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Recuperados en Aragón: nueve pruebas de que se puede doblegar al coronavirus

En la Comunidad ya se han dado más de 440 altas a enfermos con Covid-19. Los que lo han vencido son más, ya que muchos ni siquiera fueron diagnosticados. Todos lanzan un mensaje: se puede ganar al virus.

Llum Andrés, enfermera del Hospital Clínico, se ha recuperado del coronavirus y ya ha vuelto a trabajar.
Llum Andrés, enfermera del Hospital Clínico, se ha recuperado del coronavirus y ya ha vuelto a trabajar.
Heraldo

Encarna Buisán, vecina de Biescas, salía el pasado martes del hospital San Jorge de Huesca tras doblegar al coronavirus a sus 101 años. Su hija Mari Carmen, también recuperada, lanzaba un mensaje en su nombre: "Esta enfermedad se cura, hay que luchar". La historia fue como un soplo de esperanza, ahora que los muertos en España a diario casi se cuentan de mil en mil

En efecto, es posible salir del coronavirus. De hecho, es lo más probable si se tiene en cuenta la estadística. Oficialmente, en Aragón ya hay más de 440 recuperados. Fuera de la contabilización administrativa hay muchos más, ya que existe un número indeterminado de casos –que no es pequeño– que nunca llegaron a ser diagnosticados, por lo que tampoco figuran como recuperados.

El coronavirus ha mostrado su peor cara en las personas mayores y en las que arrastraban problemas previos, pero para muchos los síntomas han sido leves. Para algunos, incluso inapreciables. Eso sí, cuando han aparecido han sido de lo más variado. Dolor de cabeza, fiebre, insuficiencia respiratoria, tos seca, malestar general, dolores musculares, gastroenteritis... la enfermedad se ha manifestado de diversas maneras en los pacientes

Muchos de los consultados en este reportaje señalan, eso sí, que el proceso suele ser largo. Que aunque los síntomas no sean demasiado agresivos, se prolongan durante varios días, ampliamente por encima de la semana en algunos casos.

Por eso, coinciden en lanzar un mensaje a quienes tengan el coronavirus o piensen que lo pueden tener: paciencia. Tranquilidad y, por supuesto, respetar las medidas de aislamiento que recomiendan los médicos. Un confinamiento particular en casa dentro del confinamiento general de todo el país. Un régimen de convivencia en el hogar que hace que los enfermos apenas vean a sus familias pese a vivir bajo el mismo techo, que se impongan horarios para pasar por la cocina a comer y que convierte a la lejía en el mejor aliado para que el resto pueda esquivar la enfermedad.

Sebastián Medina, médico de la UCI de Teruel, en el Obispo Polanco.
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Sebastián Medina: "Descontaba los días del periodo de incubación en mi familia como un preso"

Sebastián Medina, médico de la unidad de cuidados intensivos (UCI) del hospital Obispo Polanco de Teruel, recuerda que "cayó enfermo" por coronavirus el 15 de marzo. La fiebre se le disparó hasta 39 grados y le dolía la cabeza, pero lo peor de todo fue la mialgia –dolor muscular generalizado–. El test al que fue sometido confirmó al día siguiente que estaba infectado por el Covid-19. No fue necesaria su hospitalización, pero permaneció en casa aislado hasta el pasado miércoles, cuando, una vez superada la enfermedad y sin riesgo ya de ser transmisor, volvió a su puesto de trabajo. El intensivista recuerda que, al reincorporarse, fue muy bien recibido por sus compañeros, aunque sin tiempo de celebraciones se puso "de inmediato a trabajar", porque estos días de alta ocupación "una mano más viene muy bien" en cuidados intensivos.
Medina explica que su primera reacción al confirmarse su contagio fue pensar en su familia ante el "miedo" a contagiar a su mujer y a su hija, lo que, afortunadamente, no ocurrió. Sin embargo, mientras pasaba la quincena de posible incubación de la enfermedad en su entorno familiar, "descontaba los días como los presos", hasta que, finalmente, pudo descartar la transmisión del coronavirus a sus seres queridos. Además, el test al que fue sometida su esposa dio negativo. Pasó una semana de tratamiento en casa a base de antitérmicos y analgésicos.
Admite que vivió la enfermedad con mucha "incertidumbre", porque "nunca se sabe cómo va a acabar todo tras el contagio". Aunque señala que la plantilla de la UCI del Obispo Polanco es suficiente y dispone de los medios materiales necesarios, matiza que existen "muchos factores" de riesgo de contagio difíciles de controlar y "se veía venir" que podía ser uno de los infectados. "Era cuestión de tiempo", dice fatalista. Achaca su contagio al contacto que mantiene por su trabajo con enfermos de Covid-19, pero aclara que en algunos casos los transmisores pueden ser infectados "asintomáticos".
Ya de nuevo reincorporado a su puesto de trabajo en la primera línea de fuego contra la pandemia, Sebastián Medina explica que la actividad en la UCI es muy intensa. "Aunque, de momento, no falta personal, estamos trabajando al 100% de nuestra capacidad porque los pacientes de UCI son habitualmente delicados, pero los de coronavirus son muy frágiles y requieren de muchos cuidados del personal. No paras de trabajar en todo el turno", explica. 

