ese beso o abrazo

Cada 26 de julio se celebra en gran parte del mundo el Día del Abuelo, una fiesta que busca reivindicar a una de las figuras más importantes en la familia y que este año cobra más importancia que nunca por la candemia del coronavirus.

Francisco Javier Iriarte, presidente del Consejo Aragonés de Personas Mayores (Coapema)
Francisco Javier Iriarte, presidente del Consejo Aragonés de Personas Mayores (Coapema)
HA

Hoy, domingo 26 de julio, se celebra en gran parte del mundo el Día del Abuelo. Una fiesta que busca reivindicar a una de las figuras más importantes en la familia y que este año cobra más importancia que nunca a pesar de la distancia y de las medidas adoptadas para prevenir la propagación del coronavirus que, durante la pandemia, se ha cebado con el colectivo de personas mayores.

La elección de este día no es casual ya que su celebración coincide con la festividad de San Joaquín y Santa Ana, abuelos maternos de Jesús y considerados por la tradición católica como patrones de todos los abuelos. No obstante, como explica Francisco Javier Iriarte, presidente del Consejo Aragonés de Personas Mayores (Coapema), es importante no confundir con el Día Internacional de las Personas de Edad que se celebra cada 1 de octubre. “Aunque son cosas que deberíamos celebrar todos los días”, reivindica.

“Los abuelos cumplimos una función primordial en el seno de la familia, no solo servimos para llevar a los niños al colegio. Somos monitores de costumbres, herederos de aquello que a su vez nos transmitieron nuestros padres y abuelos”, reivindica, a pesar de que, en muchas ocasiones, no se les preste la opinión que se merecen. “Algunos jóvenes piensan que solo contamos historias y batallitas, sin embargo, olvidan que nosotros también hemos pasado por cosas interesantes, cada uno a nuestra manera”, añade.

La figura del abuelo también tiene un gran peso en el ámbito de la conciliación familiar, además de cumplir un importante papel educativo pues, como explica Iriarte, son “exploradores de la vida”: “Intentamos ser consejeros. Nos hemos caído muchas veces y tratamos que los que vienen después no repitan nuestros mismos errores”. Sin embargo, la realidad es que, como explica, en muchas ocasiones la sociedad les hace a un lado. “Ahora resulta que lo que nosotros hicimos en nuestro tiempo, y poco a poco quedó atrás, se vuelve a poner de moda. Las personas mayores hemos sido conservadores del medioambiente, ahorradores y “reutilizadores” natos”, asevera.

"Somos los creadores de frases como 'cierra ese grifo' o 'apaga la luz' no porque queramos ser pesados sino por lo que nos ha tocado vivir"

Iriarte rememora aquellos tiempos en los que un único pantalón duraba varios meses e incluso la ropa pasaba de un hermano a otro, por no hablar de los libros de la escuela que pasaban de generación en generación. “Somos los creadores de frases como “cierra ese grifo” o “apaga la luz” no porque queramos ser pesados sino por lo que nos ha tocado vivir. Y no solo eso, hoy en día nos encontramos con que la gente joven anda en busca de la ‘Receta de la abuela’ como si fuera un invento de ahora”, ejemplifica.

Además de representante de las personas mayores en Aragón, a sus 88 años, este zaragozano es el orgulloso abuelo de tres nietos que tienen entre 10 y 12 años, a los que tampoco ha podido ver desde el pasado mes de marzo. ¿El motivo? Asegura que en estos momentos es “imprescindible extremar las precauciones” todo lo posible: “Incluso si nos llaman sosos o exagerados, no solo nos cuidamos a nosotros, también al resto del mundo”.

Sin embargo, a pesar de la templanza de sus palabras, asegura que, como suele decirse, la procesión se lleva por dentro. “Lo llevo como puedo porque no podemos hacer otra cosa. Es mejor verlo de manera práctica porque de lo contrario sería una desesperación, más bien como si fuera un tratamiento para la prevención de contagios. Aunque la medicina sepa mal… sé que me la tengo que tomar”, explica Iriarte, que fue médico de profesión durante su vida activa.

