accidente aéreo en 2003  

La despedida en solitario de la tragedia del Yak en el Memorial

La covid-19 impidió que las familias de los 62 militares que murieron en el siniestro en Turquía conmemoraran los 17 años. Creen que es una forma de cerrar una puerta.

José Antonio Gracia, en el Memorial del Yak, en solitario, la semana pasada.
José Antonio Gracia, en el Memorial del Yak, en solitario, la semana pasada.
Laura Uranga

Por videollamada fue la cita de algunos familiares de las víctimas del Yak desde Madrid, Barcelona, Valencia y Zaragoza el pasado 26 de mayo, en el 17 aniversario de la tragedia. Pero ya no en el Memorial en la capital aragonesa, donde la covid-19 ha impedido por primera vez, desde que se inauguró en 2007, su encuentro anual para los familiares. Solo lo hicieron compañeros del EADA (Escuadrón de Apoyo al Despliegue Aéreo) que llevaron un centro de flores para recordar a sus doce compañeros fallecidos, de los 62 militares que perdieron la vida en el siniestro ocurrido en Trabzon (Turquía) tras regresar de la misión en Afganistán y Kirguizistán.

Turquía trasladó el pasado mes de enero 23 restos de víctimas del Yak guardados en el Instituto de Medicina Legal Adli Tip de Estambul. Alrededor de una decena de las familias ha acudido a recogerlos con discreción a la Audiencia Nacional en varios turnos. Los primeros fueron Paco Cardona y Amparo Gil, que fueron el 14 de enero y habían sido los que reclamaron esta devolución al Ministerio de Defensa, y en febrero estuvieron los zaragozanos Abilio Saz y María Pilar López, después de otro grupo de familias que recogieron sus abogados.

«Ni cambiamos, ni cambiaremos. Los gobiernos siguen tapando lo que pueden y la oposición, atacar contra más mejor. No me importa quedarme tuerto si tú te quedas ciego», ese es el balance de José Antonio Gracia, un zaragozano que perdió a su hermano en la catástrofe del Yak, la mayor pasada por el Ejército en tiempo de paz, hasta la crisis sanitaria. «Se usa la bandera de España como patriotismo de pandereta y los verdaderos patriotas están allí», señala al monumento, donde llegó solo el pasado miércoles entre ramos de flores, de las que nunca faltan estos días.

«Aquí no se habla de la muerte como si fuera un tabú, asignado solo al dolor, y se debería hablar desde los colegios», reflexiona. «La pelea política quiere poner bandera hasta los muertos».

El archivo del juez Grande-Marlaska 

En la semana de la polémica del ministro del Interior, Fernando Grande-Marlaska, sobre el cese y dimisión de tres altos mandos de la Guardia Civil por una investigación de la manifestación del 8-M, los familiares del Yak reviven que este político cuando fue magistrado de la Audiencia Nacional archivó el proceso de la gestión del Gobierno del PP sobre el Yak. Eludió que seis mandos del Ejército fueran juzgados por la contratación de este avión.

«Le preguntaría a Marlaska qué le condicionó para tomar esa decisión, ahora que va más de abierto y sensible. Nos dio una patada y evitó la investigación de cómo se llegó a contratar ese avión y en esas condiciones», critica Gracia, quien fue portavoz de la Asociación de Familias de Víctimas del Yak (se disolvió) en Aragón. «Marlaska fue nuestro enemigo público número uno entonces y me dolió que lo nombraron luego como ministro».

Después de recibir este año los últimos restos de las víctimas desde Turquía, gracias a los forenses turcos, que los entregó para el Ministerio de Defensa y la juez María Tardón, de la Audiencia Nacional, el zaragozano José Antonio Gracia tiene claro que están cerca del final. «Es tiempo de pasar página», proclama.

«Hay que saber parar en un momento, aunque parte de la investigación no siguió. Tu cuerpo lo necesita porque sigues recordando cómo te enteraste de esta tragedia», reconoce. De hecho, a él le pasó cuando llevaba a su hijo al colegio y un amigo (Félix) le llamó para avisarle de la muerte de su hermano. José Antonio sigue emocionándose al recordarlo y Félix siempre es uno de los fijos que acude al Memorial.

«Nosotros nos quedamos sin los restos de mi hermano porque fue uno de los 30 que no los entregaron a sus familias. Y además incineramos a otro fallecido, Rafael, que no era el nuestro», rememora José Antonio Gracia. «Eso fue lo peor de todo», concluye. Se despide del Memorial y, cuando vuelva, será solo.

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