coronavirus

"Cuando llegué a casa, mi mujer me tuvo que ayudar a subir las escaleras"

Sergio Puértolas, ordenanza del Ayuntamiento de Zaragoza, recuerda las más de dos semanas que permaneció ingresado: "En la habitación no se ponen las noticias, para el ánimo no es lo mejor"

Sergio Puértolas, a las puertas de su casa, donde se recupera.
Sergio Puértolas, a las puertas de su casa, donde se recupera.
Laura Uranga

Cuando Sergio Puértolas empezó a tener síntomas, aún no se había decretado el estado de alarma. Empezó a tener problemas para respirar, picor en la garganta... El médico le dijo que se quedara en casa, pero fue a peor. Finalmente le mandaron al Royo Villanova y allí quedó ingresado.

"El cuadro inicial era una insuficiencia respiratoria importante, que se convirtió en grave", recuerda en su casa de Pastriz, ya casi totalmente recuperado. En su caso, el coronavirus se rodeó de una neumonía con insuficiencia grave y de una hepatitis aguda asociada. Tuvo que estar dos semanas respirando con la ayuda de oxígeno. Las consecuencias fueron que se quedó "machacado", ya que el coronavirus "te deja sin fuerzas". "A los que nos ha pegado fuerte es como si te desfondara. Cuando llegué a casa mi mujer me tuvo que ayudar a subir las escaleras", rememora.

Durante su estancia en el hospital, siempre en planta, tuvo tres compañeros de habitación, todos con cuadros muy parecidos. Allí se habla poco porque "hay pocas ganas y pocas fuerzas". "A veces poníamos la tele bajita, pero no tienes ganas de nada", cuenta. Eso sí, no ponían las noticias porque "no sirve de estímulo, para el ánimo no es lo mejor".

El móvil sí que ayudaba a ratos, porque con las visitas prohibidas es el único medio para estar comunicado con la familia y los amigos. "Con la familia ‘videohablábamos’ todos los días. Aunque no tengas muchas ganas, está bien tener contacto con ellos", dice. Sergio es un ordenanza muy querido en el Ayuntamiento de Zaragoza, y también informaba todos los días sobre su estado a un compañero, que luego pasaba ‘el parte’ al resto.

En el hospital, y sufriendo en sus propias carnes una pandemia global, es inevitable darle vueltas a la cabeza. "Los primeros días, cuando te ves más apurado, son complicados. Claro que tienes miedo, porque no ves clara la evolución", admite.

Luego, los médicos le dijeron que empezaba a mejorar, con lo que pudo comenzar "a respirar". Esa progresión le permitió quitarse a ratos el oxígeno y dar pequeños ‘paseos’ por la habitación. Finalmente, el 3 de abril le hicieron nuevos análisis y le mandaron para casa. "Inmediatamente cogí un taxi y le dije a mi mujer que iba para allí, que ni me viniera a buscar", explica.

Ahora, con 12 kilos menos que cuando ingresó, ve una evolución positiva, aunque no siempre vaya a la velocidad deseada. Quiere agradecer el interés a las personas que han estado pendientes de su estado y la atención a todo el personal del Royo, desde los médicos a las limpiadoras. "Me emociono cuando lo digo", confiesa.

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