Agricultura

Un sistema muy español en el que el ganadero no tiene ganado

El modelo de integración del sector porcino representa el 75% de la producción en España.

Nuevas de una nueva granja de porcino de Portesa en la localidad turolense de Singra.
Nuevas de una nueva granja de porcino de Portesa en la localidad turolense de Singra.
Javier Escriche

Fue muy criticado en sus comienzos, pero el característico modelo de integración del sector porcino se ha adueñado de la producción en España (representa el 75% del total) marcando la diferencia con el resto de Europa, donde apenas se conoce y mucho menos se practica este modelo netamente español.

Este sistema funciona con ganaderos que no tienen ganado. Es la empresa integradora la propietaria de los animales, la que se encarga de pagar los insumos necesarios para su crianza (alimentación, medicamentos, servicios veterinarios...) y la que cobra por la venta de los cerdos. El ganadero integrado, por su parte, cuida y cría a los animales (y cobra por ello), pero para eso tiene que disponer de instalaciones propias y hacer frente a lo gastos energéticos, a los que supone la recogida de cadáveres o los gastos medioambientales. Y por supuesto, aporta su mano de obra.

Como señala el documento elaborado por COAG, este modelo tiene sus ventajas para el ganadero, que puede así eliminar riesgos de mercado o financieros. Pero los inconvenientes no son menores. El principal, dice la organización agraria, es que el productor pierde el control del negocio y renuncia a su capacidad de decisión en criterios de producción porcina. Además, su capacidad de negociación con la integradora es "muy poca" por lo que, si quiere trabajar para dicha firma tiene que acatar sus condiciones.

Desde la organización agraria señalan, no obstante, que uno de los efectos más perversos de esta práctica productiva ha sido el "notable descenso del número de granjas en los últimos doce años, que se ha cebado, con especial virulencia, entre las de menor tamaño". Por el contrario, el incremento de la producción ha llegado de la mano de las grandes explotaciones, cada vez más dimensionadas.

Con sus bondades y sus desventajas lo cierto es que este sistema ha propiciado una expansión tal del sector porcino que ha aupado a España hasta la cuarta posición en el ranquin de los mayores productores del mundo. Ahora se sacrifican en el conjunto del país un total de 52,4 millones de animales con los que se han producido 4,52 millones millones de toneladas de carne.

En Aragón, principal productor español en dura pugna con Cataluña por ocupar lo alto del podio, se repite prácticamente el mismo patrón. Ha aumentado el número de explotaciones. Ahora hay 4.441 granjas, un 12,5% más que las que existían en 2013. Con ello también ha crecido el censo, que en estos momentos se eleva a casi 7,8 millones de cerdos. Pero este incremento no ha jugado a favor del productor tradicional y profesional, que ha ido transformándose para dejar de ser ganadero y convertirse finalmente en integrado, mientras las grandes firmas cárnicas se expandían por el territorio con granjas cada vez mayores y con mayor número de animales. De hecho ha sido el sector porcino el que ha conseguido salvar los muebles del balance agrario de 2019 en la región, un ejercicio en el que las cuentas del resto de las actividades productivas han sufrido un notable retroceso.

Aunque en su estudio COAG no es especialmente crítico con el sistema de integración y reconoce que existe normativa básica de ordenación de explotaciones que regula de qué tamaño y a que distancia mínima deben situarse las granjas, reconoce que la expansión de este sector está comenzando a levantar protesta en numerosos territorios (entre ellos Aragón), debido al impacto ambiental y territorial que ocasionan.

Pero, eso sí, insiste en que "debido a la importancia que este tipo de régimen comporta a nivel económico y las altas cifras de explotaciones ganaderas que trabajan bajo el paragüas de la integración", es necesario romper la dispersión de las normativas relacionadas y unificarlas en una sola que ampare y regule esta práctica.

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