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Residencias sin coronavirus, pero en "alerta"

Centros de ancianos como la Casa de Amparo o la residencia Ballesol Mariana Pineda modificaron totalmente la rutina para evitar contagios. Creen que han sido determinantes el "factor suerte" y el control médico.

María Jesús Rihuete y su tío Urbano Castán se encuentran en el arco de los abrazos de la residencia de ancianos Ballesol Mariana Pineda.
María Jesús Rihuete y su tío Urbano Castán se encuentran en el arco de los abrazos de la residencia de ancianos Ballesol Mariana Pineda.
José Miguel Marco

Llegar a la última fase del plan de desescalada sin registrar ni un solo caso de covid-19 entre sus residentes ni trabajadores. Esa es la realidad de algunas residencias aragonesas que, a pesar de no estar afectadas por la irrupción del virus, mantienen las medidas de prevención desde que se decretó el estado de alarma o incluso antes. Con precaución señalan que se han librado "de momento" -temen los nuevos brotes-, y admiten que el "factor suerte" les ha sonreído ya que en otras residencias extremaron todas las medidas de seguridad pero se han declarado positivos. La forma de trabajar en estos centros ha variado desde antes del inicio de la pandemia y también durante el desarrollo de la misma. De hecho, siguen en "alerta".

"Le vimos las orejas al lobo con lo que estaba pasando en Italia"

"En el mes de febrero ya le vimos las orejas al lobo con lo que estaba pasando en Italia", señala Vanessa García, directora de la residencia Ballesol Mariana Pineda de Zaragoza. A partir de entonces comenzaron los cambios en la rutina de este centro, incentivados por el aviso de otras residencias del grupo en Madrid y Valencia, ciudades que acusaron antes el virus y que les suministraron material. La semana previa al decreto del estado de alarma también empezó la prevención en la Casa de Amparo de Zaragoza, de gestión municipal, donde tampoco ha habido casos positivos. "Los primeros días fueron intensos, con mucho miedo", confiesa Carmen Lafuente, directora del centro.

Personal de la Casa Amparo de Zaragoza donde no se ha registrado ningún positivo de covid-19.
El personal de la Casa de Amparo de Zaragoza, donde no se ha registrado ningún positivo de covid-19, este jueves a las puertas del centro.
M. M.

Suspender las visitas cuando todavía no era obligado, limitar el aforo de los salones para asegurar una mayor distancia, nuevas distribuciones, modificar los turnos del comedor o retirar los objetos comunes, como juegos de mesa, fueron algunas de las medidas que empezaron a tomar en las residencias aragonesas. En el caso de la Casa de Amparo, también se cerró el centro del mayor que alberga en su edificio, la iglesia (celebraban misa los domingos para el barrio) y la cafetería, decisión que consideran determinante.

"Tuvimos que poner la casa patas arriba"

"Sectorizamos la residencia. Es decir, dividimos a los residentes en cuatro grupos: A (asintomáticos), B (asintomáticos pero en contacto con residentes con sintomatología), C (con sintomatología) y luego D (PCR positivo) por si hubiera sido necesario", recuerda García, lo que les obligó a habilitar nuevas estancias. "Tuvimos que poner la casa patas arriba", añade. Los fallecimientos por otras patologías o las altas por rehabilitación permitieron destinar más habitaciones a la sectorización. La nueva distribución permitía que, si un residente se contagiaba, la exposición se redujese al menor número de usuarios. Además, en esos casos serían atendidos por un equipo concreto. En la Casa de Amparo, donde superan el centenar de residentes, han aprovechado las visitas al hospital por otras razones para ensayar el protocolo, ya que les mantenían en aislamiento las dos semanas estipuladas.

La atención médica en estas residencias, que cuentan con sanitarios propios, ha sido ininterrumpida, un hecho que creen que también ha contribuido a conseguir cero contagios. "El médico venía incluso los sábados y los domingos", cuenta Carmen Lafuente. Estaban al quite ante cualquier sospecha, de hecho, por unas décimas de fiebre ya se aislaba al residente hasta que se sometiera a la prueba. "En ese caso hacemos un estudio de trazabilidad que nos permita controlar también a las personas con las que se ha relacionado", explica Vanessa García.

Los trabajadores han sido un "fundamental apoyo"

En ambos centros han contratado a más personal. "En marzo conseguimos ampliar la plantilla con más auxiliares e incorporar a personas que ya habían trabajado en la casa y que ahora estaban en otros departamentos del Ayuntamiento", aplauden en la Casa de Amparo, un refuerzo para los tres turnos (mañana, tarde y noche). "En esta residencia de Ballesol llegamos a tener 145 residentes y 100 empleados", manifiestan. Las dos directoras celebran la implicación y compromiso de los trabajadores, aseguran que han sido "fundamental apoyo". En estos meses se han visto obligados a ampliar su formación, a suspender sus vacaciones para cubrir posibles bajas o a estar localizados en cualquier momento.

Dirección, auxiliares, personal de enfermería, médicos, fisioterapeutas, trabajadores sociales o cocina han ampliado sus roles. "No solo hemos desempañado la labor de trabajadores. Hemos sido sus familiares, sus amigos, los fotógrafos para sus seres queridos...", sostiene García. En estos centros hacen referencia a la "pena" y al "deterioro cognitivo" que les ha podido causar el confinamiento a los residentes y ensalzan la importancia de las instalaciones amplias.

Protección y colaboración

La búsqueda de material fue la primera misión de las residencias, objetivo que no fue sencillo, según relata Lafuente, ya que los proveedores solo abastecían a la DGA. "Hicimos un cálculo de qué materiales necesitábamos cada día si realmente hubiera dado positivo alguno de los residentes y las cantidades eran desorbitadas", apostilla la directora de la Casa de Amparo, que aclara que tenían protecciones pero no las suficientes en ese caso. "Dentro del miedo, tener materiales nos dio seguridad, teníamos algo con qué protegernos", admiten. En este complejo del Casco Histórico compararon sulfatadoras para esterilizar las instalaciones, actuación que se apoyó con la desinfección que acometieron los veterinarios del Ejército que se prestaron.

"Dentro del miedo, tener materiales nos dio seguridad, teníamos algo con qué protegernos"

En Ballesol se emocionan con la colaboración del sector. "Lo que no hemos recibido del Gobierno, lo hemos conseguido entre las residencias porque nos pusimos de acuerdo entre nosotras", sentencia Vanessa García. "Es entonces cuando te das cuenta de que esto es vocacional y que estamos para cuidar a nuestros mayores, no los de esta residencia, sino los de toda la sociedad", añade.

A partir del 25 de mayo la situación cambió. "El BOA publicó otro decreto que apuntaba que los residentes de los centros que no habían tenido covid-19 podían salir una hora a la calle", expone Lafuente. Esta acción, que no se ha validado en todos las residencias, ha obligado a extremar todavía más las medidas: alfombras con desinfección a la entrada, limpieza de andadores o túneles de esterilización.

Hasta ese momento los familiares y voluntarios mantuvieron el acompañamiento por videollamada y con las trabajadoras sociales, pero ya comenzaron las visitas. Son con cita previa, en sala acondicionadas y con estrictas medidas de protección. ¿Cuándo terminarán estas medidas? Las directoras son claras: "Hasta que no llegue la vacuna no volverá la normalidad. No es el mismo miedo ahora que antes, pero estás en alerta aunque no hayamos tenido positivos".

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