Sostenibles, sí, pero no más caros

Mucho se habla en los últimos tiempos de la necesidad de favorecer una agricultura sostenible que ofrezca a su vez una alimentación "sana, con bajo impacto ambiental, sin pesticidas ni transgénicos y con cadenas de suministro locales", como así entienden este término los consumidores.

Se habla desde Bruselas, que ha propuesto una estrategia, llamada de ‘De la granja a la mesa’ en la que la agricultura ecológica gana terreno mientras se pone coto al uso de antibióticos para tratar enfermedades en las ganaderías y de compuestos químicos para abonar la tierra o luchar contra plagas.

Mucho se ha hablado además de la buena alimentación durante el confinamiento al que ha obligado la lucha contra la expansión de la covid-19, en la que los ciudadanos hemos invertido más tiempo entre los fogones, hemos recuperado las pausadas recetas de la abuela y hemos decidido llenar nuestra cesta de la compra -así lo dicen los datos- con más fruta y verdura, con más productos de la tierra y mejor si se cultivan y se crían en explotaciones cercanas.

Y lo dice también una encuesta realizada por la Organización de Consumidores y Usuarios (OCU) realizada junto a otras organizaciones miembros de la CEUC, en once países -entre ellos España- para investigar los hábitos de consumo de los ciudadanos respecto a la alimentación sostenible. Más de la mitad de los encuestados sostiene que la sostenibilidad tiene cierta influencia (47%) o mucha (24%) en sus costumbres alimenticias. Reconocen, sin embargo, que el precio, la falta de información, la dificultad para identificar opciones de alimentos más sostenibles debido al etiquetado y su disponibilidad limitada son las principales barreras que encuentran cuando deciden llenar su cesta de la compra con una alimentación sostenible.

El informe evidencia que dos tercios de los consumidores están abiertos a cambiar sus hábitos alimentarios por razones ambientales. Son muchos (un 67%), dice la organización de consumidores, que insisten en su deseo de desperdiciar menos alimentos en el hogar, que se muestran dispuestos a comprar más frutas y verduras de temporada y que reconocen que les gustaría comer más alimentos a base de plantas.

Pero cuando se habla de precio, la sostenibilidad no parece ser una prioridad en el bolsillo de los consumidores. Cuidar el medio ambiente tiene un coste y las nuevas exigencias que propone la Comisión Europea supondrán un desembolso a los productores, pero, según la encuesta de la OCU, solo uno de cada cinco españoles dice que está dispuesto a gastar más dinero en este tipo de alimentación. El porcentaje sube ligeramente, hasta el 32%, cuando se les pregunta si pagarían más para que los agricultores puedan obtener ingresos más justos por su trabajo.

Y aunque más del 42% de los consumidores manifiestan que han dejado de comer o que han reducido la carne roja por motivos ambientales, no parece que las alternativas les abran el apetito. No quieren insectos en sus platos y un 43% parece más proclives a considerar las "hamburguesas" a base de plantas (si están hechas sin OGM). Los más, un 64% se inclina por alimentos vegetarianos tradicionales (legumbres) como fuentes alternativas de proteínas.

Regulación

Más de un tercio de los consumidores (43%) apoyaría las regulaciones para obligar a los productores a cumplir con estándares de sostenibilidad más estrictos. La mitad estaría de acuerdo en que los agricultores deberían recibir incentivos para producir alimentos de manera más sostenible.

Impuestos

 La mayoría de los consumidores (61%) quiere que la información de sostenibilidad sea obligatoria en las etiquetas. Sin embargo, no son muy proclives a gravar aquellos alimentos menos sostenibles. Solo 1 de cada 5 encuestados está de acuerdo en estos productos deberían pagar más impuestos.