El reto de la descarbonización, a debate en Zaragoza

La Universidad de Zaragoza organiza un curso extraordinario sobre la captura, almacenamiento y usos del CO2, y las denominadas tecnologías CAUC, que tendrá lugar del 1 al 4 de septiembre.

José Ángel Peña, subdirector del I3A y catedrático de Ingeniería Química.
José Ángel Peña, subdirector del I3A y catedrático de Ingeniería Química.
C. I.

Aunque no es algo nuevo, es cierto que a día de hoy existen numerosas incógnitas en torno a la posibilidad de capturar y reutilizar el CO2, considerado como uno de los principales gases de efecto invernadero. Las primeras referencias publicadas en el ámbito del denominado ‘chemical looping’ se remontan a finales de la década de los 80 del siglo pasado. Sin embargo, hoy por hoy es irreal pensar en una economía sin emisiones de dióxido de carbono.

Precisamente para ahondar en estas tecnologías en desarrollo y ante el reto planteado en Europa de eliminar todas las emisiones de CO2 para el año 2050, del 1 al 4 de septiembre la Universidad de Zaragoza organiza el curso ‘Tecnologías CAUC contra el cambio climático: captura, almacenamiento y usos de CO2’. Un curso extraordinario de 25 horas de duración impartido por especialistas de distintas universidades, centros de investigación y empresas de toda España. “Estaba planeado para julio, pero tomamos la determinación de trasladarlo a principios de septiembre para tener más seguridad sobre la estabilización de la pandemia”, explica su coordinador, José Ángel Peña, subdirector del I3A y catedrático de Ingeniería Química.

Sobre el reto marcado para el año 2050, el experto afirma que “se trata de un reto formidable”, sin embargo, asegura que esto supondría “una transformación en la forma en que se produce la energía” así como el desarrollo de nuevas tecnologías, puestos de trabajo y la modificación de los sistemas de transporte… “2050 queda muy lejos, pero hay mucho trabajo por hacer. Respecto a si se están dando las medidas adecuadas, lo primero es tomar conciencia de la necesidad”, asevera.

El CO2 –que surge de la reacción del oxígeno del aire con cualquier hidrocarburo- es un producto natural y beneficioso, eso sí, cuando su concentración atmosférica es razonable. “El problema es que, en una economía basada en los combustibles fósiles como el petróleo y el gas natural como es la nuestra, estamos liberando a la atmósfera cantidades ingentes de CO2. Un conocido gas de efecto invernadero que evita que escape radiación térmica hacia el exterior de la atmósfera favoreciendo el paulatino calentamiento de la superficie de la Tierra”, advierte Peña.

Haciendo una radiografía de nuestra Comunidad Autónoma, actualmente en torno al 60% de las emisiones de gases de efecto invernadero corresponde a los llamados sectores difusos o no regulados como el transporte, los servicios, el sector residencial y comercial, el sector industrial no regulado o el sector agrario, según datos de la Estrategia de Cambio Climático. Un dato que ha variado mucho en los últimos 15 años reduciéndose hasta en un 25%. ¿Los motivos? “Por un lado, los vehículos están sometidos a una legislación cada vez más exigente. Además, hoy en día es muy frecuente que los coches dispongan de un sistema ‘start&stop’ que disminuye la producción de CO2 por km recorrido”, afirma Peña.

Esto, unido a la implantación de los coches híbridos, eléctricos o al vehículo eléctrico impulsado por hidrógeno, ha contribuido en buena medida a la reducción de estos índices. “En unos años la penetración de este tipo de vehículos va a ser una realidad, mientras que los de combustión interna irán retirándose paulatinamente del mercado. En todo caso, estos últimos cada vez son más eficientes desde el punto de vista mecánico. Es decir, andan muchos kilómetros consumiendo poco combustible”, subraya.

Según afirma el catedrático, actualmente la concentración de dióxido de carbono en la atmósfera ronda las 400 partes por millón y aunque existen varias formas de reducirla, ninguna de ellas es sencilla. “Tal vez la más inmediata es tratar de no producir más CO2, o si se produce, atraparlo y almacenarlo antes de que se mezcle con el aire de la atmósfera”, añade Peña. Y en esto consisten precisamente las denominadas Tecnologías CAUC, las cuales permiten la captura, el almacenamiento y posterior uso del CO2.

“Se trata de una alternativa para una economía eficiente y competitiva y para una sociedad más saludable”, advierte Peña. Por un lado se encuentran las denominadas tecnologías de captura o secuestro que, “fundamentalmente tratan de producir la combustión del hidrocarburo sin que intervenga el nitrógeno del aire”. A estas técnicas se suman la denominada Chemical Looping Combustion (CLC), entre otras. “Respecto al almacenamiento, en condiciones normales el CO2 es un gas, y como tal, pueden utilizarse antiguos yacimientos ya agotados de gas natural o introducirlo en el mar a grandes profundidades. Y por supuesto en tanques a presión, que es un método mucho más convencional y válido para cantidades relativamente pequeñas”, añade Peña.

En cualquier caso, la clave radica en convertir lo que en un principio podía suponer una amenaza, en una ventaja. “Imagina que utilizamos el CO2 contenido en un biogás, una mezcla constituida por metano y CO2. Si conseguimos transformar el CO2 en más metano, podemos transformarlo en un gas natural sintético que tiene las mismas características que el gas natural fósil”, prosigue el experto. La diferencia es que este gas habrá sido producido a partir de biomasa o residuos: “no estamos produciendo más CO2, sino reciclándolo una y mil veces. Es lo que llamamos economía circular que últimamente está tan de moda. El ciclo puede ser infinito”.

Más que reducir, transformar

Más que reducir la emisión de gases de efecto invernadero, como explica el experto el objetivo es que esta sea climáticamente neutra, o lo que es lo mismo: “Que no se incremente la concentración de CO2 en la atmósfera, y en la medida de lo posible, se reduzca”.

En cuanto a sus posibles aplicaciones, está demostrado que un ligero aumento de la concentración de CO2 en el aire de los invernaderos favorece el crecimiento de las plantas, aumentando y acelerando su producción. “Una variante muy interesante es su empleo en el cultivo de algas microscópicas que lo fijan creando cadenas de hidrocarburos ‘verdes’ que pueden utilizarse como sustitutos de los actuales combustibles líquidos”, explica el catedrático. Es decir, puesto que éstos han sido producidos a partir de CO2, su liberación a la atmósfera se puede considerar completamente neutra. “De nuevo nos encontramos ante un caso de economía circular: no consumimos más materias primas, sólo las transformamos”, afirma.

El CO2 no solo aparece en todo tipo de combustibles, sino que se hace un uso intensivo del mismo en la industria cosmética y farmacéutica -para la extracción de aceites esenciales contenidos en determinadas plantas, por ejemplo-, o en la fermentación de masas para la fabricación de pan o bollería, así como refrescos con burbujas. “Los usos son muchos, aunque en muchas ocasiones no se conocen”, concluye Peña.

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