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La Portellada: un brinco y varios pétalos

El patrimonio natural de esta localidad del Matarraña tiene en la caída del agua del río Tastavins un imán de visitas, y varias excursiones circulares como premios extra.

Frente al único bar y restaurante de La Portellada, tras la iglesia parroquial, acaban de reformar el suelo de la replaceta. Es primavera, las lluvias han sido generosas y, como en todas partes, la naturaleza ha florecido en todo su esplendor debido a la ausencia del turismo en un rincón que, sin ser masivo, sí recibe un buen número de visitantes durante casi todo el año desde Valencia, Castellón, Tarragona, Barcelona y el vecino Bajo Aragón. De Zaragoza y Huesca, menos, aunque la cosa va cambiando. La alcaldesa Gloria Serrat y el concejal Julián Gil han citado a Víctor Enrique Vidal, educador ambiental y agricultor ecológico del pueblo, como embajador del entorno natural local. Tiene apodo, pero es únicamente para su círculo cercano. “Este término tiene una característica muy interesante; está en el centro del Matarraña, es el último pueblo de la margen izquierda del Tastavins y en el ámbito geológico, el término exhibe un muestrario de muelas y conglomerados. Las zonas altas, que se yerguen a unos 700 metros, son perfectos miradores del Macizo de los Puertos y el valle del Ebro”.

El experto aclara que “las muelas tienen todo tipo de vegetaciones, desde plantas atlánticas a mediterráneas y otras propias de la depresión del Ebro. Gozamos de mucho verde, sobre todo con los bosques de pinos y encinas, lo que trae consigo un sotobosque muy bonito, que con las aguas caídas este año luce ahora espectacular. 2020 ha sido aquí un año de orquídeas curiosas, y la avifauna es una barbaridad; águila perdicera, alimoche, búho real… a primera y última hora del día los ves todos”.

Para los amantes de las caminatas, Vidal aporta un dato interesante con respecto a las muelas, esas mesetas prácticamente horizontales de roca caliza jalonadas por desfiladeros. “La zona de muelas es cómoda de andar; las cuestas no son muy violentas, lo que permite ver más terreno en un solo día. Hay sombra abundante, y botánicamente es un espectáculo de variedad”.

Los pétalos de margarita

Desde el pueblo se pueden hacer excursiones circulares. “Como si fueran pétalos de margarita –dibuja Vidal– y en varias direcciones. Hacia La Fresneda, zona más agrícola, aparecen olivos de los llamados milenarios; tenemos cinco catalogados. Bajar al Salto es otro paseo clásico, ya sea por el barranco o por el camino. Hay otra opción de bosque de pino y carrasca hacia el oeste, en dirección Castellar, con un despoblado ibérico que excavó Juan Cabré a principios del siglo XX, y una iglesia-cueva dedicada a San Antón, de cuando el pueblo formaba parte de La Fresneda (hasta 1784). La zona con más altitudes tiene robles, avellanos, cerezos… es un sendero ancho, cómodo para hacer en familia. Estas rutas circulares llevan entre dos y tres horas”.

En el entorno también hay varias fuentes y un pino carrasco monumental, que formó parte de un lote reservado para suministro a ferrocarriles en su día. “No debió dar la talla para ellos, allá por los años 50, y ahora es tremendo; se llega en media hora. Es la zona de Pi de Gavella, de barrancos con agua; cada uno tiene su corral”, concluye el ambientalista. Sus ediles asienten con la cabeza. “Nadie mejor que él para explicar nuestro patrimonio natural”, afirma la alcaldesa. Y con nota.

El Salto, visión embriagadora que siempre ofrece nuevos matices

A apenas cuatro kilómetros del pueblo, un camino de tierra (hay otro, y también se puede bajar por el barranco a pie) conduce a los vehículos hasta las inmediaciones del Salto. Es un brinco espectacular del río Tastavins desde una altura de unos 20 metros, que en temporada seca apenas lanza un hilillo de agua a la espectacular poza inferior, enmarcada en una cueva que parece estar sacada del planeta Dagobah (lugar de exilio de Yoda) o las Lunas de Endor, hogar de los ewoks en ‘Star Wars’. “Nos hemos bañado mucho ahí –explica Gloria Serrat, alcaldesa de La Portellada– y en tiempos incluso hacíamos fiestas con música entre las piedras del río. Eso sí, como nos gusta tanto este sitio, lo cuidábamos entonces y lo cuidamos ahora. Mucho”.

