agricultura

La (gran) cosecha de cereal que viene

Las cosechadoras comenzarán a formar parte del paisaje de los cultivos de cereal. Llega la cosecha y con ella muy buenas perspectivas.

El cereal de invierno aragonés presenta una impresionante imagen a unos días de que comience la cosecha.
El cereal de invierno aragonés presenta una impresionante imagen a unos días de que comience la cosecha.
Paintec

Los campos de cereal lucen "espectaculares", como señalan los agricultores, cuando apenas faltan unos días para que comience la recolección de una de las producciones con mayor presencia en los campos aragoneses. Una impresionante estampa que hace presagiar una gran cosecha tanto en cebadas como en trigos (duro y blando), porque, aunque las organizaciones agrarias no quieren todavía echar las campanas al vuelo y concretar cifras, las primeras estimaciones de volumen y rendimientos invitan al optimismo.

Ha ayudado el clima. Cierto es que las siembras se retrasaron porque en otoño apenas había caído una gota y el suelo no tenía la suficiente humedad como recibir el grano. Mediado ya el mes de noviembre llegaron las ansiadas precipitaciones y cuando la sementera estaba cogiendo ritmo una intensas lluvias hicieron que las máquinas tuvieran que retirarse porque resultaba complicado realizar la labor con los campos anegados.

Así, la siembra se hizo interminable, desde octubre hasta entrado enero, pero las lluvias que la complicaron también aportaron beneficios.

La primavera llegó como un regalo. Y mientras la población permanecía confinada en su casa cumpliendo las restricciones impuestas por el estado de alarma para frenar la pandemia del coronavirus, las constantes lluvias no solo mojaban unas calles inusualmente vacías sino que regaban generosamente las más de 800.000 hectáreas de cultivos extensivos que se reparten por gran parte de las comarcas de las tres provincias aragonesas. Los agricultores, que no han dejado de trabajar de cumplir su labor esencial durante todo el estado de alarma, aseguran que hace tiempo que no recordaban una estación tan lluviosa, que el cereal agradecía mostrando la mejor cara y realizando el llenado de los granos de las forma mas óptima.

Pero como cada cara tiene su cruz, esas mismas lluvias han sido las causantes de la aparición de enfermedades fúngicas que han provocado algunos daños en los cultivos, especialmente en el trigo, si bien la rápida intervención y los adecuados tratamientos han conseguido que los daños no fueran a más.

Ahora la preocupación mira hacia los mercados. Sin mucha explicación que lo justifique los precios de los cereales llevan tiempo caminando en una senda bajista que amenaza con aguar la fiesta a un sector que ya comenzaba a celebrar su buena cosecha. Unas bajas cotizaciones para las que los agricultores solo encuentra una explicación: «una brutal especulación», repiten.

Y para más complicación, la campaña aragonesa viene marcada también por la crisis de Arento, que cuenta entre sus socios a cooperativas cerealistas que comienzan una recolección marcada por la incertidumbre sobre el destino (y el cobro) de sus cosechas después de que el grupo alimentario aragonés se viera abocado a presentar esta semana el concurso de acreedores.

Las cosechadoras ya han entrado en algunas de las tierras ocupadas por las cebadas. Ha comenzado la recolección del cereal de invierno en la Comunidad, aunque la cosecha entrará en su apogeo en las próximas semanas. Y lo que viene es celebrado por los agricultores, que, aunque se muestran cautos a la hora de concretar cifras sobre la producción que llenará sus graneros este año, reconocen que va a ser una buena campaña "muy buena incluso", por lo menos en cuanto a volumen se refiere.

Porque los cultivos han agradecido esa lluviosa primavera que los españoles estrenamos totalmente confinados en nuestros hogares para evitar la extensión de la covid-19. Un confinamiento que, sin embargo, permitió que la actividad agraria continuase al considerarse «esencial» para el abastecimiento de alimentos, pero también que los profesionales del campo dispusieran de los insumos necesarios para alimentar y cuidar (de posibles plagas) sus cultivos.

