servicio esencial

Las otras heroínas de las que nadie habla

Las últimas en todo. Desprotegidas, invisibles y solas. Así se han visto muchas de las trabajadoras de la limpieza en centros sanitarios y residencias. Obligadas a atender, además de su trabajo, el de las compañeras que han tenido que cogerse la baja contagiadas o exhaustas, piden al Salud que en los próximos pliegos se acuerden de ellas, que contrate a más y no escatime en un servicio esencial

Una limpiadora trabajando con los medios que puede en centros sanitarios
Una limpiadora trabajando con los medios que puede en centros sanitarios
S. E.

Con agua, lejía y sus manos. Sin apenas protección y echándole valor. Así afrontaron las cerca de 1.200 limpiadoras del Salud los terribles primeros días del coronavirus. «Consideradas personal de bajo riesgo y ante la escasez de mascarillas, no les daban equipos», denuncia Ana Urbano, de la Federación de Servicios, Movilidad y Consumo de UGT Aragón. «Me llamaban desesperadas. ¿Qué hacemos?. Tenemos que entrar a limpiar. Nos podemos infectar», recuerda esta delegada sindical que le decían las compañeras. A ella, como trabajadora en el Psiquiátrico de Zaragoza, también le tocó lidiar con situaciones muy comprometidas. «Allí estamos 20 y todas tuvimos que cumplir y trabajar como podíamos con bolsas de basura, mascarillas de tela y batas, que luego se acabaron».

A la mayoría de empleadas de la limpieza, asalariadas de contratas del Salud, al pedir equipos de protección (EPI) sus empresas les contestaban que no tenían, que lo centralizaba todo el Salud. Muchas se vieron completamente solas y sin protección.

«¡Ojalá! se acuerde de nosotras el Gobierno de Aragón cuando saque el próximo pliego de condiciones de la limpieza en centros sanitarios. Y que no incluya ni un recorte más», confiesa una trabajadora del Clínico. «En 2017 ya nos quitaron personal. Ahora estaremos escasamente 150 y el trabajo es brutal. No es solo que nos toca a más sino que hay que desinfectarlo todo muchas veces. Hay compañeras ya con cierta edad que no pueden llevar este ritmo. Algunas se han cogido bajas y no las cubren», denuncia. «Claro que tenemos miedo, ya no por nosotras, sino por nuestras familias, pero aquí estamos bregando día tras día». 

Esta limpiadora del Clínico valora que ahora les den las gracias, pero recuerda que con eso no basta. Exige a los responsables , en las empresas privadas de limpieza y en el Salud, «que se pongan por una vez en su lugar» y se aten las manos cuando piensen en adelgazar otra vez un servicio esencial». Más allá de que comprendan por lo que han pasado -ritmos de trabajo ingentes, muchos nervios y tensión al tener que pelearse con enfermeras, auxiliares y supervisoras para conseguir una mascarilla-, pide solo una cosa: «No más recortes en Sanidad y que contraten, que buena falta hace».

«Las limpiadoras se han visto muy solas. Como siempre, invisibles y desprotegidas. Más si cabe en las residencias, abandonadas a su suerte», denuncia Irene Cuartero, de OSTA. «No todo se puede privatizar. Hay servicios esenciales, más allá del margen de beneficios, como Sanidad y atención a mayores», recuerda esta sindicalista, que critica la «absoluta indefensión» en que se han visto todas las limpiadoras sin excepción.

«La primera semana me iba a casa cada noche llorando de impotencia», confiesa otra limpiadora de un centro de salud de Zaragoza con 35 años de trabajo a sus espaldas. «Fue horroroso. Venía gente sin parar y no dábamos abasto. Después, médicos y enfermeras establecieron ya un triaje, pero al principio era un sinvivir. No parábamos de limpiar con lejía una y otra vez, todo de arriba a abajo, desde teléfonos a mesas, sillas, suelos... y haciéndolo con miedo porque este virus se transmite muy rápidamente». Aunque reconoce que desde entonces les han puesto algún refuerzo, advierte que «hay horas recortadas que nos quitaron antes de esto y que no han repuesto». Prefiere pensar que cuando esto pase «no olvidarán lo ocurrido: a todos nos hubiera afectado menos si no hubieran permitido tanto recorte».

«Te ves sola, que todo es para ti, te echas unos lloros y sigues limpiando», confiesa otra profesional veterana en una residencia que prefiere no dar su nombre. «Somos lo último de lo último», dice.

«El recorte de personal ha sido bestial. Ya antes de que empezara el coronavirus, estábamos bajo mínimos», critica Ana Urbano, de UGT. «Han amortizado muchos puestos de trabajadoras que se jubilaban y ahora buscan gente y no la encuentran. No me extraña. Para cubrir bajas del Clínico están haciendo contratos de 15 días».

