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Teresa Ribera, la ecologista que ‘mató’ al carbón y luchará contra la despoblación

Experta en cambio climático, es una "profunda conocedora de Aragón". En su primera intervención como ministra de Transición Ecológica vaticinó un negro futuro al carbón, y vaya si se cumplió. Inició asíuna relación de desencuentros que ahora puede enmendar

La ministra de Transición Ecológica, Teresa Ribera.
La ministra de Transición Ecológica, Teresa Ribera.
Efe

"El carbón tiene poco futuro". Ni cinco minutos tardó Teresa Ribera, ecologista convencida, en dejar clara su postura sobre el cambio climático y en mostrar cómo iba a enfocar su gestión al frente del Ministerio para la Transición Ecológica. Dieciocho meses después, los turolenses de las cuencas mineras luchan contra un futuro más negro que el carbón, a la espera de un convenio de transición energética (injusta) por una ministra que no ha sido capaz de aportar soluciones obviando que la inexorable cuenta atrás para cerrar la térmica está en marcha y pronto acabará. La vicepresidencia con la que Pedro Sánchez premia a esta jurista y abogada con años de experiencia en la Administración le obligará a aplicar fórmulas para atajar el éxodo de población que sufre el medio rural; como ocurrirá en Andorra cuando la térmica, uno de los sostenes de la economía turolense desde 1981, deje de funcionar.

A pesar de los recelos, se valora que Ribera conoce la situación de las cuencas mineras (aunque su gestión para solucionarlos haya sido nula) y que los socialistas conservan un área que los podemistas querían abanderar.

En el PSOE autonómico prefieren cerrar filas para mirar al futuro y exigir soluciones. Se impone el pragmatismo entre los que se muestran convencidos de que remover el pasado pocas satisfacciones traerá. Porque la relación de Ribera con Aragón no ha sido buena. Tres veces ha visitado la Comunidad desde que Endesa anunció el cierre de la térmica y en la última, en octubre de 2019, tampoco aportó ningún tipo de soluciones. Colmó la paciencia de agentes políticos, económicos y sociales, que se han visto obligados a intentar que la iniciativa privada supla la ayuda del Estado que sigue sin llegar.

Pero la huella de Ribera en Aragón va más allá de certificar la muerte del carbón. Soliviantó al sector de la automoción cuando, de forma temeraria, vaticinó que "el diésel tiene los días contados" como previamente había hecho con el carbón.

Por si eso fuera poco, llevada por su sinceridad personal, declaró que si de ella dependiera, "prohibiría" las corridas de toros y la caza, obligando a salir en tromba al PSOE altoaragonés para recordar a la ministra los beneficios de la actividad cinegética en el desarrollo de Huesca y su conservación. Tal fue el revuelo que suscitó que el federal tuvo que instar a sus ministros a que tuvieran "un cuidado especial" con las opiniones personales que expresaban públicamente para evitar que se pudieran interpretar como una posición del Gobierno cuando no lo eran en realidad.

Y en la ministra que menos simpatía suscitó en Aragón recae la solución de uno de sus mayores problemas: el reto demográfico. Muchos confían en que la futura vicepresidenta delegue en la secretaría de Estado y que sea la que fue alta comisionada, Isaura Leal, quien ostente el cargo. Las líneas de actuación están fijadas, así que los agentes políticos esperan que Ribera se limite a aplicarlas como están porque el reto que tiene por delante no puede ser más complicado. Será la única forma de congraciarse con una Comunidad que conoce "profundamente" pero con la que no ha congeniado. Ni es justa la transición energética que ha liderado, ni impulsó el Instituto de Cambio Climático en el Pabellón de España de la Expo, ni la A-40, que tumbó, cuando fue secretaria de Estado. Tiempo tiene para enmendar sus errores esta discípula de Cristina Narbona, con predicamento en Europa y la confianza de Sánchez.

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