diario de una pandemia

Algo parecido a la Nueva Normalidad

Éxito es que las mesas de la cafetería se llenen antes de colocarlas en la terraza. Éxito es que haya personas oteando y se lancen a por las sillas vacías en cuanto se desocupan y antes de que se desinfecten.

Una camarera sirve y cobra una consumición en la Plaza del Pilar
Una camarera sirve y cobra una consumición en la Plaza del Pilar
Gervasio Sánchez

Éxito es que las mesas de la cafetería se llenen antes de colocarlas en la terraza. Éxito es que haya personas oteando y se lancen a por las sillas vacías en cuanto se desocupan y antes de que se desinfecten. Éxito es que la cafetera no deje de funcionar desde las primeras horas de la mañana. Éxito es que, por fin, algo parecido a la normalidad, o a lo que llaman Nueva Normalidad como si fuera una asignatura de la carrera Post Covid-19, se muestre sin tapujos en calles atestadas por miles de zaragozanos como si estuviéramos en fiestas.

Primera consumición poco después de las 8,30 de la mañana en Ceres, cafetería de la calle Antonio Candalija: dos cafés con leche y dos trozos de bizcocho casero. En un interior vacío y sombrío, la dueña Sonia Aladrén no deja de preparar cafés y tostadas mientras responde a las preguntas: “El 15 de abril cumplimos nuestro primer aniversario. Minutos después de abrir hoy las ocho mesas de la terraza ya estaban llenas”.

En un exterior repleto y luminoso Maria y Carlota, ambas estudiantes del último curso del doble grado de Derecho y Administración de Empresas, se disponen a disfrutar de su primer desayuno al aire libre. “No estamos relajadas. Es verdad que ya podemos salir a pasear, pero la sensación no es de normalidad ni mucho menos”, explica María. “He salido a comprar con mi madre algún día y siempre iba con mascarilla y guantes aunque ahora no me los he puesto al estar al aire libre”, comenta Carlota.

Una fila exterior y serpenteante ante la Basílica del Pilar va creciendo lentamente en las primeras horas de la mañana. Los fieles se lavan las manos con desinfectante antes de entrar en su interior. A las 9,30 quince personas, en su mayoría mujeres, ocupan los bancos más cercanos a la capilla de la Virgen del Pilar en un ambiente de recogimiento tan sepulcralmente silencioso que permite escuchar la respiración de algunos fieles. Hace unos minutos que ha acabado la primera misa.

María, jubilada sanitaria, se emociona al explicar que “necesitaba ver a La Virgen porque es más especial aún en tiempos tan dolorosos”. Reconoce una mezcla de sentimientos contradictorios: “Me jubilé en agosto y no he trabajado como enfermera en la pandemia, pero he estado muy pendiente de mis compañeros y, en algunos momentos, hubiera querido acompañarles”.

Ciudadanos en un cruce de la ciudad
Ciudadanos en un cruce de la ciudad
Gervasio Sánchez

En el exterior, frente a la puerta principal, José Antonio Calvo, portavoz del arzobispado, le dice a una tal María: “He rezado por tu madre, que ya me enteré”. Ignacio Ruiz, el administrador de la basílica y director de patrimonio de Cabildo Metropolitano, ha sido el responsable de abrir la basílica a las 8,30 de la mañana.

Confiesa que cuando “cerré las puertas el 14 de marzo a las 20,30 no sabía cuándo volvería a abrir sus puertas” y recuerda que en 1904 tuvo que cerrarse el Pilar durante tres días por tumultos en la ciudad. Joaquín Aguilar, deán del Cabildo, reconoce que ha lagrimeado al abrirse la basílica de nuevo al público y, también, al inicio de la primera misa que ha celebrado ante 115 fieles que, en su mayoría, han comulgado.

El Arzobispo de Zaragoza, monseñor Vicente Jiménez, atraviesa la plaza con la intención de “visitar al único sacerdote ya jubilado de la diócesis que ha sufrido coronavirus” y se para unos minutos para atender a la prensa. “¿La iglesia está de luto, Don Vicente?”, le pregunta un periodista. “La iglesia está celebrando regularmente misas por los difuntos y cada miércoles se celebra una en el tanatorio principal”, explica el prelado.

El café De Lolita es el único abierto de los ocho establecimientos de restauración que hay en la Plaza del Pilar. Todas las mesas están ocupadas. Los trabajadores llevan máscaras de plástico y guantes y limpian las mesas con desinfectante cuando se desocupan.

“No hemos parado desde la apertura. La respuesta es excelente. Estamos muy agradecidos a los ciudadanos por su colaboración y compresión ante las dificultades de trabajar con estas nuevas normas”, cuenta la dueña Lola Garcia que lleva cinco años al frente de la cafetería. “Muchos cafés y cruasanes y alguna jarra de cerveza, pero nadie ha pedido copas ni tampoco hemos servido un solo carajillo”, cuenta en pleno trasiego de consumiciones mientras recuerda que “los baños están cerrados salvo urgencias”.

Dos papeleras impiden la entrada en La Lonja con las puertas entreabiertas donde todavía está expuesta la obra de la artista burgalesa Paloma Navares titulada “El vuelo. 1978-2018”, una colaboración del Ayuntamiento de Zaragoza con el Museo de Arte Contemporáneo de Castilla y León (MUSAC). “Todavía no sabemos cuándo podremos abrir al público y el tiempo que estará esta exposición que se tenía que haber clausurado el 12 de abril”, explica uno de los trabajadores. También La Seo tiene las puertas entornadas y ni siquiera el arzobispo se atreve a dar una fecha aproximada de apertura.

Jóvenes agrupados por el centro de la ciudad
Jóvenes agrupados por el centro de la ciudad
Gervasio Sánchez

Una pareja entrechoca una jarra y una copa de cerveza antes de echar unos largos tragos refrescantes en el bar La Bungavilla, en una Plaza de Ariño golpeada por una intensa luz solar que pica como si anunciase tormenta. “Me está sentado a gloria la cerveza, el sol y también la compañía” comenta la mujer.

El hombre se queja de que la ordenanza no es muy clara. “Veo absurdo tanta distancia de seguridad al sentarse en un bar y, en cambio, te cruzas por algunas calles estrechas con personas a las que prácticamente rozas”, explica.

La verdad es que el horario por franjas para niños y ancianos, diseñado para la semana pasada, ya ha sido sobrepasado como una exhalación por la fase 1 de la desescalada. Estos dos colectivos, tan visibles hasta hace un día, se han diluido entre grupos de jóvenes que se pasean sin guardar la distancia de seguridad o adultos que concelebran agrupándose en las terrazas.

En la Plaza de España hay una sensación de demasiada gente por todas partes. “Viendo lo que está pasando no me extraña que el gobierno central tomé medidas restrictivas duras porque en este primer día de la nueva fase me da la sensación de que hay personas que ya hacen lo que les da la gana”, explica un ciudadano apoyado en la pared de Puerta Cinegia.

En las primeras horas de la mañana la vida fluye mansa y ordenada por las principales calles de Zaragoza sin incidencias y con garantías de que se cumplen escrupulosamente las medidas de seguridad. Hay horas intermedias con una intensificación notable del tránsito callejero, que coinciden con largas colas ante algunos establecimientos, y con personas que necesitan ocupar más espacio, como si se desperezasen en público, olvidando que estamos en plena pandemia. Hay un pico de hora punta, entre 12 y 13.30, de oleadas que parecen de golpe atropellar el orden ejemplar demostrado por la ciudadanía durante dos meses de confinamiento.

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