Luis Rajadel

Llum Andrés, enfermera del Hospital Clínico, se ha recuperado del coronavirus y ya ha vuelto a trabajar.
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Llum Andrés: "Solo pensaba: ‘Por favor, hacedme el test, que quiero volver a trabajar’"

Llum Andrés es enfermera del Hospital Clínico, del servicio de Neumología. Fue el lugar al que entraron los primeros pacientes con Covid-19, lo que obligó a aislar a muchos sanitarios. No fue su caso, ya que ella no había estado en contacto con los enfermos, por lo que no se consideró necesario. Pero, a los días, empezaron los síntomas. Fue el domingo día 15, justo cuando entraron en vigor las medidas de aislamiento generales. "Al final siempre piensas qué has hecho mal para contagiarte, pero es que por aquella época no sabíamos que estábamos tan expuestos ni estábamos tan preparados", explica ahora, ya recuperada. De hecho, Llum ya ha vuelto a trabajar. Lo que se ha encontrado es muy distinto a lo que dejó al empezar su aislamiento. "Hay muchos protocolos nuevos, la metodología ha cambiado totalmente y la protección que llevamos no tiene nada que ver", analiza.
Ha pasado la enfermedad de forma relativamente leve, aunque recuerda el inicio: "En dos horas me puse con mucha tos seca y con un malestar generalizado muy brusco". Luego tuvo varias jornadas de dolor de cabeza, malestar general, con dos días en los que la insuficiencia respiratoria fue algo más aguda. Aunque no llegó a estar asustada, confiesa que "ahí empiezas a pensar a ver si no empeoras, porque sabes que la mayoría de los casos salen bien, pero hay unos pocos que se tuercen". Cuando le confirmaron el positivo, comenzó con el aislamiento, aunque desde hacía más de un mes había empezado a tomar precauciones, como no ir a visitar a su madre. "Como mi casa es pequeña, mi marido se fue fuera para poder mantener el aislamiento, era lo mejor", señala. Incluso ahora, ya con el alta, mantienen la distancia porque ella puede portar el virus por su lugar de trabajo. De esos días recuerda "la impotencia" de no poder ayudar a sus compañeros, sabiendo la que estaba cayendo en el hospital: "Solo pensaba: ‘Por favor, hacedme el test que quiero volver a trabajar’", recuerda.
Ya de vuelta al Clínico, asegura que de momento no se ha encontrado con carencia de material, aunque tratan de "ahorrar" y reaprovechar al máximo porque saben que "va escaso". Su trabajo en neumología, en plena expansión del coronavirus, es complicado, aunque vayan "muy protegidas": "En la misma planta tienes positivos y negativos, por lo que tienes que saber cuándo cambiarte de bata, de guantes... Hay que ir con mucho cuidado", afirma. 

J. L. Velasco

Luis Miguel García Vinuesa, en su domicilio.
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Luis Miguel García Vinuesa: "Hay que luchar para salir
del virus, remar juntos y crear una sociedad solidaria"

