Agroalimentación

El gran (y muy solidario) ejército que nos alimenta

Siempre lo han sido, pero con el estado de alarma se han convertido más que nunca en esenciales.

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Mayoristas de Mercazaragoza.
A.Z.

Desde que comenzó la batalla contra el coronavirus, el sector de la alimentación se ha convertido en uno de los grandes protagonistas. Como ha hecho siempre, ahora más que nunca se ha situado en uno de los frentes imprescindibles, el de asegurar el abastecimiento de alimentos a una población que se ha visto obligada a confinarse en sus casas para contribuir a evitar la propagación del Covid-19. 

Agricultores y ganaderos, cooperativas, industria alimentaria, comercio mayorista, pequeños empresarios de la alimentación y grandes cadenas de distribución, pertrechados tras exigentes medidas de seguridad para evitar los contagios, forman un gran ejército, siempre "esencial", pero ahora más que nunca calificado como tal, y del también forman parte el transporte, los centros de logística, las industrias de nutrición animal, veterinarios, responsables de plagas, ingenieros agrónomos y agrícolas y ese largo de etcétera de empresas y negocios que forman parte del complejo agroalimentario. Es difícil dar una cifra concreta de los efectivos que lo forman, pero se cuentan por decenas de miles, que con calor o frío (incluso nieve como días pasados), en lunes o en domingo y con el inevitable temor a ser sacudido por la enfermedad salen todos los días a la calle para alimentar a una sociedad en cuarentena.

No solo se han centrado en su trabajo. Han formado también una legión de activos comprometidos con los situación. Primero insistiendo, con vídeos que han viajado por las redes sociales, que no había que preocuparse por el suministro, que no era necesario comprar de forma compulsiva y que nada faltaría en los comercios ni en los lineales. Y después mostrando su lado más solidario. Han ofrecido su maquinaria agrícola para la desinfección de los pueblos o se han puesto manos a la obra para coser mascarillas. Han aportado recursos para conseguir los demandados equipos de protección y, cómo no, han donado parte de sus producciones, tanto en fresco como elaborados.

La inminente noticia de que España iba a decretar el estado de alarma, como así ocurrió el pasado 14 de marzo, para evitar la expansión del coronavirus que ya comenzaba a dejar preocupantes cifras por todo el país, desató una locura compradora entre los ciudadanos, preocupados por una posible falta de alimentos y otros productos de primera necesidad.

Fue el sector agroalimentario uno de los primeros en lanzarse a enviar mensajes de tranquilidad a los ciudadanos asegurando que el campo y la granja seguían en marcha -como lo harían el transporte, la industria alimentaria, el pequeño comercio de la alimentación y las grandes superficies-, por lo que no había que preocuparse por un abastecimiento seguro.

Las cifras demuestran que esas llamadas a la calma no eran solo un intento de aliviar el temor desatado en los hogares ante una excepcional situación nunca antes conocida. Porque, como han insistido siempre las voces más autorizadas del sector, Aragón, con poco más de 1,3 millones de habitantes, produce lo suficiente para alimentar a más de 12 millones de personas.

Según las cifras de las altas a la Seguridad Social en los dos régimenes en los que se encuadran los profesionales agrarios, 18.000 agricultores y ganaderos trabajan todos los días en producciones que ocupan más de 1,8 millones de hectáreas. Tienen mayor presencia los cereales, con cuya producción y superficie la Comunidad se convierte en una de las principales potencias productoras, pero en sus tierras también se cultiva arroz o forrajes. En los secanos y regadíos aragoneses también sobresale la producción de almendro -70.000 hectáreas y más de 16.000 toneladas- y una extensa superficie de frutales con las más variadas especies (melocotón, nectarina, paraguayo, ciruela, cereza, albaricoque, pera y manzana), que sitúan a la Comunidad en el podio de las regiones productoras.

Hay también olivar -con cuyos frutos se elabora aceite virgen extra de reconocida calidad- y viñedo, que permite pasear por el mundo las más afamadas producciones vinícolas que salen de las bodegas y cooperativas aragonesas. Y más de 11.000 hectáreas están ocupados por cultivos hortícolas que producen anualmente 265.000 toneladas de verduras y hortalizas.

