medio ambiente

Historias de cocodrilos a orillas del Ebro

El reptil fantasma del Duero reaviva las leyendas de criaturas exóticas en los ríos. En Aragón hay cantidad de fósiles de caimanes de la época jurásica y muchos lectores recordarán al cocodrilo Bartolo del bar Noa-Noa.

El cocodrilo Bartolo, en un reportaje de HERALDO de 1994.
El cocodrilo Bartolo, en un reportaje de HERALDO de 1994.
Heraldo

El supuesto cocodrilo del Duero (aunque ahora parece que podría ser una nutria) trae de cabeza a la Policía y los agentes del Seprona de la Guardia Civil. Los vecinos siguen en alerta, los municipios ribereños han pedido que nadie vaya a pescar ni a bañarse al Duero ni al Pisuerga y continúan rastreándose las huellas del que se ha dicho podría ser un cocodrilo del Nilo, que -acaso, es solo una hipótesis- alguien tenía como mascota hasta que se cansó de él. La historia es rocambolesca hasta que en unos días salgamos de dudas sobre la existencia, la naturaleza y la procedencia del animal que tiene a la provincia de Valladolid en jaque. Pero, ¿y en el Ebro? ¿Se han detectado animales semejantes en el pasado o es todo fabulación? ¿Cuál es la historia de los cocodrilos en Aragón? ¿Su tenencia está regulada como especie exótica?

Los conspiranoicos se llevarán una decepción cuando sepan que los enormes y feroces siluros son lo más aterrador que se halla actualmente en el río (al margen de los mejillones cebra, las tortugas de Florida o los mosquitos tigre). Para ver cocodrilos habría que recurrir al Acuario de Zaragoza, donde recientemente han recibido un ejemplar de una especie de caimán enano, o recordar el que fuera Aviapark de La Muela, donde también se reunieron cantidad de especies exóticas con el propósito de levantar el mayor zoológico de Aragón en aquellos tiempos, bajo el mandato de Mariví Pinilla, en los que la localidad emprendía alocados proyectos.

Uno de los cocodrilos que habitan en el Acuario Fluvial de Zaragoza.
Uno de los cocodrilos que habitan en el Acuario Fluvial de Zaragoza.
Raquel Labodía

También es una leyenda urbana, según cuentan los agentes de la Unidad de Subsuelo de la Policía Nacional, que en las alcantarillas de Zaragoza puedan existir caimanes. “Es un mito, una leyenda, que se da en las grandes ciudades. Nació en las misteriosas cloacas de Nueva York o París, pero en los colectores zaragozanos no se ven colas de caimanes ni sombras sospechosas”, explican, al tiempo que argumentan que las bacterias y los organismos que pueblan las alcantarillas acabarían matando cualquier cría de este tipo, por no hablar de las ratas o las condiciones meteorológicas.

Lo más inmediato, lo que a todos viene a la mente, es el conocido como ‘cocodrilo de Ricla’, que no es sino un fósil que se salvó de las obras del AVE in extremis en 1994. El cráneo fosilizado de un enorme reptil del Jurásico y tres de sus vértebras (del cuello, el cuerpo y la cola) aguardaron millones de años entre los sedimentos y las rocas de un suelo de Ricla a ser descubiertos. Dicen que su cuerpo debió de medir tres metros de largo y el fósil se ha hecho tan popular que, para resaltar la importancia del patrimonio paleontológico, hasta ha sido protagonista de un sello. El de Ricla es el cocodrilo marino más antiguo de la península, pero no es el único antiquísimo hallado en Aragón, pues en la zona del Sobrarbe, en una reciente investigación sobre las vacas marinas de hace 42 millones de años también se han hallado marcas de mordiscos de distintos animales prehistóricos. En el estudio de la investigadora Ester Díaz Berenguer se señala que al sur de Aínsa y no lejos del embalse de Mediano se descubrieron restos de otros animales como un roedor, un pequeño primate, tres especies diferentes de cocodrilos u otras tantas de tiburones o peces raya.

José Manuel Clúa, de la Sociedad de Amigos del Museo Paleontológico, junto al cráneo del cocodrilo de Ricla.
José Manuel Clúa, de la Sociedad de Amigos del Museo Paleontológico, junto al cráneo del cocodrilo de Ricla.
F. Jiménez

En Zaragoza, si ha habido un cocodrilo conocido, ese es Bartolo. A los jóvenes no les sonará, pero durante años causó furor cuando un cliente tenía que ir al baño del bar Noa-Noa, un local de ambiente polinesio que hasta 1998 funcionaba en la zaragozana calle Costa, muy cerca de la plaza de Los Sitios.

Bartolo era un cocodrilo de casi dos metros de fauces a cola y unos 60 kilos de peso. Procedía del Amazonas, pero pasó casi toda su vida metido en una estrecha jaula con barrotes de madera y techo de cristal, que servía de pasillo en el citado local. Contaban sus propietarios que Bartolo recaló a orillas del Ebro mucho antes de que existieran leyes que impidieran la importación de animales de este tipo. Ya entonces, allá a inicios de la década de 1990, fue objeto de protestas y denuncias de las asociaciones preocupadas por la protección de los animales, pero el animal tenía entonces “los papeles en regla”. Le acompañaban en el exótico local un par de tortugas y, durante alguna temporada, una pitón de nombre Manolita. A Bartolo, que se alimentaba de higadillos de pollo y codornices, se le llevó a una tienda de animales del centro comercial Augusta cuando el antiguo Noa Noa echó el cierre y, después -y aquí se le pierde la pista-, las protectoras se hicieron cargo de él. 

Desde el Gobierno de Aragón recuerdan que "hay que registrar la tenencia de toda especie exótica invasora a la Comunidad", tal y como se indica en la web Invasara.es. No obstante, los cocodrilos y caimanes no están incluidos en el catálogo de especies exóticas invasoras porque su tenencia está regulada por otra norma que tiene que ver con la aplicación del Convenio CITES, cuya competencia es de Comercio Exterior, ya que son especies generalmente amenazadas y cuya posesión requiere que el titular tenga un certificado de procedencia con cargo a esa normativa. Así, aunque la DGA no tiene un registro de estos animales porque su autorización es de nivel estatal, la impresión es que en Aragón no hay muchos cocodrilos legalmente "censados". 

Por último, este somero repaso a los saurios aragoneses no estaría completo sin mencionar otro cocodrilo, esta vez del terreno de la ficción, del que guardan recuerdo muchos amantes de arte. Sabido es que el escritor mequinenzano Jesús Moncada dedicaba sus libros con una pequeña ilustración de un cocodrilo que navegaba por el Ebro, como puede verse en el libro de Prames que recupera el universo visual del artista. Además, hay que contar que el escultor José Azul también recrea caimanes en su serie ‘Criaturas que pululan’, desde su guarida de Burbáguena, y anótese también que más de una vez las representaciones del dragón de San Jorge se han inspirado en las fauces de un cocodrilo que… claro… si acaba siendo una nutria será algo decepcionante.

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