Heraldo del Campo

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Cerezos que se adaptan a zonas mucho más cálidas

El CITA, en colaboración con investigadores de la Universidad de Michigan, ha identificado regiones y variantes del genoma del cerezo.

Plantaciones de cerezos en Bolea. RAfael Gobantes
Plantaciones de cerezos en Bolea. 
Rafael Gobantes

Las altas temperaturas de los últimos días no son propias del periodo invernal. Y no solo eso, sino que pueden resultar totalmente perjudiciales para la futura cosecha de cerezas que tendrá lugar de abril a julio. Y todo esto porque este frutal requiere muchas horas de frío para la floración (900-1.800), lo que hace que en zonas con escasa acumulación de frío durante el invierno, resulte poco viable su cultivo.

Conscientes de que el cambio climático es una realidad que ya está aquí, desde el Centro de Investigación y Tecnología Agroalimentaria de Aragón (CITA), el investigador postdoctoral Alejandro Calle, bajo la dirección de la investigadora Ana Wünsch, jefa de la Unidad de Hortofruticultura, y en colaboración con los investigadores de la Universidad Estatal de Michigan A. Iezzoni y L.Cai, ha centrado su tesis en un proyecto que les ha permitido identificar varias regiones en el genoma del cerezo responsables de la floración y que ayudarán a adaptar su cultivo a zonas más cálidas.

"Es una investigación muy ambiciosa, en la que llevamos inmersos cerca de cuatro años y que surgió para dar respuesta al avance del cambio climático, que está provocando inviernos más cortos y cálidos, algo que en nada beneficia a las variedades actuales de cerezos, que necesitan muchas horas de frío para poder florecer y que maduren sus frutos", matiza Alejandro Calle.

Esta novedad, que acaba de ser publicada en la prestigiosa revista ‘Frontieres in plant science’, supone un gran hallazgo para mejorar la adaptación de la producción de cerezas a zonas más templadas, algo que ahora no puede hacerse por las especiales condiciones de floración de estos frutales.

La investigación tomó como punto de partida una variedad local de la zona mediterránea, denominada Cristobalina, que florece muy pronto, casi tres semanas antes que el resto de cerezos. "A partir de árboles descendientes de esta variedad y de cultivares de floración media y tardía, que tenemos en plantaciones del CITA, evaluamos la floración durante varios años y realizamos diferentes análisis en el laboratorio que nos han permitido identificar regiones del genoma relacionadas con bajos requerimientos de frío para florecer", aclara Alejandro Calle.

El proceso ha sido muy exhaustivo y, durante estos años, con la llegada de la primavera, han ido evaluando las fechas de floración de las diferentes variedades, han extraído el ADN de cada árbol y han desarrollado mapas genéticos de este material. El objetivo fundamental es que en un futuro estas especies de floración más tardía puedan ser comercializadas, una vez comprobado que no se corresponden con ninguna de las que ya existen en el registro oficial.

Un cambio en la producción que permitiría producir cerezas en zonas diferentes a las habituales, por ejemplo en el sur de España, donde estas plantaciones no son muy comunes o en áreas más cálidas de Aragón, región donde se produce casi el 30% de las cerezas nacional, siendo las del Bajo Aragón unas de las más precoces de la península, ya que son de las primeras que llegan al mercado.

"Otra gran ventaja de estas nuevas variedades de floración y maduración más temprana es que los agricultores podrían comercializar el fruto mucho antes, lo que significa que el precio que obtengan por su venta será mayor, ya que hay menos género en el mercado, con lo que aumentan considerablemente sus beneficios económicos", concluye el investigador.

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