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Antón Borraz: "No entiendo por qué los médicos no quieren ir a los pueblos"

Antón Borraz (Calanda, 1948) ha sido nombrado socio de honor con la medalla de plata de la Sociedad Española de Médicos de Atención Primaria.

Borraz, en el paseo de la Independencia de Zaragoza.
Borraz, en el paseo de la Independencia de Zaragoza.
Oliver Duch

¿Recuerda el día exacto en el que empezó a ejercer la medicina?

Por supuesto. Fue el 18 de octubre de 1976 en Alcorisa. Y, durante los casi 37 años que trabajé, pasé por muchos pueblos turolenses.

Y otra fecha que no olvida es la de su jubilación.

El 13 julio de 2013 me dieron la mala noticia de que me jubilaba. Yo estaba bien, era feliz en la medicina y fue lo peor que me ha pasado en mi vida. Pero me recuperé y ahora ejerzo de abuelo en Zaragoza. También dedico mi tiempo a intentar ayudar a los demás.

Cuatro décadas de médico rural darán para muchas anécdotas…

Sí, tengo muchísimas historias para contar a lo largo de los años. Un día estaba en Cuevas de Cañart y me encontré con unos compañeros médicos, que me preguntaron si era mío el coche donde había unas recetas. Les dije que sí, y que además estaba abierto. Si no cómo me iban a dejar las acelgas o los huevos.

¿Recorrió muchos kilómetros?

Sí, eso sí. Yo creo que era lo peor del trabajo. Los últimos años iba todos los días a Castellote y dos veces a la semana al resto de los municipios. Pero mis pacientes sabían que si me llamaban me tenían ahí siempre. Eso yo no lo contaba nunca. Yo subía encantado de la vida.

Cuenta que a las 6.45 ya estaba en la consulta.

Así es. Madrugaba mucho. La gente me decía siempre que eran demasiados pueblos para atender, pero yo les contestaba que, en todo caso, el que se tendría que quejar era yo. Me quedaba a comer por allí y luego echaba un guiñote. Si estaban tres, conmigo salía la partida.

¿Hubiera preferido un gran hospital a un consultorio local?

No. Nunca lo hubiera cambiado... ni lo cambiaría.

Sin embargo, la atención primaria en pueblos pequeños, alejados y mal comunicados no resulta atractiva para los jóvenes.

Eso es otro problema. Ahora todo ha cambiado. No he entendido nunca por qué los médicos no quieren ir a los pueblos. Es la mejor medicina que puedes ejercer, porque eres tú. Personalmente, creo que donde mejor está un médico es en el mundo rural.

¿Cómo ha vivido la despoblación desde la consulta?

La despoblación no tiene arreglo, eso para empezar. Pero hay que tener en cuenta que la gente que vive allí es feliz.

Una de sus hijas ha seguido sus pasos profesionales…

Sí, y además está en el mismo centro de salud que yo. Lleva ya muchos años y está muy comprometida.

¿Más que médico ejercía también como confidente?

El médico rural hace de todo. Y tienes una gran familiaridad con los pacientes. He procurado atenderlos como me gustaría que me hubiesen atendido a mí.

¿Qué echaba en falta en los ambulatorios?

Gracias a Dios he tenido todo lo que he querido. Cuando empecé a ejercer la medicina me compré un aparato de rayos X y hacía de todo. He contado siempre con muy buen instrumental.

¿El médico rural es una especie en peligro de extinción?

No me gustaría. No puede perderse, porque es el alma máter de la medicina. Si desaparece, mala señal. Tiene una misión muy importante: es la primera persona que atiende a un paciente, es el primer contacto, es todo.

Lleva seis años jubilado y le acaban de dar un premio a nivel nacional por su trayectoria. ¿Qué significa este reconocimiento?

En un primer momento me sorprendió. Pero reconozco que me hizo mucha ilusión que la Sociedad Española de Médicos de Atención Primaria se acordara de mí. Yo dediqué el premio a todos mis compañeros de aquella época.

Estuvo 16 años como diputado autonómico por el PP y 12 como alcalde de Calanda. ¿Cómo compaginó la política y el trabajo?

No tenía ningún problema. Es cuestión de organizarse. Lo que no puedes hacer es levantarte a las diez de la mañana.

Ahora preside la Fundación San Blas para personas sin techo en Aragón.

Sí. Pusimos en marcha la tercera edición de la campaña solidaria ‘Dona tu manta’.

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