Aragón cuenta además con un potente sector ganadero, liderado por el porcino (4.441 explotaciones y casi 7,8 millones de cerdos), pero en el que también arroja datos significativos el ovino (4.774 explotaciones que producen 13.224 toneladas de carne), el bovino de carne (4.146 granjas y una producción de 26.876 toneladas), la avicultura (más de 450 explotaciones y 1.716 toneladas de carne) o la cunicultura (3.826 explotaciones que producen 2.544 toneladas).

Aragón también produce huevos (nada menos que 138 millones) y miel, que se extrae de las más de 117.000 colmenas distribuidas en 1.662 explotaciones, sin olvidar la producción de leche, un sector en el que apenas hay 50 explotaciones en Aragón, que, sin embargo, puede presumir de contar con dos de las granjas mayores y más tecnificadas de España.

Una gran parte de esta producción se canaliza a través de las cooperativas, cuyos números también contribuyen a reforzar esas llamadas a la tranquilidad. Existen en Aragón 160 cooperativas, que integran a 14 sectores diferentes, que aglutinan a más de 45.000 socios y emplean a más de 3.000 trabajadores. Su papel es esencial no solo por su trabajo sino por su situación. Están situadas, como no podía ser de otra manera, en el medio rural -en algunos casos son la única empresa de la localidad-, donde generan riqueza y empleo y fijan población.

Repartida también por todas las comarcas de Aragón, la Comunidad cuenta con una potente industria alimentaria que ha tenido que reorganizar a su plantilla y sus turnos para seguir manteniendo el ritmo de producción pero, eso sí, asegurando la salud de sus trabajadores que guardan la distancia social exigida y cumplen a rajatabla las medidas sanitarias para contribuir desde sus puestos de trabajo a frenar la expansión del virus. Son más de 18.000 los empleados que ocupan las 1.042 industrias de la alimentación, que se reparten por todas y cada una de las comarcas aragonesas. Y las hay dedicadas a las más diversas producciones, desde las potentes cárnicas, con el porcino y sus derivados a la cabeza, como las dedicadas a la elaboración de aceite, vino, pastas alimenticias, repostería, cacao y derivados, lácteos, encurtidos y aceitunas, cerveza, pan, aguas minerales y bebidas refrescantes, harinas y derivados.

Y para que todos estos alimentos lleguen a las despensas de los consumidores, este ejército de la alimentación cuenta también con aliados. Son miles los de transportistas y trabajadores de centros logísticos, los mayoristas y minoristas de Mercazaragoza, los empresarios del comercio de la alimentación y los trabajadores de los supermercados e hipermercados que existen en la Comunidad.

Más que alimentos

Desde que se decretara el estado de alarma en España, el sector agroalimentario aragonés, que también ha sufrido el impacto del Covid-19 provocando una crítica situación en muchas de sus explotaciones, no solo se ha empleado a fondo para responder a las demandas de la sociedad que lleva ya encerrada en su casa tres semanas. También ha arrimado el hombro (y sus recursos económicos) para ayudar a aquellos sectores que están en primera fila luchando contra el virus.

En el mismo momento en el que se hacía pública la falta de equipos de protección para sanitarios, las industrias del sector sacaron de sus almacenes los stock de guantes y mascarillas (que utilizan habitualmente para garantizar la seguridad alimentaria) y las donaron a los que más las necesitaban. Ha habido profesionales agrarios que han cogido aguja e hilo y se han enfrascado en la confección de mascarillas respondiendo a las peticiones de las residencias del medio rural. Y fueron también los agricultores, capitaneados por las cooperativas y los ayuntamientos, los que dieron un paso al frente para ofrecer las máquinas con las que sulfatan sus campos como herramienta de desinfección de las vías públicas de sus pueblos.

Los que han podido han aportado dinero, importantes desembolsos con los que se han unido a la iniciativa ‘Aragón en marcha’ para adquirir equipos de protección en China o los que han reconvertido sus producción de alcohol en materia prima para la elaboración de hidrogeles.

Y han sido numerosas las iniciativas agrícolas, ganaderas, de las industrias alimentarias o de los comercios de la alimentación que han transformado sus producciones en solidaridad, para que no faltara alimentos en centros de salud o residencias o para endulzar los momentos más amargos de los hospitales.

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