Arento, en concurso de acreedores, confía en salvar 80 empleos en las dos fábricas de harina y la cárnica

Su deuda a terceros de 100 millones complica la viabilidad del grupo, ahora en manos del administrador concursal

Imagen de archivo de una de las asambleas de Arento Grupo cooperativo agroalimentario aragonés.
Imagen de archivo de una de las asambleas de Arento Grupo cooperativo agroalimentario aragonés.
Guillermo Mestre

Tras haberlo intentando todo, incluido un plan de reestructuración estos dos últimos años, Arento Grupo Cooperativo agroalimentario de Aragón no ha podido evitar el concurso de acreedores dada su situación de insolvencia financiera. El pasado 11 de junio, el mismo día en que Arento reunió a sus socios para informarles de porqué dicho concurso voluntario, el Juzgado de lo Mercantil número 1 de Zaragoza publicó la declaración del mismo en auto judicial.

La falta de circulante, al no llegar a un acuerdo con su principal acreedor, Bantierra, y acumular una deuda consolidada a terceros de 92,5 millones (entidades financieras, cooperativas y otros acreedores) más otros 7,5 millones del crédito participativo acordado en 2018 con las entidades bancarias, ha abocado al principal grupo cooperativo aragonés a esta situación. Ahora, ya en manos del administrador concursal, lo que espera el Consejo Rector del grupo es que se puedan salvar los 80 empleos de las dos fábricas harineras (Sémolas Cinco Villas en Tauste y Lozano en Daroca) y de Arento Industrias Cárnicas en Mercazaragoza.

«Nos queda una sensación amarga. La situación ya era muy complicada en 2017. Se trazó un plan de reestructuración con refinanciación, desinversiones, ajustes de gastos y simplificación de la estructura societaria, pero no salió bien. Nos han ido fallando algunos socios y todo sumado, nos ha hecho llegar a esto», indicaron desde dicho Consejo cuya voluntad «continúa siendo llegar a un acuerdo con los acreedores, pero ya dentro del proceso concursal».

Declarado ya el concurso en Arento, desde el sector se ve casi imposible mantener la actividad cooperativa, es decir, el suministro de carburantes, fertilizantes y ‘cereal trading’ –al no haber liquidez ni poder restablecerse la confianza de los socios (antes eran 80 y ahora apenas queda la mitad). Por el contrario, a lo que sí se ve salida, según fuentes del sector, es a las fábricas de harina y sémola y la cárnica del grupo cooperativo. Están funcionando con normalidad, tras los acuerdos para trabajar a maquila. Emplean a 80 personas, del total de 111 de la plantilla de Arento y se les está buscando una solución que seguramente pasará por el cambio de propiedad.

Las causas que han precipitado esta situación de no retorno hay que buscarlas años atrás: «Desde enero de 2018 el Grupo había abordado un plan de viabilidad debido a la delicada situación financiera, motivada por el reducido capital social, la falta de implicación y compromiso de muchos de los socios y la alta inversión en la harinera de Tauste generando un elevado endeudamiento», según explicó ayer Arento. Posteriormente, de 2018 a 2019, el esfuerzo por adelgazar la estructura del grupo cooperativo y acordar una reestructuración financiera con su pool de bancos resultó baldío.

El grupo cooperativo reconoció que aunque «las primeras mejoras implantadas tuvieron su reflejo en el Ebitda, el incumplimiento por parte de algunos socios de los compromisos adquiridos en la refinanciación –por lo que se presentaron varias demandas– y las tensiones» dieron al traste con el plan de viabilidad. Entonces, ya como última salida, añadieron desde Arento, «se trabajó con Bantierra para hacer posible una nueva reestructuración financiera que permitiese resolver su ‘foto’ de balance y una dimensión acorde con el número de cooperativas leales y cumplidoras».

Sin embargo, continuando con el relato de los hechos de Arento, en marzo de 2020 «Bantierra le comunicó su decisión de no seguir adelante con la operación y bloqueó las líneas de financiación –por estar asumiendo financiación que correspondía a cooperativas socias que no estaban cumpliendo– y se abocó al Grupo a una situación muy complicada en un momento además excepcional por el estado de alarma» decretado en España. Esta ya fue la gota que colmó el vaso y empujó la solicitud de concurso voluntario por parte de esta cooperativa de cooperativas.

«Las cosas no han ido a mejor»

«Una mala noticia», reconoció ayer Joaquín Olona, consejero de Agricultura del Gobierno de Aragón. «Hace dos años desde el departamento hicimos todo lo que pudimos en buscar una solución, pero no se pudo y las cosas no han ido a mejor. A los hechos me remito», manifestó. Y volvió a insistir en su compromiso de fortalecer el sistema cooperativo en favor del modelo de agricultura familiar. «Su viabilidad no está en duda más allá de lo ocurrido con Arento», apostilló.

Sin embargo desde Arento lamentaron en estos dos años «no haber contado con el apoyo de las instituciones que en un principio se había prometido». Arento, destacaron, «es un proyecto cooperativo que resultaba fundamental para el equilibrio de los mercados y el desarrollo del campo y las zonas rurales de Aragón». Y en este sentido, el Consejo Rector del grupo cooperativo mostró su pesar porque todo este esfuerzo «haya sido infructuoso y finalmente sea imposible reconducir la situación sin presentar un concurso, en el que los mayores perjudicados son las cooperativas socias que han cumplido y la entidad financiera Bantierra, que es además el principal accionista del grupo de empresas de Arento». 

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