Herminia con su bisnieto Adrián antes del estado de alarma
Herminia con su bisnieto Adrián antes del estado de alarma
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Esperando el abrazo de verdad

Aunque vive solo, asegura que durante estos meses no ha tenido tiempo para el aburrimiento pues ha aprovechado para leer, escribir y hacer ejercicio, así como para ponerse al día “con esto de las nuevas tecnologías”. No obstante, esto también se ha convertido en uno de sus mayores retos. “Los medios digitales nos han convertido en analfabetos por partida doble. Primero lo fuimos debido a la guerra que nos alejó de las escuelas y ahora debido a los avances tecnológicos”, reflexiona. Sin embargo, este zaragozano reconoce que ha encontrado en herramientas como Skype o Whatsapp dos grandes aliados durante el confinamiento.

"Los medios digitales nos han convertido en analfabetos por partida doble. Primero lo fuimos debido a la guerra que nos alejó de las escuelas y ahora debido a los avances tecnológicos"

Aunque reconoce que este año la celebración será algo agridulce, a su vez admite que es necesario asumir la necesidad de reservar esos besos y abrazos para cuando acabe la pandemia. “Este año puedes seguir queriendo a tu abuelo, pero de corazón, con la mirada o con un beso lanzado al aire aguardando a que llegue el abrazo de verdad”, concluye esperanzado.

Sin embargo, el caso de Iriarte no es único. Hay cientos de familias aragonesas que llevan varios meses sin poder abrazar y besar a sus abuelos y abuelas, es el caso de la zaragozana Laura Establés, mamá de un bebé de 16 meses, Adrián, que debido a la crisis sanitaria “lleva media vida sin ver a su abuelo, Pedro (63), ni a su bisabuela, Herminia (87)” ya que se encuentran en un pueblo de Guadalajara, Cubillejo de la Sierra. “Aunque están a una hora y media de distancia nos da mucho miedo ir por si llevamos algo a un pueblo de apenas 100 habitantes”, reconoce.

Lo mismo le ocurre a otra zaragozana, Berit d’Andrés, para la que también han sido meses verdaderamente complicados pues queda a comer con su abuela materna, Berit Nilsson (85), una vez a la semana. Una tradición que iniciaron en 2007 al morir su abuelo. “Mi madre me tuvo con 19 años así que mi abuela ha sido siempre como una segunda madre para mí”, explica.

Finalmente, y tras una larga espera, este fin de semana lograban verse, eso sí, manteniendo todas las medidas de seguridad necesarias. “Llevaba sin verla desde el 11 de marzo pues me daba un poco de miedo, pero al final me han podido las ganas. Ha sido una sensación muy extraña, alegría por el reencuentro a la par que tristeza por todo lo que estamos viviendo”, reconoce.

Berit d’Andrés con su abuela materna, Berit Nilsson (85)
Berit d’Andrés con su abuela materna, Berit Nilsson (85)
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Las personas mayores, las más sensibles

Sin embargo, como explica Charo Sanz, psicóloga oscense y vocal del grupo de Envejecimiento y Discapacidad del Colegio Profesional de Psicología de Aragón (COPPA), existen muchas formas de hacer llegar nuestro cariño sin necesidad de tocarse: “Las personas mayores detectan de una forma especial, son más sensibles a la atención que reciben de parte del otro”.

Es decir, que un mayor, a diferencia de un niño, “percibe el abrazo en la compañía, en la emisión de cariño sincero, en la dedicación del tiempo que nos sobra, todo ello siempre que contenga sinceridad y afecto”, añade. Por eso, es importante llevar a cabo otro tipo de acciones con el fin de mantener los vínculos con las personas mayores a pesar de la distancia. “Se aconseja mantener el contacto y hacerles saber que su familia les quiere de diferentes formas”, explica Sanz. Como, por ejemplo, a través de llamadas y videollamadas, invitando a los más pequeños a hacerles un dibujo o escribirles una carta y, sobre todo, facilitando la expresión de sus emociones.

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