Luis Miguel García Vinuesa, concejal del PSOE y catedrático de Física, avisó la tercera semana de marzo a todos sus compañeros del Ayuntamiento de Zaragoza que había dado positivo de coronavirus en la prueba que le hicieron en urgencias del Hospital Miguel Servet , después de pasar una semana en su habitación de casa encerrado, con muchos dolores de cabeza, una fiebre alta y dolores musculares. "Lo hice como una obligación moral porque estuve con muchas personas y en actos del Ayuntamiento. Recibí muchos apoyos solidarios", sostiene. El viernes 13 de marzo ya no pudo ir al Ayuntamiento y la víspera, cuando estuvieron en la nombramiento de la concejala Ana Becerril, que sustituyó a Pilar Alegría (actual delegada del Gobierno en Aragón), ya no se dieron besos ni abrazos, temerosos del efecto del Covid-19. "Supongo que lo cogí en el puente de la Cincomarzada. Tenemos tres hijas y dos de ellas fuera (en Erasmus en Lisboa y en la Complutense en Madrid). Hicimos un viaje en avión y tren, pasando por Madrid, Lisboa y Oporto", explicó el concejal. "Eran síntomas de una gripe fuerte. Llamé al teléfono oficial, me costó y los médicos insistían en si tenía problemas respiratorios o una sensación de asfixia. Como respiraba bien, tenía que aguantar el tirón y seguir en casa aislado", recordó. "Estuve una semana bastante mal", valora. Consiguieron unificar a la familia y, tras mejorar, tuvo una recaída y sabía que era coronavirus, tras hablar con su amigo Juan José Badiola, el exrector. "Un día se asustó mi mujer y en la segunda semana de aislamiento fuimos a urgencias, donde me hicieron un chequeo y el test dio positivo", indica Luis Miguel García.
El concejal cree que este virus nos ha cogido "con el pie cambiado" y le duelen mucho las críticas al Gobierno porque "no se puede sacar rédito político de esta situación". "Hay que luchar para salir del virus, remar juntos y crear una sociedad solidaria", sostiene Luis Miguel García, quien dice que no puede deprimirse el país, sino mantener el tipo. Por eso, revive a Albert Camus: "Lo peor de la peste no es que mata los cuerpos sino que desnuda las almas". Tiene claro que "Occidente ha fracasado" y debe "aprender de la reacción de los países de Oriente". Piensa en reforzar la financiación del Salud y aumentar la investigación. Se despide, como Serrat, valorando las pequeñas cosas: los paseos, la puesta de sol y una caña con los amigos. 

Ramón J. Campo

Meritxell Ripoll, zaragozana con coronavirus, agradece todas las muestras de apoyo recibidas.
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Meritxell Ripoll: "Lo mejor fue el abrazo de mis hijos cuando pude volver a estar con ellos"

Meritxell Ripoll, nacida en Vitoria pero vecina de Zaragoza, tiene ya el alta, aunque el cansancio permanezca. "Me dura, aún estoy floja", admite. Empezó con síntomas de coronavirus el 13 de marzo y, tras día y medio de intentos, finalmente consiguió hablar con el 061, de donde le mandaron a urgencias. "Allí me dijeron que a casa y empezó el calvario del aislamiento", recuerda. Sus hijos, de 12 y 8 años, estaban en casa de su padre, por lo que se quedó sola los 15 días reglamentarios. Pasó diez "días bastante malos". "Recuerdo agotamiento, sudor por las noches, una tos que no me dejaba dormir, la garganta y la nariz muy secas, dolor de cabeza… y, sobre todo, una falta total de energía. No pasaban los minutos", rememora.
Además, hay momentos en los que la cabeza no ayuda, en medio de una pandemia mundial que vives en tu propia piel: "A veces pensaba que lo peor de todo es que si me pasaba algo, estaba sola. Hubo un par de días muy malos en los que pensaba que si me levantaba al baño y me caía, ahí me quedaba". Según su experiencia, la cabeza "hay que trabajarla", porque "si te dejas llevar por determinados pensamientos, es una tortura". En la medida que sea posible, recomienda, "hay que intentar ser positivo" y "no ir contando las horas que van pasando". "Tienes que sumar, en vez de restar. Buscar la forma de motivarte, más que de entretenerte", resume. En su caso, se sintió muy arropada por muchos amigos y familiares que se preocupaban por ella, aunque fuera desde la distancia. "Al final eres tú la que tienes que tranquilizarlos y consolarlos a ellos diciendo que está todo bien", señala.
Una vez que le dieron el alta, llegó el mejor momento, el del reencuentro con sus hijos. "Me dieron un abrazo muy fuerte cuando pude volver a estar con ellos, eso fue lo mejor", apunta. Estos días les ha contado que tuvo el famoso coronavirus, les ha enseñado vídeos, les ha dado información... "A veces apelo a la enfermedad para que se porten mejor, pero no funciona", ríe. Aún así, opina que los niños "son asombrosos" por lo bien que lo llevan. A los enfermos o posibles enfermos, les recomienda "tranquilidad" y "mantener la calma". "Esto es largo, muy largo, pero se sale. Eso es lo que tenemos que transmitir", apunta. Y eso, que varios días después de tener el alta oficialmente, nota que aún se cansa más de lo normal. "Hay que tener paciencia con esta enfermedad, no queda otra", admite. 

