aragón es extraordinario

Valpalmas: estas arenas no necesitan playa

Los Aguarales, situados junto al barranco de Valdemilaz, están a casi 5 kilómetros del pueblo y constituyen una formación terrosa única en España.

Foto de Valpalmas
Aguarales de Valpalmas
Laura Uranga

En Valpalmas presumen de dos músicos, Germán Arenaz y Toño Leza, miembros del grupo de rock Las Novias; en Valpalmas se rodó hace unos años el cortometraje de la aragonesa Isabel Soria ‘La orquesta de las mariposas’, protagonizado por el ya desaparecido Paco Algora, nacido en el Observatorio Astronómico de Madrid; una estrella desde el minuto cero de su vida. Pepe Lafuente, el alcalde, también habla de la huella de Ramón y Cajal en la localidad y saca pecho con el pueblo tan limpio y cuidado que rige desde el sillón de mando del pleno municipal. Sin embargo, músicos y edil tienen claro que lo famoso de Valpalmas son los Aguarales, un contubernio de silentes ‘terreros’ único en España, cuyas formas caprichosas (y gigantes) en la zona del barranco de Valdemilaz dejan mudos a los humanos que los visitan, ya sean geólogos e investigadores, senderistas, fotógrafos de postboda o aficionados al ‘geocaching’, el juego de búsqueda de pistas y ‘tesoros’ que emplea el móvil y el GPS, y que tiene una de sus principales sedes mundiales en María de Huerva.

El fenómeno que formó y mantiene el paisaje de los Aguarales se llama ‘piping’ y no tiene nada que ver con la Calzaslargas de Selma Lagerlöf, las semillas de girasol, la hermanísima de Kate Middleton o cualquier urgencia mingitoria. Tiene que ver con la acción del viento y diversos flujos de agua sobre terreno poco resistente, y alude a ‘pipe’, tubo en inglés). Los materiales depositados desde que acabara el Pleistoceno hace 11.500 años fueron moldeados por la erosión de la cabecera y laderas del barranco; aunque son frágiles, las recubre una especie de costra arcillosa mezclada con limo que les da cierta consistencia. Es la mayor formación de este tipo en España; el paraje recuerda (a escala, y con el toque terroso en vez del pétreo) al inmenso y peligroso Tsigny de Madagascar, paraíso de lémures, o a las chimeneas de hadas del valle Goreme en la Capadocia.

¡A fantasear!

Madagascar queda lejos, pero el sur de las Cinco Villas está cerca de Zaragoza y aún más próximo a Huesca. Una vez se llega a los Aguarales de Valdemilaz, la opción de visita es doble, y si se cuenta con el tiempo suficiente (y la meteorología acompaña) es recomendable tomar las dos opciones, porque el lugar es una locura para los fotógrafos, profesionales y aficionados. Primera advertencia: si se empieza por el paseo desde el contorno, con los aguarales bajo la barbilla, hay que mirar también por donde se camina; hay agujeros en el suelo, de profundidad variable, y al fondo de la formación hay una especie de promontorio sobre los ‘tubos’ terrosos, con los mayores hoyos del recurrido.

Si se va por abajo, tras bajar 100 metros desde la explanada donde pueden dejarse los vehículos, lo mejor es pasear y mirar frente a frente a los colosos, jugar al escondite (respetando las formaciones, ojo) e imaginar cualquier situación de película, desde los delirios de George Lucas en el universo de ‘Star Wars’ a una deriva extraña de ‘Lawrence de Arabia’ o un sueño onírico de la exploradora Gertrude Bell, encarnada hace un lustro por Nicole Kidman a las órdenes de Werner Herzog. Para la imaginación siempre debe haber barra libre.

Una mirada respetuosa a los caprichos de la naturaleza local

Paco Luna se prejubiló de un trabajo fabril por problemas físicos derivados de una faena repetitiva con alta carga de esfuerzo, problemas que sigue arrastrando y que doma a fuerza de voluntad. El ambiente de Valpalmas ayuda a atenuar (que no sanar) esas ‘heridas de guerra’. En los últimos años, Paco ha marcado el sendero que sale de la Fuente Vieja del pueblo hasta los Aguarales, y lo ha limpiado más de una vez. “Son unos 5 kilómetros, no es un paseo difícil, aunque no va en línea recta; rodea los montes para no atravesar campos, y es llanico. Se tarda más o menos una hora a paso tranquilo. Ojo, no es para motos; ya tienen la carretera y es casi el mismo trozo, un par de kilómetros por carretera y casi tres por pista buena, pasan coches bajos sin problema”.

