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"Superé la covid y he vuelto a trabajar, pero mi madre ha muerto"

Araceli Guerrero cuenta su experiencia desde el Hospital Miguel Servet.

Coronavirus
Araceli Guerrero, a pie de obra en el Miguel Servet.
Laura Uranga

Un domingo más. Un domingo menos... Las matemáticas también se introducen en la maldita espiral del coronavirus: 25.100 muertos en España. Y eso que hablan de las propiedades gélidas de las matemáticas... No, no y no. Estas cifras tienen cara, cuerpo, alma. Como los de Teresa, madre de Araceli Guerrero, técnico especialista en el laboratorio de Microbiología y Parasitología del Hospital Miguel Servet. Esta es su historia.

Me cuesta empezar...

También a mí...

Será más sencillo si cuenta cómo se encuentra usted ahora mismo.

Es una sensación extraña, casi contradictoria: yo superé la covid y he vuelto a trabajar, pero mi madre ha muerto. Y, lógicamente, el pesar y el desasosiego es mucho.

Magnífica síntesis...

Los dos últimos meses, las últimas semanas, han sido muy duras. El 8-M fuimos a ver a mi madre, Teresa, a la residencia de ancianos. Ese mismo día cumplía años mi hermano Domingo, que vive en Valladolid. Vinieron también mis otros dos hermanos, Benito y Miguel. Durante la semana habíamos hablado del coronavirus. Ya no solo estaba en China, ya estaba más cerca, en Italia. Recuerdo que tuvimos que hacer cola en la residencia.

¿Pasaron los tres a verla?

Nos dijeron que solo podía pasar una persona y pasé yo. Mi madre tenía 92 años. Recuerdo que le di de comer, le di un beso y me despedí. Jamás pensé que sería el último beso que le daría consciente.

¡Qué duro!

Esa misma semana, al regresar al trabajo, comencé a sentirme mal. Primero fue la garganta. Después llegaron las dificultades respiratorias y cada vez más agotamiento.

Menudo cuadro.

La sensación de malestar crecía de forma progresiva, cogí la baja y me hice las pruebas. El 18 de marzo me confirmaron el positivo por coronavirus. Antes ya me había confinado sola en casa. Mi hijo, Juan, se confinó con su novia. Tenía mucho pesar por mi madre y por mis compañeros del laboratorio del Miguel Servet, sobre todo por los cercanos a mi lugar de trabajo. Afortunadamente, fue bien y no hubo contagios.

Volvamos con su madre, sus último días con Teresa.

Llamaba todos los días a la residencia y me decían que estaba bien. Todo hasta el 6 de abril. Ese día me comunicaron que tenía febrícula. Además, disnea (insuficiencia respiratoria). La trasladaron rápidamente al hospital Miguel Servet. Se le pautó medicación. Los médicos me dijeron que quería luchar, que quería vivir. Iba bien hasta que murió el 16 de abril. El trato fue exquisito. Nos despedimos de ella. También mi hijo, Juan, que le envió un vídeo.

¿Qué decía Juan en el vídeo?

Todo lo que la quería, todo lo que ha hecho por él, por todos. Yo ya había regresado al trabajo el 11 de abril, Sábado Santo. El cuerpo ya no me dolía: me dolía el alma por la muerte de mi madre. Y eso que en el hospital hicieron todo lo que pudieron y más.

Es heroico lo de los sanitarios.

Estoy orgullosa de mis compañeros, de todo el hospital. No se le da valor a la sanidad española, quizá porque es gratuita. Es muy fácil hablar a la ligera, sin conocer los profesionales que hay. Tenemos que protegerla, cuidarla.

Esta misma semana murió un limpiador del hospital Miguel Servet por coronavirus.

Así es. El personal lo está dando todo: se doblan turnos, se trabajan fines de semana, todo el mundo se está volcando para ayudar a resolver esta grave crisis sanitaria. Afortunadamente, los datos ya van siendo mas esperanzadores, pero no podemos bajar las alertas.

Se van a relajar las normas del confinamiento por la covid-19 de forma paulatina.

No hay que bajar la alerta, repito. Nos ha costado mucho llegar hasta aquí. Hay que evitar que haya repuntes. Tiene que haber sensatez. Hay que seguir respetando las normas. Nos estamos jugando la salud, nos estamos jugando lo más preciado, la vida.

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