Yolanda Martín, delegada de CC. OO. y trabajadora del hospital Miguel Servet, explica que «lo que más le fastidia es que no nos pongan como personal de riesgo cuando el paciente a veces te estornuda encima o te toca». Reconoce que «una vez más las han hecho sentirse fuera de todo». Al ser contratadas por empresas privadas, éstas se excusaban en que pedían material al Salud y no les daba. «El problema no son las empresas sino el Salud. Antes había mucho más personal y esto nos ha pillado recortados». Por eso, advierte, «es básico exigirle al Gobierno de Aragón que en los próximos pliegos, en abril de 2021, incluya las plantillas necesarias para que las limpiadoras no tengan que volver a pasar por esto».

Ana Isabel Salvador, delegada de OSTA y limpiadora en un centro de salud, recuerda «haber reivindicado siempre que una empresa pública se ocupe de la limpieza en centros sanitarios». Y recuerda la petición al Justicia de Aragón de mediar en el próximo concurso que licite la DGA para que no escatime medios en limpieza ni en salud. Precisamente, este pasado martes, día internacional de la Salud, algunas limpiadoras se asomaron a la ventana de sus centros proclamando ‘vivas’ a la Sanidad Pública y contra los ‘recortes que matan’.

Profesional del sector desde hace veinte años, Yolanda Martín reconoce que han reforzado algo las ucis en el Miguel Servet. «Se han visto obligados a poner a dos personas más para limpiar, pero se están viendo negros para encontrar limpiadoras». Bajo ningún concepto entiende que «les digan que no son personal de riesgo como médicos, enfermeras o auxiliares». «Estamos entrando en boxes de urgencias, en habitaciones de enfermos. Trabajamos en un hospital y todos somos necesarios».

«¿Por qué les cuesta tanto proporcionarnos EPI?», se pregunta Olga Yebra, otra trabajadora de este mismo hospital y delegada de UGT. «Nos van dando mascarillas pero con cuentagotas», admite. «Al principio, cuando llegaban muchos pacientes positivos en coronavirus ni siquiera nos daban las quirúrgicas; veíamos que las tenían guardadas solo para personal sanitario» y a fuerza de batallar «han ido abriendo la mano». Por si fuera poco, añade, «la basura que hasta ahora echaban en cubos, como ya no quedan, han de depositarla en cajas que les hacen montar y sacar a las limpiadoras, sin ver que no pueden más y que el cartón se rompe y se moja».

La dureza de lo que viven a diario solo ellas lo saben, asegura Irene Cuartero, de OSTA, que hace una mención especial a las de residencias: «La información que se está trasladando de forma pública no se corresponde a la situación real en estos centros», denuncia, y urge a la DGA a subsanar «la falta de EPI, el retraso y escasez en la llegada de tes de control de contagio y la insuficiente atención a los mayores por las numerosas bajas por el Covid-19». Poniendo el acento en unas residencias, en su mayoría «no medicalizadas ni preparadas para semejante pandemia», Cuartero pide «la derivación inmediata de ancianos que den positivo a centros de aislamiento de la DGA para evitar mayor propagación y afección de la que ya sufren».

«Lo que no te quitas es el miedo. Te lo llevas puesto a casa»

«¿Cuándo acabará esto», se preguntan las limpiadoras. No solo es que estén trabajando un día tras otro sin parar, muchas veces con pacientes aislados, y en la más completa soledad. «No creo que valoren nunca nuestro trabajo. Ya ni lo esperas. Es que ni siquiera te den la posibilidad de hacerte el test», explica Olga Yebra, de UGT. «Están en un hospital, el Servet, y al ser empleadas de una empresa privada, las mandan al Militar a ir con su coche a esperar su turno, cuando pueden estar tan afectadas como cualquier personal sanitario».

«Las últimas en todo». Así se sienten las profesionales de la limpieza. Una de ellas, que trabaja desde hace 27 años en un residencia, donde se atiende a unos 150 ancianos, asegura que con coronavirus o sin él siempre han sido cuatro las limpiadoras. «Tenemos mucho más trabajo y de medidas de protección, algo nos llega pero muy justico», afirma. «Muchas han cogido la baja por miedo y a la que se pone mala, no la reponen», critica y siguen «olvidadas y trabajando a saco». «A duras penas llegamos», asegura, confiada en que «cuando pase esto, todos seamos un poco más humildes, no vengan con más recortes y devuelvan a la Sanidad lo que le han quitado».

«Estoy en un centro de salud y la verdad sea dicha, cero protección», reconoce otra limpiadora. «Los primeros días fueron horrorosos. Parece que empiezan a darnos alguna mascarilla, pero con cuentagotas. A base de agua, lejía y las manos despellejadas vamos resistiendo». Lo que no te quitas, confiesa, «es el miedo te lo llevas puesto a casa no por ti sino porque los que te esperan. Hay días que estas muy desmoralizada y solo te dan ganas de llorar porque ni siquiera nos quieren hacer el test». Solo pide esta profesional que cuando saquen los pliegos de la limpieza el próximo año «se acuerden de esto y no vengan con más recortes; dónde está la humanidad que es lo que más falta hace ahora?», se pregunta, denunciando por ella y por todas «estar abandonadas de la mano de Dios», aunque «orgullosa del trabajo que estamos haciendo». A ver, pide, «si se dan cuenta de que somos importantes, que si yo no limpio la consulta el médico no puede trabajar», señala.

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