Desde Asaja Aragón reconocen que es pronto para asegurar cifras, pero con sus primeros cálculos esta organización agraria augura que, dependiendo de cómo terminen las siembras tardías de Zaragoza y Teruel, la producción de cereal de invierno puede llegar a superar las 2,4 millones de toneladas en toda la Comunidad. Aún más, prevén que casi la mitad de esta cantidad se recoja en los campos de la provincia de Huesca.

"Las condiciones de siembra fueron óptimas en las zonas del sur de nuestra provincia", detalla José Fernando Luna, presidente de Asaja en Huesca. Pero no tuvieron un buen comienzo, matiza, las comarcas de la Hoya de Huesca, Somontano, Ribagorza, Alto Gállego y Jacetania, en las que sementera se vio "muy condicionada" por las lluvias, que provocaron que durante todo el mes de noviembre fuera imposible echar el grano, con lo que el trabajo se retrasó hasta entrado diciembre «e incluso dejó parcelas sin sembrar».

Estas condiciones marcaron también la nascencia de los cereales. "Fue buena en zonas de Monegros, Bajo Cinca, Cinca Medio y Litera", explica Luna. Pero presentaron más problemas en las comarcas afectadas por las precipitaciones, debido a los encharcarmientos existentes en las tierras.

Fueron también las lluvias, que han caído de forma constante en primavera, las que han aliviado la situación, tanto porque han permitido el buen desarrollo del cultivo en las zonas del sur y este de la provincia oscense, como porque "han corregido en parte la mala situación de partida en el caso de las zonas del centro, norte y oeste", señala el representante de esta organización agraria.

Y esa humedad en el suelo, acompañada por una suaves temperaturas -que solo se han visto alteradas con la subida del mercurio en la primera semana de mayo- han ayudado a las cebadas y los trigos a que el llenado de granos se produjera "de forma óptima". Pero también es cierto, que esas mismas precipitaciones, advierte Luna, han propiciado la abundante presencia de malas hierbas en las parcelas y han provocado la aparición de enfermedades fúngicas que han obligado al agricultor a realizar un importante esfuerzo económico en herbicidas y fungicidas. Pese a todos estos contratiempos, "las previsiones de cosecha de cereales de invierno, tanto en cebada, trigo blando y trigo duro, son buenas, mucho mejores de lo que se esperaba al inicio de la campaña", insiste Luna.

Elevados rendimientos

"Una cosecha buena, superior a la media y en algunas zonas incluso mucho mejor". Así se prevé la campaña en UAGA, aunque la organización agraria considera que "todavía es pronto" para dar unas cifras globales, porque el volumen final dependerá de los rendimientos obtenidos en cada zona productora.

Las perspectivas son a priori más que optimistas. A simple vista ya se calculan producciones por hectárea que son notablemente superiores a lo que suele ser normal en otras campañas. "Existen zonas en Daroca en las que se pueden obtener 5.000 kilos por hectáreas, aunque también es cierto que la cifra podría reducirse a 3.000 kilos dependiendo de los daños que hayan causado los hongos", señala José Antonio Miguel, cerealista y miembro de la comisión ejecutiva de UAGA. Situación similar se repite en cultivos de Belchite o de Borja donde los rendimientos apuntan a cifras superiores a la media de dichas comarcas. Y sucede igual en Huesca, donde se podrían llegar a recoger más de 5.000 kilos por hectáreas en "muchas cebadas".

Miguel reconoce que las lluvias de abril cayeron como agua de mayo e incluso asegura que la borrasca Gloria, que en el mes de enero regó la Comunidad con abundantes e intensas precipitaciones de lluvia y nieve provocando importantes daños en algunos cultivos e instalaciones ganaderas, propició también que algunas zonas llegaran a recibir hasta 200 litros de agua, "una cantidad que no registran en todo un año".

