La vida en tiempos de pandemia: Voluntarios con deberes bajo el brazo

El periodista Gervasio Sánchez se adentra en la rutina de los voluntarios que están repartiendo materiales escolares y deberes al medio centenar de alumnos del Colegio de Las Fuentes que no tienen acceso a un ordenador.

El voluntario Carlos Martínez y la profesora Toñi Hernández preparan el reparto de materiales escolares. A la derecha la directora Cristina Rubio
El voluntario Carlos Martínez y la profesora Toñi Hernández preparan el reparto de materiales escolares. A la derecha la directora Cristina Rubio
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Siempre me han gustado los colegios que parecen la ONU. Ver crecer a niños de distintas culturas, colores, religiones es enriquecedor y puede ser la mejor vacuna contra la intolerancia. Aunque también es cierto que, en tiempos de crisis como los que vivimos con la pandemia, las diferencias sociales y culturales suelen ampliar la brecha escolar.

Por ello la directora y las tutoras del Colegio Las Fuentes de infantil y primaria, situado en el distrito zaragozano del mismo nombre, llevan días preparando los materiales escolares y los deberes de medio centenar de alumnos sin acceso a un ordenador que van a ser repartidos casa por casa por voluntarios de la Coordinadora Aragonesa de Voluntariado.

Asisten al centro escolar 586 alumnos entre tres y doce años pertenecientes a decenas de nacionalidades. El sistema interno reconoce a 203 alumnos como extranjeros y hay casi otro centenar de nacidos en España de padres extranjeros que no conocen el castellano o lo hablan a duras penas.

“Nos hemos centrado en los alumnos de primaria que sólo tienen un movil en casa y deben compartirlo con otros hermanos”, explica Cristina Rubio, directora del centro escolar. Confiesa que otros veinte alumnos viven en un limbo porque “sus teléfonos no están operativos o no contestan a números desconocidos”.

Los 42 profesores (solo cinco hombres) han dedicado largas jornadas a diagnosticar las necesidades reales de sus alumnos. Algunas familias han comprado cargas con datos para que varios hijos puedan compartir el móvil y seguir los distintos cursos por internet. Han puesto en conocimiento de los servicios sociales del Ayuntamiento de la situación de extrema necesidad en la que viven al menos unas treinta familias al quedarse sin ingresos.

Unos 120 de los 190 alumnos que acudían al comedor tienen becas de la Diputación General de Aragón y otros 10 del Ayuntamiento de Zaragoza. Tras decretarse el confinamiento, los padres de esos niños recibieron la dotación económica que representa ese gasto al mes hasta el 15 de abril. 72 euros por el primer hijo y 42 euros por el segundo y cada uno de los restantes en un colegio donde suelen estudiar los integrantes de familias numerosas.

Profesoras del colegio preparando los envios
Profesoras del colegio preparando los envios
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“Hemos recibido en marzo de 2020 el presupuesto para el funcionamiento interno del colegio y las becas de comedor desde el inicio del curso en setiembre del año pasado y mediados de este mes de abril. Todavía no sabemos nada de la partida necesaria para el resto del curso”, cuenta la directora mientras recibe en apenas media hora tres llamadas de familias que necesitan un nuevo ingreso de las cuotas de comedor para que sus hijos puedan comer este mes.

¿Cómo se defienden económicamente de estos desbarajustes presupuestarios? “Sin gastos extraordinarios, haciendo menos fotocopias y dejando a deber facturas a la empresa del comedor durante meses”, contesta a la pregunta Toñi Hernández, del equipo directivo del colegio.

Paz Solances, tutora de quinto curso, asegura que el confinamiento ha obligado a los profesores a trabajar más que nunca. “Hacemos clases presenciales o las grabamos y la subimos a Telegram y casi el 100% de los alumnos las visualiza”, explica la profesora aunque puntualiza en términos vinícolas que “los 75 alumnos de mi curso son de un añada muy buena”. Las tareas se mandan al correo del alumno y se reciben de la misma manera. Pero “la valoración siempre es cualitativa, no cuantitativa”, concluye.

Carlos Martínez es uno de los voluntarios que realiza este primer reparto entre escolares. Hace dos años creó junto a su pareja una pequeña empresa llamada Pequeño da Vinci para realizar proyectos educativos, actividades y formación desde la cooperación y la creatividad. El día que empezó el confinamiento perdió un contrato laboral en un colegio y desde entonces sus ingresos se han reducido a cero.

Su entusiasmo como voluntario es digno de admirar. Hace dos semanas participó en un reparto piloto en otro colegio que funcionó muy bien. También ha trabajado como voluntario en la recogida de mascarillas realizadas por voluntarias y ha participado en su redistribución.

Varias profesoras y un profesor organizando las carpetas de los alunmnos
Varias profesoras y un profesor organizando las carpetas de los alunmnos
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“Organizar las rutas es lo más complicado pero acabo de conseguir un aplicación llamada Route XL que es capaz de darme los itinerarios más rápidos con múltiples direcciones”, explica.

En el primer portal toca el timbre y baja la madre al rellano a recoger el material escolar de un niño de 10 años. “Soy incapaz de manejarme con el ordenador y no tenemos una impresora en casa”, se justifica. Se queja del descontrol de horarios. “Son tantas horas en casa que los niños no saben qué hacer. Es como si fuera verano: deseando que empiece el curso en setiembre para que se imponga un poco de orden”, comenta.

G., rumana de 10 años y en quinto curso, está feliz desde que supo que podrá salir a pasear cada día un rato a partir del 27 de abril. Cuenta con entusiasmo que “lo primero que haré será ir a unos grandes almacenes para comprarme un tiñe para el pelo”. Su madre, embarazada de apenas unas semanas de su segunda hija, sigue la corriente a la cría.

La situación en casa de R., también rumano de diez años y en cuarto de primaria, es más complicada. “Estamos jodidos porque aquí nadie trabaja y sobrevivimos del Ingreso Aragonés de Inserción que se nos va en pagar los gastos fijos de la casa”, comenta el padre.

La madre de una niña de 12 años baja las escaleras a pie para recoger los trabajos. “Tiene un déficit de atención por hiperactividad y ha sufrido tres ataques de ansiedad desde que empezó el confinamiento”, resume sin saber qué hacer.

Carlos es uno de “los 94 voluntarios que han pedido una certificación para desplazarse fuera de su domicilio y recibido una capacitación para evitar que asuman riesgos personales o perjudiquen a las personas beneficiadas”, tal como cuenta María Ríos, presidenta de la Coordinadora Aragonesa de Voluntariado, formada por 89 asociaciones y fundaciones y 20.000 voluntarios, volcados en apoyar decenas de proyectos.

Llevan semanas haciendo la compra y el reparto de productos alimenticios y farmacéuticos a personas mayores, distribuyendo material de protección a voluntarios e infectados de Covid-19 que permanecen en sus domicilios y conviven con familiares con alto riesgo de contagio, escribiendo cartas para animar a pacientes hospitalarios que no pueden recibir familiares.

“Hemos tenido que concienciar a voluntarios que quieren mantener la proximidad con las personas que atienden a pesar de la situación de alarma en la que vivimos y conseguir que las personas que se desplazan vayan con las acreditaciones adecuadas para no ser penalizadas por la policía”, enumera la presidenta.

El profesorado del Colegio Las Fuentes ha evitado que sus alumnos más desfavorecidos se queden aislados del sistema escolar, multiplicando el número de horas de, y voluntarios como Carlos reparten los deberes bajo el brazo, olvidando por unas horas sus propios problemas laborales

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