J. L. V.

Roberto Asensio avisó en las redes del final de su confinamiento.
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Roberto Asensio: "He ayudado a los afectados con mensajes en la red, pero parecíamos apestados"

Roberto Asensio, nacido en Boltaña hace 49 años, es realizador del programa ‘Unidad Móvil’ para Aragón TV e hizo del contagio de coronavirus desde el pasado 13 de marzo un gran mensaje diario en las redes sociales (Facebook y Twitter) que tuvo sus seguidores en los miles de personas que sufrían, como él, los dolores de cabeza, la fiebre que se disparaba y las dolencias musculares en la espalda, las muñecas o los brazos. Ha dirigido su propio corto diario, que bautizó como ‘Convivencia con mi virus’, y ha recibido, de amigos o desconocidos, el interés por saber y comprobar si su evolución era similar a la de los demás. "Lo hice desde el día siguiente a notar los primeros dolores de cabeza, el viernes 13 de marzo, porque había un cierto oscurantismo, con la protección de datos, y parecíamos apestados", proclama Roberto Asensio. Ese fue el motivo que le llevó a hacer ese diario, que recibió muchos mensajes positivos de los contagiados.
El boltañés, muy conocido en su empresa Factoría Plural por sus proyectos solidarios y el premio de la Asociación de la Prensa en Aragón en 2015 por un trabajo sobre el drama de los refugiados que llegaban a Europa desde Siria, Irak o Afganistán, compartió con los afectados y sus familiares tener que quedarse solo en su casa sin salir durante casi un mes. Leyó muchos libros de fotografía y de cómics para entretenerse y le coincidió con el día del Padre y el cumpleaños de su hija Leyre, de 15 años, a la que felicitó virtualmente, por teléfono, cuando ella sopló las velas al lado de su madre y saludándolo de lejos.
"Conseguí contactar con el doctor Sanza diariamente, él me llamaba cada mediodía porque me tenían como contagiado de coronavirus, aunque no llegaron a hacerme la prueba, y me ayudaba", explica. "Tuve hasta 38,8 grados de fiebre varios días y un fuerte dolor corporal, de las muñecas, el brazo y la espalda. Luego me llegó una tos fuerte. Avisé a mi empresa el sábado 14 para que lo supieran. Me dio el alta el médico, al terminar la fiebre y los dolores hace casi dos semanas; tengo que regresar el próximo lunes", relata tras haber vivido un mes largo sin salir de casa. No le hizo falta acudir en persona para recibir la baja, pues se la remitió el médico por ordenador, y los medicamentos recetados se los llevó un amigo que se los compró en una farmacia y se los dejó en el patio de su edificio. "Perdí el olor y el sabor por completo. Y muchos afectados leían mis historias y les sirvieron", concluye. 

R. J. C.

Santiago González, enfermero del Clínico.
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Santiago González: "Los días se hacen largos, te aprendes hasta los grupos del estucado de las paredes"

Santiago González es enfermero de urgencias en el hospital Royo Villanova de Zaragoza. El día 9 de marzo estuvo con varias personas mayores "con lo que parecía neumonía". El coronavirus ya estaba aquí, pero eran esos días en los que la vida aún seguía su ritmo habitual. "Aún estábamos empezando, no era como ahora", señala. Cuatro días después, el viernes 13, tuvo los primeros síntomas: "Estaba trabajando por la mañana y me notaba cansado, no estaba bien. Vi que tenía 37,5 de fiebre y del hospital me mandaron a casa". Mientras duró la enfermedad, él no tuvo síntomas respiratorios, pero sí un intenso dolor de cabeza, algo de fiebre y dolores musculares. Hasta nueve días después de que el Covid-19 empezara a manifestarse en su cuerpo volvió a tener 38 grados. Sobre el contagio, señala que entonces tenían equipos de protección individual, porque "nunca han faltado", pero aún así no era como ahora, que van "más protegidos".
El aislamiento lo pasó en casa, con su mujer y sus hijos de 18 y 14 años. Ninguno tuvo síntomas. Eso sí, gracias a unas rutinas que nadie pensó que se tuvieran que llegar a adoptar dentro de una familia. "No salía apenas de la habitación, y cuando lo hacía salía con mascarilla y a zonas en las que no hubiera nadie. Cuando entraba al baño, lo desinfectaba con lejía. Cuando salía a comer, volvía a desinfectar todo lo había podido tocar. Y vuelta a la habitación", rememora.
Son momentos en los que "los días se hacen largos". "Te aprendes hasta los grupos del estucado de la pared de la habitación. Estás con la tablet, la radio, leyendo... Eso cuando ya estás mejor, porque al principio no tienes ganas de nada", cuenta. Cuando la enfermedad parecía que daba una tregua, Santiago pensaba "en los compañeros" de urgencias del Royo, "que están muchas horas con los equipos puestos, enfrentándose a algo de riesgo". "Es difícil de llevar, porque no es raro que te puedas contagiar, y lo peor es que se lo puedes traer a tus familiares. Pero es para lo que nos hemos preparado", reflexiona. Él aún no ha vuelto a trabajar, lo hace esta próxima semana "con muchas ganas de ir y aportar lo que pueda".
Sobre el alto nivel de contagios entre el personal sanitario, lo achaca al riesgo al que están expuestos, pero también a que les están haciendo "los test que se deberían hacer a todos". "El problema del virus son los asintomáticos que van contagiando sin saberlo, porque no se hacen los suficientes test", opina. 

