EN PRIMERA PERSONA

Diario de un confinamiento: El sindiós de los peinados

Día 32. Greñas, cardados caseros, calvas tapadas, destintes… Los padres merecen un aprobado general en sus nociones de Llongueras

Chacka Kahn en los 70, Fernando Simón ayer y Joe Exotic siempre.
Chacka Kahn en los 70, Fernando Simón ayer y Joe Exotic siempre.
Heraldo

Mensaje de mi madre: “Papa me ha cortado el pelo”. Estoy aturdido. Mucho. Primero porque no veo a Benedicto XVI igualando flequillos, pero -cuando caigo en la cuenta de se ha dejado la tilde- aún me parece más extraño que ella, tras tropecientos años de matrimonio, llame a mi progenitor “papá” o “Papa”, igual da. El caso es que no adjunta foto, es solo un lacónico texto, lo que me da pie a pensar que la operación no ha sido del todo exitosa. Además, no sé qué útiles de peluquería habrá por casa: tijeras, navajas, planchas... ¡y una vieja maquinilla eléctrica que pasamos al perro!

El tema ‘coiffeur’ lo había esquivado hasta el momento pero ya no lo puedo sortear más. En los balcones veo a señoras con cardados propios del payaso Krusty y en la fila de la panadería abundan jubilados con un inconfundible estilo Anasagasti. Ya saben, un poco Pepe Oneto, pero arremolinado sobre la calva. Yo tampoco puedo presumir, es cierto, luzco unas greñas peores que las de Joe Exotic, aunque a él le quedan mejor porque combinan con sus dientes de oro.

El que más me preocupa, no obstante, es la luz que nos guía. Sí, Fernando Simón, que no sé si habrán visto, pero desde que volvió a la escena pública lleva unos tirabuzones con los que se podría hacer un perfecto picaporte fragatino. Hay roscas de falleras con menos pelo que lo que este señor lleva ya en la cabeza. Quizá Sánchez en aquel amago de mantener las peluquerías abiertas en el estado de alarma hubiera hecho un favor a la galantura de la melena española y, de paso, también a los padres que hacen sus pinitos de Llongueras estos días. Oye, aprobado general para ellos también, o promoción, o pase de curso, o lo que sea… Que se pongan ya con los tintes y depilaciones.

Me videollama una amiga y -créanme- no la reconozco. Me parece Chaka Khan recién despertada de una noche de resaca en los setenta. Ella, que era de humilde corte ‘a lo garçon’, hoy es una afro albina confinada. “¿Qué demonios has hecho?”. “Experimentar”. “¿Por qué?”. “Tenía que gastar las mascarillas que regalan en las revistas y resulta que una era encrespadora, la otra alisaba, la tercera exofiliante, yo qué sé...”. “¿Pero cuántas te ha puesto?”. “Entre doce y treinta y siete millones”. Me dice que en el fondo le gusta cómo le queda y que ahora se va a echar laca. Dudo que con un bote tenga suficiente. Temo que pueda acabar en nube intoxicada. No obstante, me alegra ver que está animada, que tiene fuerza, que es muy sansona. Ahora, que si mañana se rapa, tampoco me extrañaría nada.

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