Un pastor de Bello al otro lado del teléfono para vencer la soledad

Un pastor aragonés cuida a sus ovejas mientras atiende por teléfono a personas que se han quedado aisladas por el confinamiento y buscan reconfortarse escuchando su voz.

Belén Delgado
Un pastor al otro lado del teléfono para vencer la soledad
Un pastor al otro lado del teléfono para vencer la soledad
Amado Lizama

"La soledad nunca la he sentido", confiesa Amado Lizama, un pastor aragonés que cuida a sus ovejas mientras atiende por teléfono a personas que se han quedado aisladas por el confinamiento y buscan reconfortarse escuchando su voz.

Lizama vive en Bello, un pueblo de Teruel de apenas doscientos habitantes, y participa como voluntario en la iniciativa "Compartiendo Soledad", impulsada por la Interprofesional del Ovino y Caprino (Interovic).

Muchas son las personas que todavía no pueden salir de sus casas, de los hospitales o de las residencias de ancianos, por culpa del coronavirus.

Con este proyecto, si sienten la necesidad de conversar con alguien, no tienen más que marcar un número de teléfono; al otro lado de la línea le espera uno de esos pastores que pasan largas jornadas en el campo con sus perros y rebaños.

Pero Lizama no es precisamente de los que se sienten solos. "Yo nunca he sentido la soledad en el campo. Siempre hay algo que controlar o en lo que fijarse: una flor, una abeja o una oveja preñada", afirma, acostumbrado a percibir los ritmos de la naturaleza.

Reconoce las ventajas de estar al aire libre: "No es como estar solo entre cuatro paredes, como cuando me ha tocado estar en el hospital recién operado. Entonces sí sientes la soledad, pero en nuestra zona el ganado suele salir por unos prados por los que pasa mucha gente".

Un pastor al otro lado del teléfono para vencer la soledad
Un pastor al otro lado del teléfono para vencer la soledad
Amado Lizama

Junto a su mujer y su hijo, Lizama saca adelante el trabajo de manejar sus 1.250 ovejas, ofreciendo un producto con denominación de origen como son los ternascos de Aragón.

En estos días de primavera, pastorea por la mañana y otro rato por la tarde hasta que anochece, una tarea que, como reivindica, no se limita a "coger un palo y salir a pasear".

"Hay que atender las ovejas, echar de comer a las que no salen,... El horario del pastor lo marca el tiempo", reflexiona Lizama, quien en verano alarga sus jornadas hasta que refresca, cerca de la medianoche, ya que durante el día las temperaturas son demasiado altas.

Hace unos días estaba en la zona de la laguna de Gallocanta cuando recibió la llamada de una señora mayor que vivía en Zaragoza, tenía movilidad reducida y no había podido salir de casa durante el estado de alarma.

"La noté muy compungida", dice Lizama, quien se quedó escuchando todo lo que ella le contaba, porque importa "casi más eso que lo que los pastores le podamos decir".

También ha hablado con un hombre que intentó arrancarle opiniones de política -esa conversación no le gustó "mucho"- y con otra mujer a la que invitó a pasar las vacaciones en el refugio de fauna silvestre que alberga esa parte de Teruel.

Sin embargo, cuando oye decir que quizás el coronavirus empuje a más gente a vivir en las zonas rurales, con serios problemas de despoblación, le cuesta creerlo.

"Es muy bonito cuando hay fines de semana en los que hay fiesta o viene un grupo de la peña, pero venir a aguantar la jornada que hacemos los del pueblo es otra cosa", asegura Lizama, tras contar que su hija se marchó a Zaragoza porque "allí había marcha".

Puntualiza que él siempre ha estado "muy a gusto" en Bello, incluso en el confinamiento, porque ha podido seguir trabajando en familia y atendiendo los animales, sin tener problema en los suministros.

Tan solo ha tenido que organizar la visita de los veterinarios, que han acudido a su explotación con guantes, mascarillas y en dos coches.

"Solo siento que desde hace dos meses no viene mi hija, y aún tardará en hacerlo, porque trabaja en la UCI y tiene miedo a traernos el corona", añade el pastor, que está llenando ese vacío con llamadas a todas horas por teléfono y mensajes de WhatsApp.

Las redes sociales, además, le permiten mantener el contacto con quienes alguna vez visitaron la comarca del Jiloca y lo conocieron por el camino.

Se trata, en su opinión, de una forma efectiva de pasar el rato, incluso para las personas que no pueden ver a nadie físicamente.

Y para los que necesiten vencer la soledad con otros recursos, aconseja hacer manualidades, pintar y coser, o simplemente volver a hablar con "aquellos amigos con los que han perdido el contacto por el paso de los años y las circunstancias". 

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