en primera persona

Diario de un confinamiento: La otra ‘Operación salida’

Día 19. Compadezco estos días a los padres de niños terremoto. Si se portan muy mal no se les puede encerrar. ¿O sí?

La paradoja de dos niños jugando a encerrarse durante el encierro.
La paradoja de dos niños jugando a encerrarse durante el encierro.
Heraldo

Es pura ironía que hoy debiera iniciarse la ‘Operación salida’. La inminente Semana Santa tendría que provocar atascos en las carreteras y dobles filas de hamacas en las playas, pero la avanzadilla de bañistas aún blancuzcos tendrá que esperar este año. Parece que la presente Pascua será la de mayor introspección de la historia reciente, aunque la Iglesia no debería echar las campanas al vuelo porque este recogimiento está un poquito forzado.

Sé de familias que para contrarrestar el parón de las fábricas los últimos quince días, han puesto en marcha una producción de torrijas a nivel industrial que alcanza récords insospechados. Es otro tipo de factoría, requiere otra cadena de ensamblaje, pero no hay problemas de suministro porque el pan es accesible y si es duro, pues mucho mejor. Antes se lo echábamos de comer a los patos, pero ahora los imagino anoréxicos nadando canal abajo. Recuerdo cientos de excursiones infantiles a Jaulín sin otro propósito que el de deshacernos de curruscos y que los chavales pasaran una tarde entretenida.

Hablo con mis amigos y me cuentan que sus niños llevan el encierro regular. Compruebo en videoconferencias que, por mucho que los adultos se encierren en habitaciones e incluso armarios, los pequeños tienen innatas nociones de escapismo y, de pronto, aparecen por detrás gritando a los cuatro vientos: "¡Tengo c aca!". Impactantes declaraciones de estos tiernos aprendices de Houdini.

Me cuenta otro compañeros que ya no sabe cómo agotar a los suyos, después de haberles consentido dar botes en la cama, tocar la armónica, disfrazarse de dinosaurios, gritar por el patio… Ayer no pudo más –que lo perdonen los Servicios Sociales– y, harto de sus barrabasadas, decidió encerrarlos. Este castigo dentro de lo que ya es de por sí un encierro denota una crueldad inhumana, pero les aseguro que mi amigo es gemelo monocigótico del Santo Job. El caso es que se las ingenió para hacer una suerte de prisión calabozo, con unos barrotes que –como se aprecia en la estremecedora imagen– no son sino los de un tendedor tumbado. Puede que no sea Alcatraz, pero al menos ellos sí pueden jugar a su ‘Operación salida’.

Comentarios
Debes estar registrado para poder visualizar los comentarios Regístrate gratis Iniciar sesión