Por
  • Vicente Jiménez Zamora

"Resucitó Cristo, mi esperanza"

Los niños bailan jotas en la plaza del Pilar delante de la figura de Jesús Resucitado.
Los niños bailaron jotas el año pasado en la plaza del Pilar delante de la talla del Resucitado.
Oliver Duch

¡Feliz Pascua de Resurrección! Llegue a todos vosotros la voz exultante de la Iglesia, con las palabras de la antigua secuencia de Pascua: «Resucitó Cristo, mi esperanza». Es el mensaje de María Magdalena, la primera mujer en encontrar a Jesús resucitado en el alba de la mañana de Resurrección. Ella corrió hacia los otros discípulos y, con el corazón sobrecogido, les anunció: «He visto al Señor» (Jn 20, 18).

Nosotros que hemos atravesado el desierto de la Cuaresma en medio de una espantosa pandemia del coronavirus, entre miedos, enfermedades y muertes, y estamos todavía sobrecogidos por la incertidumbre del futuro, hoy queremos abrir la puerta de nuestro corazón al grito de victoria: «¡Ha resucitado el Señor! ¡Ha resucitado verdaderamente!».

Un pequeño virus infecta a todo el mundo y lo cambia. Pero nuestra fe no cambia. La fe en los tiempos de angustia puede crecer. ¿Cuál es el sentido de la pandemia? No lo entendemos, pero la emergencia sanitaria no es un castigo de Dios, «porque Dios no ha hecho la muerte, ni se complace destruyendo a los vivos» (Sab 1, 13). En estos días es necesaria la fe, la esperanza y el amor.

Al alba del primer día de la semana, María Magdalena se encontró el sepulcro vacío. Después Jesús se le manifestó primero a ella, después a las otras mujeres y a los discípulos. La fe renace más viva y más fuerte que nunca, ya invencible, porque está fundada en una experiencia decisiva: «Lucharon vida y muerte /en singular batalla, / y, muerto el que es la Vida, / triunfante se levanta».

Las señales de la Resurrección testimonian la victoria de la vida sobre la muerte; del amor sobre el odio; de la fortaleza sobre la debilidad; de la misericordia sobre el pecado: «¿Qué has visto de camino, / María, en la mañana?» / «A mi Señor glorioso, / la tumba abandonada, / los ángeles testigos, / sudarios y mortaja. /¡Resucitó de veras / mi amor y mi esperanza».

La Resurrección de Cristo es la fiesta de lo nuevo, que cambia la condición del hombre y del mundo. Entonces, Jesús resucitado es alguien de quien podemos fiarnos de modo absoluto, y no solamente confiar en su mensaje , sino precisamente confiar en su Persona, porque Jesús resucitado no pertenece al pasado, sino que está presente hoy, vivo en medio de nosotros. Cristo es esperanza y consuelo de modo particular para nuestras comunidades cristianas y para cada uno de nosotros como fuerza de esperanza a través de su Iglesia, también hoy en medio de la prueba de esta epidemia desoladora.

En la Pascua todos renacemos como hombres nuevos. Imploremos al Señor que en este tiempo pascual, abandonemos al «hombre viejo» que anida en nuestro interior para dejar crecer al «hombre nuevo», imagen de Jesucristo. Los dos discípulos de Emaús, que contemplaban la realidad con tintes negros y estaban totalmente desalentados, empezaron a cambiar su modo de ver y actuar cuando acogieron al caminante misterioso, que era Jesús resucitado. Ello supieron reconocerlo en la fracción del pan (la Eucaristía), después de arder su corazón mientras les explicaba por el camino las Escrituras. Y dieron testimonio del Resucitado a los Once, a la Iglesia naciente, a la comunidad de la que se habían alejado y a la que regresaron alentados por una fe llena de luz y esperanza.

El tiempo pascual se extiende durante cincuenta días hasta la solemnidad de Pentecostés. Aprovechemos este tiempo, que la Iglesia nos ofrece para que germine en nosotros esa vida nueva, que Dios nos regala en su Hijo, vencedor del pecado y de la muerte y vive para siempre. ¡Feliz Pascua de Resurrección para todos!

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