J. L. V.

Cristina Pueyo, en su casa ya recuperada.
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Cristina Pueyo: "Es duro saber que hice vida normal y contagié porque no me hicieron la prueba"

Cristina Pueyo, médico de rehabilitación del Hospital Clínico, cogió el coronavirus "muy pronto". Para el 10 de marzo ya tenía síntomas, por lo que el contagio fue varios días antes. "Empecé con un dolor de cabeza raro y una tos seca que empezó de repente", recuerda. Pese a ello, seguía yendo a trabajar, ya que la información que se tenía sobre el coronavirus era aún escasa, y los protocolos no eran como los de ahora. "No me hicieron la prueba porque por entonces solo se hacía a los que habían estado en países de riesgo o a los que habían tenido contacto con algún positivo", afirma.
En el hospital le dijeron "que siguiera trabajando con mascarilla y haciendo vida normal". Luego esa norma cambió unos pocos días después. "Yo creo que se ha actuado tarde, se tenían que haber hecho muchas más pruebas desde mucho antes", apunta. A ella le hicieron el test tras varios días, después de que también se lo hicieran a otro compañero. Así, el día 17, una semana después de que aparecieran los síntomas, le mandaron –ahora sí– para casa. "Es duro saber que he hecho vida normal y que he podido contagiar a gente, pero hice lo que me dijeron", apunta. De hecho, sospecha que ella transmitió la enfermedad a dos familiares suyos, incluida su madre. A ellos, como no son sanitarios, no se les hizo la prueba, aunque tuvieran más síntomas que ella. "Con esta enfermedad hay un infradiagnóstico evidente", critica.
El aislamiento en casa fue complicado, ya que su marido también trabaja en el hospital y tienen dos hijos de 5 y 7 años de los que se tenía que hacer cargo en muchos momentos. "Iba todo el día con mascarilla y con un trapo con lejía que era como una prolongación de mi mano". Comía y dormía sola, pero tenía que compartir espacios con sus hijos. Ninguno llegó a contagiarse. "El pequeño me decía que por qué no se podía acercar a mamá menos de un metro. Estaba a un palmo y me preguntaba si eso ya era un metro", relata.
Como médico y expaciente, recomienda a los enfermos de Covid-19 "que no se desesperen". "Es verdad que es desquiciante, pero hay que tener paciencia y mantener la calma", señala. Aconseja "que se controlen los síntomas" y que sean "escrupulosos con las medidas higiénicas". A todos les manda "mucho ánimo" y les asegura "que pasará". "Esperemos que al final sea como un mal sueño", desea. 

J. L. Velasco

Silvia Lorente, en el laboratorio del Clínico.
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Silvia Lorente: "Hay que ser prudente, valorar los síntomas y afrontarlos con tranquilidad"