Cuando llega a los Aguarales, a Paco se le ponen los ojos pillos. “Aquí nací y nunca dejé de venir en todos los años que pasé en Zaragoza, que fueron muchos desde pequeñico. De críos veníamos a buscar nidos, hacíamos –ríe– unos chandríos tremendos… luego aprendes a cuidar las cosas. La verdad es que hemos aprendido en los últimos años a valorar todo esto; un tío mío me preguntó hace unos años que a qué fin venía tanta gente a ver los ‘terreros’ de Valdemilaz, como se les llamaba aquí. Antonio Beltrán se quedó maravillado, era una gran persona el ‘abuelo’, aquí es hijo predilecto. Fíjate cómo fue la cosa: un amigo que iba muchas veces al fútbol en Zaragoza con la entrada de un tío militar ya retirado habló una vez con don Antonio, que estaba sentado al lado en La Romareda. Yo le había dado al amigo la foto de una cruz en una piedra de aquí para que Beltrán la viera, y enseguida se interesó. Un alcalde anterior a Pepe me llamó para preguntarme dónde había hecho esa foto, que Beltrán estaba interesado, y así empezó a venir más por toda esta tierra”.

Modestia y orgullo

Paco reconoce el valor de los Aguarales. “Aunque no es una gran extensión, impresionan, ¿verdad? Hace unos años cayó en mis manos un libro francés que describía los Aguarales en las cuatro estaciones, otros vinieron a hacer fotos nocturnas... la verdad es que son bonitos, y los montes que están al lado son el límite de nuestro desierto”.

Los tubos terrosos están marcados con cuerdas para disuadir a los visitantes de tocarlos más de la cuenta... o nada, que sería lo ideal. “El camino –explica Paco– es estrecho al principio, luego se va ensanchando. Aquí criaban todo tipo de pájaros, sobre todo los abejarucos y las palomas, mochuelos… hasta carpinteros veías en los hoyos. Ahora no hay pájaros aquí, en Zaragoza tenéis muchos más; yo vivía en los Pinares de Venecia y allí, todos los que quieras. Como los humanos, todos para la ciudad”, bromea.

Hay una mesa para merendar bajo una carrasca en el acceso principal, y algunos bancos en el paraje para reposar, además de mesa informativa. Hace unos años se quemó la baranda superior y algunos tramos internos, pero se repuso por completo. No hay nada más; paisaje virgen, acostumbrado a los lentes curiosos. Inerte, pero vivo y coleando.

Buen yantar, parroquia de altos vuelos y una gran casa en el pueblo

Tanto Paco como el alcalde Pepe coinciden al afirmar que el pueblo de Valpalmas merece una visita, más allá del obvio imán que suponen los Aguarales. “Aunque la gente va preparada ya con comida y bebida –explica Pepe– cada vez van viniendo más a tomar algo en nuestro bar-restaurante, que está muy bien, y por suerte alguno se acerca a tomar algo o a comer aquí, que se come muy bien. Hay más cosas, como la Casa Sánchez o el Centro Ramón y Cajal”. La Casa Sánchez es un edificio en el centro del pueblo, de composición simétrica, con fachada de tres plantas de sillería y alero de madera. Llama la atención la iglesia de San Hipólito, que presenta una nave de cuatro tramos; uno de ellos ejerce las funciones de presbiterio. Están cubiertos con bóveda de medio cañón con lunetos; el retablo mayor se encargó en 1807 al escultor zaragozano Joaquín de Mesa sobre diseño de Francisco Rodrigo, con apoyo de Pascual de Ypas.

Cómo llegar a Valpalmas y qué ver

Comarca. Cinco Villas.

Cómo llegar. Está exactamente a la altura de Huesca, pero pertenece administrativamente a la provincia de Zaragoza, de cuya capital está a 66 kilómetros por carretera. El camino más directo es por la E-7 hasta Zuera, para desviarse luego en la A-1209 y coger la CV-613 hasta Valpalmas, vía Ontinar y Piedratajada. A los Aguarales desde el pueblo hay 4 kilómetros y medio, 2 de carretera y 2,5 de pista transitable con vehículo normal.

Ramón y Cajal. Santiago Ramón y Cajal (1852-1934) vivió en Valpalmas desde 1856 hasta 1860; su padre, Justo Ramón Casasús, trabajó en la localidad como cirujano. El pueblo tiene un centro dedicado a su figura, que muestra Hortensia García; para pautar visitas hay que llamar al 976 69 14 22.

El bar-restaurante. Decorado con una llamativa foto de los Aguarales, el amplio bar es centro de reunión de la peña zaragocista local. Para reservar comidas o cenas, llamar al 642 394 469 / 976 691 480.

Reportaje de la serie 'Aragón es extraordinario'.

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