aragoneses en el extranjero

Un policía jubilado de Zaragoza, atrapado en Brasil: "El bicho nos fastidió el regreso"

Miguel Ayete, natural de Teruel, y su mujer, brasileña, están confinados en el estado de Bahía. Se fueron a pasar una temporada allí, y ahora la pandemia les impide volver a la capital aragonesa, donde residen ambos.

Miguel Ayete y su mujer, Eliane Freitas, de compras con su nieta Sophia en Feira de Santana (Brasil), donde están pasando esta cuarentena
Miguel Ayete y su mujer, Eliane Freitas, de compras con su nieta Sophia en Feira de Santana (Brasil), donde están pasando esta cuarentena
M.A.

El turolense Miguel Ayete y su mujer, brasileña, llevan más de dos meses confinados en el municipio de Feira de Santana, en el estado de Bahía (Brasil). "Vinimos en octubre de 2018 y teníamos previsto regresar a mitad de marzo, pero este bicho nos fastidió el regreso", asegura este policía local ya jubilado. 

Aunque llevan meses confinados en la casa familiar que tienen en Brasil, Ayete reconoce estar "a gusto" y llevar bien esta cuarentena lejos de casa. Ambos residen en Zaragoza desde hace más de 45 años, casi los mismos que este jubilado, de 72 años, estuvo de servicio en el cuerpo municipal de policía, y aunque echa de menos la capital aragonesa y a su familia, asegura no tener prisa por salir del país. 

"La situación aquí la estoy pasando como si fuese en Zaragoza, confinado en casa salvo pequeñas salidas con mascarilla. Echo de menos esas salidas, sobre todo los domingos a algún restaurante a comer, y visitar a familiares o amigos, pero mis necesidades de volver no son urgentes, salvo por atender el piso de Zaragoza, la casa del pueblo y los cariños con los nietos y la hija que tenemos ahí", confiesa este aragonés, natural de Huesa del Común (Teruel). 

Miguel Ayete y su mujer pasean con mascarilla por las calles de Feria de Santana, el municipio brasileño en el que llevan meses confinados.
El aragonés Miguel Ayete y su mujer, Eliante Freitas, pasean con mascarilla por las calles de Feira de Santana, el municipio brasileño en el que llevan meses confinados.
M. A.

Miguel y su mujer viajaron a Brasil en octubre de 2018, con la intención de pasar una buena temporada allí. Ahora la pandemia retrasa aún más su regreso, pero este policía retirado se muestra muy contento de que el coronavirus les haya pillado en Brasil. "Como estoy jubilado y mi mujer es brasileña, estamos a caballo entre España y esta maravillosa tierra, pero el cierre de las fronteras y la cancelación de vuelos directos nos ha impedido volver", relata Miguel, que asegura haberse puesto en contacto con la embajada española en Brasil para informarse de la situación. 

El municipio en el que residen se encuentra a 100 kilómetros del Salvador. Y tras contactar por teléfono con el consulado que hay allí, este turolense confiesa que prefieren esperar a que la situación mejore antes que aventurarse a hacer escalas y que aumente el riesgo de contagio al quedarse varados en cualquier otro país. "Cuando hablé con la embajada me atendieron estupendamente. Me explicaron que no había vuelos de repatriación puesto que hay combinación a través de escala. En mi caso, por ejemplo, tenía que coger otro vuelo Salvador-San Pablo para volar después a Madrid, y por supuesto el precio del viaje aumenta bastante", añade. 

Estando así las cosas, este matrimonio aragonés tiene asumido que pasará al menos un par de meses más allí hasta que puedan volar sin riesgos. En Feira de Santana, donde tienen también a parte de la familia, aseguran que apenas hay casos de coronavirus, a diferencia de las grandes ciudades del país, que se encuentran en una situación más preocupante. "Aquí el coronavirus no está afectando tanto como en España, al menos, en la localidad en la que estamos, donde por el contrario se ve a gente por las calles todos con mascarillas", explica.

Miguel y su mujer, como tantas otras familias en España, solo rompen el confinamiento para salir a comprar o a pasear, y lo hacen siempre "con precaución y con mascarilla". Él, a sus 72 años, es persona de riesgo. Cuenta orgulloso que hace 11 años superó un cáncer, y aunque están tomando todo tipo de medidas preventivas en la ciudad en la que residen, no quiere arriesgarse a volver si no es con un vuelo directo a Madrid. 

"Nosotros vivimos detrás de la secretaría Municipal de Salud. Días atrás hubo un médico de esta secretaria que murió de coronavirus. Los casos por el momento son escasos, pero por lo que se ve en la televisión van en aumento, sobre todo en Salvador, San Pablo, Río y alguna otra ciudad más en la que se debe vivir ya con miedo", afirma. 

Más allá del coronavirus, Ayete se muestra también preocupado por el futuro de la economía española. Desde que está allí, se informa a diario de la situación en España y mientras consulta por internet las posibilidades que tiene de volver a casa, sigue en contacto con familiares y amigos gracias a las nuevas tecnologías. 

"A través de Whatsapp hablo diariamente en videoconferencia con mi hija. Nosotros no precisamos ayuda para el regreso, pero a través de internet estoy al tanto para cuando haya billetes directos desde Salvador, poder ir para allá. Económicamente estamos bien. Como he dicho, estoy jubilado, y hoy por hoy nos pagan, aunque lo que se oye sobre las pensiones no es nada halagüeño", señala. 

Gracias a un grupo de Whatsapp, Miguel mantiene contacto con otros españoles que se han quedado atrapados en el país. Sabe que cada situación es distinta y, en su caso, reconoce que no les preocupa tanto la demora que ha provocado la pandemia. "Para mí, personalmente, no es nada gravoso ya que soy bastante hogareño y estoy estupendamente en casa con la familia. Ahora estamos todos juntos con la hija de mi mujer, el yerno y la nieta, y lo pasamos en grande. En cuanto al permiso para estar aquí no tengo problema, puesto que tengo concedida la Receta Federal y puedo permanecer sin prórroga hasta 2026", indica. 

Miguel Ayete, junto a su mujer, y la familia que tienen en Brasil.
Miguel Ayete, junto a su mujer y la familia que tienen en Brasil.
M. A.

Pese a todo, Miguel también tiene ganas de volver a Zaragoza, y aunque no les preocupa demasiado esta demora, puesto que estando en su situación se lo toma todo "con calma", confiesa que le gustaría "visitar a la Pilarica" y ponerle flores a sus padres en el cementerio. "Lo primero que hago es dar gracias a Dios, para que podamos salir de aquí tranquilamente, aunque sea con alguna restricción. Una vez allí, me encantaría ir los domingos a comer a un restaurante y tomarnos algún churrasquito en familia. Las esperanzas son lo último que se pierden, pero la verdad que ahora mismo veo difícil que podamos volver antes de julio", dice resignado mientras mira un vuelo de vuelta, Salvador-Madrid, para el 1 de julio. El trayecto le cuesta alrededor de 315 euros, y a partir de esa fecha -comenta- casi todos los vuelos que salen para España son directos. "Pensamos regresar a finales de julio, si nuestro presidente no hace otra prórroga", concluye este zaragozano. 

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