Mientras los socialistas de Sánchez y los podemistas de Iglesias siguen a la gresca ora por la libertad sexual, ora por el caso ‘Couso’, Aragón se consolida una vez más como tierra de pactos. Gobernar en coalición no es fácil, y menos la primera vez, como es su caso. Requiere de grandes dosis de paciencia y capacidad suficiente para poder rebatir las críticas con argumentos. De poco sirve recurrir a reproches facilones contra "machistas frustrados" porque se corre el riesgo de que alguien afee el gesto y recuerde que, en ocasiones, es mejor seguir callado. Parece mentira que Echenique, diputado por Zaragoza, tenga graves carencias en el arte del pacto. Quizá su fugaz paso por la Comunidad le impidió perfeccionarlo.

Ni los gurús de la política más laureados ni los líderes exiliados que sobreviven de discursos exaltados y trasnochados tienen el futuro garantizado si se revelan incapaces de dominar las claves de una negociación. Y la experiencia es un grado.

De años de acuerdos y desencuentros echaron mano Lambán y Azcón, que no solo congregaron en la misma mesa a seis partidos (PSOE, PP, PAR, Cs, Podemos y CHA) sino que lograron retomar una senda de pacto entre la DGA y el Ayuntamiento de Zaragoza que se truncó en 2017. Transversalidad en estado puro. Otra forma de hacer política, y que a veces funciona.