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El nacimiento del río Pitarque: ¡qué lujo!

Una de las rutas senderistas más populares de Teruel remonta este caudal desde el pueblo del mismo nombre; el esfuerzo se rentabiliza con imágenes sublimes.

Es una de las rutas senderistas más populares de Aragón, y está en el podio turolense para los aficionados a desgastar las botas por los caminos de tierra y piedra. El nacimiento del río Pitarque, casi cinco kilómetros de senda en un entorno maravilloso, apto para toda la familia; eso sí, las agujetas martirizarán al día siguiente a todo aquél que no se prodigue en el ejercicio; el monte nunca es tartán.

Las cuestas más exigentes están en la primera parte del recorrido desde el pueblo. Junto al letrero que indica la distancia hasta el nacimiento luce una poesía armada con el corazón: “A Pitarque yo le digo/gracias por existir/porque si así no lo fuera/crearte querría yo a ti”. ¿Rima forzada? Sí. ¿Tiene fuerza y sentimiento? También. El río Pitarque, afluente del Guadalope, surge en la hoz formada entre la Peña de la Virgen y Peñarrubia. Remontar su curso hasta el nacimiento supone ir en busca de un Monumento Natural, escarapela obtenida por el paraje en 2009.

A la salida del pueblo, un puentecito con cartel recuerda que el lugar es de interés geológico; menudean los consejos e informaciones de interés para el paseante… y a patear, que la primera cuesta de grave no tarda en llegar; tampoco el primer peirón. En el camino de ida, la corriente del Pitarque queda a la izquierda; si se ha salido temprano y hace buen día, sus aguas regalan otro espectáculo; el reflejo del sol, que parece crepitar. A la derecha, la mole de piedra sirve de referente y hogar a cientos de aves, entre las que destacan los buitres y alimoches. Tras apenas medio kilómetro de paseo, ya se ha salido lo suficiente del pueblo como para girarse y admirar la estampa del caserío enmarcado en el monte.

Primer descanso

La ermita de la Virgen de la Peña está a medio camino del sendero, que hasta ese punto coincide con una de las variantes del GR-8; tiene césped y bancos para sentarse y reposar un poco, o tratar de capturar el sol en la arqueta superior de su fachada.

A kilómetro y medio del objetivo, un gran árbol arrancado de cuajo bloquea el camino, pero hay sitio de sobra por la derecha para rodearlo. No será el último, pero no hay obstáculos insalvables para el paseante medio. Poco después hay pasarela y una hermosa cueva; junto a una caseta de eléctricas (la antigua estación de Pitarque entró en servicio en 1923) se extiende la pequeña explanada de hierba con tres mesas de madera para hacer un segundo alto (o el primero, para los más avezados) y reponer fuerzas; en verano, el agua es imprescindible en el paseo, y se recomienda alguna bebida isotónica para ayudar a las piernas en el esfuerzo. Más cerca del nacimiento aparece una cueva con leyendas explicativas, que abunda en la naturaleza del omnipresente travertino en la zona: se trata de una roca porosa de baja densidad, formada por la precipitación de carbonatos disueltos en las aguas.

Unos pasos más, y premio: el agua que brota, siempre espectacular. Fotos, asombro, relax, y a volver... aunque los escaladores tienen más entretenimiento en la zona, y pueden seguir ascendiendo hasta Peñarrubia. Los mortales ya han (hemos) acumulado suficiente disfrute.

Surgencias, cornisa, sirga y todo un espectáculo para los sentidos

El final del camino hasta el nacimiento del río Pitarque guarda una elección muy interesante, porque la sencilla materialización de ambas opciones hace posible volver fácilmente al lugar del ‘cara o cruz’ y optar por lo que no se había escogido en primer lugar. A 200 metros de la meta hay una bifurcación: se puede ir hacia el puentecito y las cadenas en la zona del azud, con una pasarela y barandilla para las visitas, o bien subir un talud por escalones naturales y pasear luego por una cornisa, pegado a la pared (hay sirga y poca altura hasta el agua, pero es un remojón que no apetece) para acercarse lo más posible al punto exacto en el que aparece el río, la boca principal, con dos surgencias principales; el Ojal de los Planos y el Ojo de Malburgo.

Volviendo a la zona del azud, la Chimenea es otro poderoso aliciente en la meta. Cuando ha llovido lo suficiente, echa agua generosamente por lo que parece una gran boca. A finales del invierno, antes del estado de alarma, el primer deshielo hizo que el agua manase abundante en este punto. Al lado hay un peñasco que parece estar casi en equilibrio, y que se aboveda ligeramente. Para los aficionados a la foto hay grandes piedras planas que permiten acercarse un poco más al agua y tomar imágenes casi al ras. El azud exhibe una imagen pinturera, pero las cascadas naturales contiguas son la verdadera esencia del espectáculo.

Al regresar, las cuestas de la ida (son mayoría en el camino hacia el nacimiento) se convierten en bajadas, con lo que el regreso es notablemente más rápido. El tiempo total de la excursión, dependiendo de los descansos y la forma física de los paseantes, está entre tres y cuatro horas. Además, al volver se ve la meta, y el ánimo (galvanizado por el espectáculo que han registrado las retinas) ahoga el dolor de las piernas.

Belleza desde el mismo acceso y secreto pedagógico a voces

A Pitarque se llega desde la A-1702, la llamada ‘Silent Route (thesilentroute.com), que conecta la N-420 a la altura de Gargallo con la A-226 entre Fortanete y Cantavieja; 60 kilómetros sinuosos de paisajes cambiantes. A Pitarque se accede nada más cruzar el Hostal de la Trucha, poco después del flamante mirador de los Órganos de Montoro; es un desvío a la derecha y seis kilómetros de enlace que desembocan en la plaza del pueblo, con su flamante frontón. Desde la misma entrada parte una pista que conecta al pueblo con Aliaga.

Entre los ciudadanos que han dejado huella en el pueblo destaca el joven maestro escolar Alberto Toro, licenciado en Harvard, quien junto a Marta Arguis aplica desde hace años un elogiado esquema educativo en el aula que reúne a los chavales de Pitarque y Villarluengo, incluida en el CRA Alto Maestrazgo.

Cómo llegar a Pitarque y curiosidades

Comarca. Maestrazgo.

Cómo llegar. Desde Teruel, su capital de provincia (a 90 kilómetros), se accede por la N-420 y la A-1403 hasta Aliaga, para tomar luego una pista que lleva a Pitarque. La opción completa por carretera (30 kilómetros más) engancha la N-420 con la A-1702 en Gargallo.

Para comer y dormir. La Fonda Josefina en Villarluengo es lo más cercano. La concesión municipal de la Posada de Pitarque concluyó el 11 de marzo y sigue cerrada; el cercano Hostal de la Trucha (enseña del grupo Gargallo) emprendió reforma antes del estado de alarma y aún no reabre.

Bar Lucía. En la calle García, cerca de la plaza, está el bar ‘de guardia’ del pueblo, un clásico que tiene como rasgo distintivo sus excelentes bocadillos de jamón con tomate para los excursionistas.

Miradores. Al de la Sarteneja, que está en dirección a Aliaga, le llaman en Pitarque ‘el de las antenas’. También destaca la vista de todo el valle del río desde el mirador de Peñarrubia.

Reportaje de la serie ‘Aragón es extraordinario’.

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