Silvia Lorente es enfermera, supervisora del laboratorio del Hospital Clínico de Zaragoza. Empezó a tener síntomas el día 16, lunes, cuando se cumplían las primeras horas del estado de alarma. "Empecé a notar como frío interior, dolor muscular, tenía 38,5 de fiebre… No es que me encontrara muy mal, pero tenía la inquietud de que no estaba bien del todo", recuerda. Habló con el hospital y, en su caso, la reacción fue inmediata: "Me dijeron que no podía ir a trabajar". Se dieron 48 horas para que la prueba no diera un falso negativo y tres días después, el test dio un resultado positivo. Luego, "la evolución fue muy buena", ya que no tuvo fiebre y se encontraba bien. "Hubiera ido a trabajar si no me hubieran dicho que no podía", explica. Sin demasiados síntomas, en casa sentía "impotencia". "Miraba el correo varias veces al día, hablaba con mis compañeras para ayudar en lo que pudiera... Los días pasaban muy lentos", asegura.
A las dos semanas, le volvieron a hacer la prueba y dio negativo, por lo que ya tiene el alta. En su lugar de trabajo, asegura, no han tenido problemas de material, aunque aclara que ella no ha estado "en las dos primeras semanas de hecatombe". "Las mascarillas son estrictamente controladas. Procuro gestionar para que no falten, pero que tampoco estén a la mano de todo el mundo, con el objetivo de evitar que se usen de manera indiscriminada", explica. Según cuenta, por la mañana le da a los trabajadores las mascarillas y a los que vienen después o el fin de semana les deja "las que creo que son necesarias". "Hoy tenemos, pero no sabemos si el día de mañana tendremos problemas", cuenta.
En su opinión, el alto nivel de contagio entre los sanitarios se debe "a la suma de muchos factores". "Es un virus que es de difícil control, y nosotros pasamos mucho tiempo en sitios que están más contaminados. Pero también es cierto que a nosotros se nos controla mucho y al resto de la población, no tanto, por lo que es más probable que salgan positivos".
En su servicio no están en contacto directo con los pacientes, pero sí tienen que analizar las muestras que llegan de enfermos de coronavirus. "Hay que estar protegido, pero es verdad que no es lo mismo coger un tubo que te tosa un paciente", admite. Como mensaje, recomienda "ser prudente, valorar y reconocer los signos que tenemos y afrontarlos con tranquilidad, escuchando lo que dicen los expertos". 

J. L. V.

Antonio Laborda, en su casa ya recuperado.
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Antonio Laborda: "Primero dijeron que no tenía Covid-19, pero insistí porque nunca me había sentido así"

Antonio Laborda fue el primer enfermo por Covid-19 confirmado en la provincia de Huesca. Poco después se infectaron también su mujer y su hijo, de un año recién cumplido. Concejal de Vox en la capital oscense, unos días antes de que aparecieran los síntomas había estado en un mitin del partido en Vistalegre, en Madrid, donde hubo varias personas que luego dieron positivo, como los dirigentes Santiago Abascal y Javier Ortega Smith. "Al mitin fui, pero no se sabe si lo cogí allí o en el resto del viaje", cuenta. Lo que sí es seguro es que se contagió en Madrid. "Mis primeros signos de alarma fueron en una junta de portavoces en el Ayuntamiento, con un cansancio que nunca había tenido y un poco de tos". Tras la reunión se fue a casa, suspendió su agenda y avisó al resto de concejales. "Como no tenía fiebre, los médicos me dijeron que no tenía coronavirus; insistí porque nunca me había encontrado así y mi mujer estaba igual. Finalmente me hicieron la prueba y di positivo el día 13", relata.
Viendo cómo ha afectado la enfermedad a otras personas, Antonio se considera "afortunado", ya que tuvo "síntomas leves". "En realidad fue más el tema psicológico, por enfrentarnos a algo a lo que no estamos acostumbrados". A este temor se añadía el problema del "aislamiento" y la preocupación por que no les pasara nada a su mujer y a su hijo. El pequeño de un año, afortunadamente solo tuvo un poco de fiebre un día. "Pero vete a saber si fue por el coronavirus o porque le estaban saliendo los dientes", señala Antonio, quien añade que lo malo de la enfermedad es que "es larga".
Dice que su experiencia como enfermo le sirvió para trasladar al alcalde de Huesca algunas de las necesidades de los infectados, como los problemas para tirar la basura o para hacer la compra. Así, se habilitó un teléfono para que voluntarios puedan hacer estos trabajos, y evitar que los enfermos tengan que salir de sus domicilios. El concejal de Vox está "muy agradecido" por las muestras de cariño que le han llegado de familiares, amigos y de compañeros del Ayuntamiento. Aconseja a los enfermos que "mantengan relación por teléfono y Whatsapp con sus conocidos", ya que es una manera de "mantenerte unido a la sociedad". Además, lamenta que el coronavirus vaya a ser "un serio problema económico para la ciudad y para España", pero recalca que "lo primero es vencer al virus con los consejos que se nos han dado". 

J. L. V.

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