Algunos excursionistas hacen auténticas barbaridades, problema común a muchos otros puntos de la geografía aragonesa con especial atractivo para el público y fácilmente accesibles (hasta cierto punto) como el que describe este relato. No hay mucho espacio para dejar los vehículos junto a la parte alta del salto, pero el Ayuntamiento está trabajando en habilitar un campo cercano, prima el aparcamiento en batería y, lógicamente, pide a los visitantes que se abstengan de contaminar el entorno con basuras. Hay un vado artificial para cruzar de manera sencilla al otro lado del Tastavins por la parte superior, junto a la piedra blanca y plana que confiere al paraje un aspecto casi lunar; así se puede bajar andando por una cuesta de apenas 100 metros de longitud y una inclinación soportable a la plataforma inferior, junto a la caída del agua. Hay que tener cuidado con los peques; para los adultos no cubre, pero el remojón involuntario de los zapatos no suele ser placentero.

Vídeo de El Salto de La Portellada

Ojo con los móviles

En la cultura actual, lugares como el Salto son una tentación absoluta para el ritual de inmortalización. ¿Fotos y vídeos con el móvil? Por supuesto. ¿Mucho cuidado con los pasos en falso? Naturalmente, sobre todo en la parte superior; es un terreno virgen, no hay vallas y caminar sin atención puede ser fatal.

Detalladas las precauciones, conviene centrarse en los epítetos. No hay problema en afirmar que se trata de uno de los lugares más bonitos de Aragón. A veces parece una pintura; otras, poesía en movimiento. No existe ningún tipo de explotación turística en su derredor; ni casetas, ni negocio alguno. Allá se va a pasar el rato y mirar caer el agua con embeleso.

El concejal Julián Gil también tira un poco de nostalgia al hablar de sus tiempos mozos en el lugar. “Siempre ha sido especial; cuando recuerdas las ocurrencias que teníamos de chavales por aquí da respeto, pero es un sitio que se disfruta igual de crío y de mayor”.

La mejor hora para visitar el Salto es... cualquiera. Por las especiales condiciones de acceso y entorno, eso sí, conviene que la noche no sorprenda a nadie allá, pero la caída de agua luce espectacular con la primera luz de la mañana y, desde luego, con la sinfonía de cobrizos y verdes en la hora mágica de las tardes.

Antonio Celma y sus mimos al garbanzo más codiciado

Acercarse a La Portellada para disfrutar de la naturaleza tiene un aliciente adicional para los amantes de las buenas legumbres que, como gente de pasión ‘gourmand’, aprecia las cualidades únicas de un producto humilde cuando lo peculiar de una variedad concreta lo hace sobresalir. La verdura (y bastante fruta) de Casa Fernando, la tienda de ultramarinos del pueblo, es familiar; Antonio Celma, ya nonagenario, sigue cultivando su huerto en una parcela cercana al Salto. Allá tiene un garbanzo único, catalogado como excepcional por el Centro de Investigación y Tecnología Agroalimentaria de Aragón (CITA), que solamente se vende en su tienda. Le ayudan en la tarea sus familiares, y entre ellos está un yerno, Manuel Martí. “Estos garbanzos son muy suaves, se cuecen pronto y no se deshacen. El gusto es una maravilla. También hay cereza, lechugas… un poco de todo”.

Cómo llegar a La Portellada y curiosidades

Comarca. Matarraña.

Cómo llegar. Desde Teruel, su capital de provincia, hay 176 kilómetros por la N-420 hasta Alcañiz y la A-1410 hasta el pueblo. El Salto está a cuatro kilómetros del pueblo, y hay una pequeña zona de aparcamiento en la zona.

Comer, dormir y comprar. Existe la opción del bar y restaurante municipal para comer en el pueblo; también hay una reputada empresa de catering en la parte alta, Fatto in Casa, que aúna productos locales con cocina italiana debido a la procedencia de las dos socias: una de la Toscana española (sobrenombre que se le da al Matarraña) y otra de la italiana. Surten a varios pueblos, además. Hay seis casas de turismo rural: Casa José Antonio, Casa Miguel, El Corral del Tío, Casa Pilar I y II y Casa Bravet.

Comercios. Hay carnicería con cordero propio y productos gourmet de kilómetro cero, y tienda de alimentación, Casa Fernando. El horno hace pastas típicas, como el coc de quintos y el coc de gallos. 

Reportaje de la serie ‘Aragón es extraordinario’.

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