Además, señala el representante de UAGA, "no ha habido heladas", aunque hay que contabilizar daños porque la humedad ha favorecido la aparición de hongos. Pero Miguel, que celebra las buenas perspectivas de cosecha, teme que la campaña no sea tan buena como parece. La inquietud llega desde las lonjas, donde día tras día, desde hace semanas, las cotizaciones de los cereales de invierno no dejan de anotarse caídas. ¿El motivo? El sindicalista lo tiene claro. "La pura y dura especulación", señala, porque este agricultor y representante de UAGA insiste en que el que el hecho de que haya una gran cosecha no justifica este desplome ya que España es deficitaria y consume mucho más cereal del que produce.

"El lunes el precio de la cebada en la lonja de Sevilla estaba en 144 euros la tonelada, cuando en febrero cada tonelada cotizaba a 176 euros", lamenta Miguel, que asegura que esa cantidad está ya rozando los costes de producción y, por lo tanto, poniendo en riesgo la rentabilidad de la cosecha.

El trigo duro, que hasta ahora se mantenía firme, también se ha visto arrastrado a la baja y en apenas una semana su precio ha caído un 3,7% perdiendo hasta 13 euros en un mes, según los datos de la Asociación de Comercio de Cereales y Oleaginosas de España (Accoe).

Estos precios "son una catástrofe", señala Miguel, que asegura que una bajada tan acusada "no tiene precedentes", por lo que insiste en que la única explicación que existe para esta situación es la "especulación" de las grandes grupos ganaderos y de los intermediarios.

"El problema es que las masivas manifestaciones protagonizadas por los agricultores obligaron a una modificación de la ley de la cadena alimentaria para evitar precios por dejado de costes de producción, pero esto no ha servido de nada", critica el representante de UAGA, que asegura que "no hay manera de que haya una intervención real" y lamenta que la única forma de hacer frente a estas prácticas "es que sea el productor el que denuncie a quien lo hace, con lo cual deja de comprarle".

Es cierto también que en el sector se escuchan voces que que reconocen que el desplome de los precios tienen otras causas. Una tiene que ver mucho con la situación excepcional que ha provocado la pandemia en el comercio de cereales. No parecía que iba a ser así en las primeras semanas del estado de alarma, cuando las ventas (sobre todo de harinas) se incrementaron aupadas por el acaparamiento de la población ante el temor a un desabastecimiento. Unas compras que se fueron frenando, incluso con brusquedad, con lo que los mercados volvieron en cierto modo a la estabilidad.

Pero además, la crisis sanitaria ha provocado un descenso de las ventas de producción, tanto de la que tiene como destino la elaboración de alimentos de consumo humano como la que se destina a la fabricación de piensos. Porque el cierre del canal horeca, obligado por el estado de alarma decretado por la crisis sanitaria, y la paralización del turismo ha impactado en estos precios, como lo ha hecho la abundancia de pastos -propiciada por las lluvias- con los que el ganadero puede alimentar a sus animales y reducir sus compras de piensos.

Una crisis que añade incertidumbre

Llega una buena cosecha, pero no lo hace libre de incertidumbres. A la crisis sanitaria, provocada por la expansión del coronavirus y a la crisis de precios, que empieza a alarmar al sector por un desplome de cotizaciones "sin precedentes" en los mercados de cereales, se suma ahora, justo cuando comienza la recolección, la crisis del mayor grupo agroalimentario de Aragón, Arento, cuyas dificultades financieras, afloradas a finales de 2017, le han abocado a presentar un concurso de acreedores.

Es cierto que ya se trabaja en la búsqueda de soluciones para las cooperativas afectadas. La primera y más urgente es conseguir y garantizar que la producción de las entidades socias de Arento tengan asegurado un comprador y el pago de sus cosechas. Y se trabaja a contrareloj porque las máquinas están a punto de entrar en los campos de cultivo. 

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