lotería de navidad

Las supersticiones del Gordo

Quienes juegan lotería de Navidad acostumbran a tener sus rituales: entrar a la administración con el pie derecho, pasar el boleto por una chepa o renovar el perejil de San Pancracio son algunas de ellas.

Algunos de los singulares personajes que suelen darse cita en el salón de loterías
Algunos de los singulares personajes que suelen darse cita en el salón de loterías
EFE

Ríase usted de Nadal y sus manías colocando las botellitas cuando defiende un ‘match point’. La lotería de Navidad trae consigo tantas o más supesticiones irracionales que las que suma el tenista manacorí. Y no se trata sólo de los ‘freaks’ que este domingo poblarán el salón del Teatro Real donde ya aguardan los bombos, sino de cualquier comprador anónimo que siempre cree que podrá atraer a la suerte haciendo algún pequeño gesto.

Lo más habitual es colocar el décimo cerca de una imagen o una figurita de San Pancracio para tentar a la diosa fortuna. Eso sí, la estampa del santo ha tenido que ser regalada previamente (no vale comprada) y es mejor si tiene un ramito de perejil a su alrededor. Dicen que es importante que San Pancracio tenga el dedo índice elevado y mirando hacia el interior de la casa y los más nostálgicos lo conservan todavía sosteniendo una antigua moneda de 25 pesetas, de esas perforadas en su centro. La creencia popular de que San Pancracio es útil en el sorteo de Navidad se acrecentó en 1982 cuando el Gordo cayó en una administración de Madrid y sus empleadas no cesaron de decir que había sido cosa del venerable, cuya imagen presidía el céntrico comercio.

Las bondades de este santo ‘compiten’ en Aragón con las de la Virgen del Pilar y son muchos los zaragozanos que pasan los billetes de lotería por el manto de la Patrona o que, incluso, los cuelgan del árbol de Navidad con una de las famosas cintas (medidas) de la Virgen. Los más devotos saben que es mejor hacerlo los días que la Virgen lleva manto de color rojo (simboliza la fortuna) y suelen también guardar los boletos junto a medallitas especialmente significativas o, incluso, prender alguna vela de buen augurio.

Al margen de las cuestiones religiosas -en las que juega más la fe que la superstición- también hay algunos actos que se repiten en las horas previas al sorteo de Navidad. El primero es la forma de comprar el billete: hay quienes controlan que su entrada en la administración de lotería se haga con el pie derecho. Sin embargo, en la propia web de Loterías y Apuestas del Estado complican un poco más el asunto: hay acceder con el pie izquierdo los días impares y con el derecho, los pares. Además, también entra en concurso la mano con la que el lotero entregue el boleto, mejor, supuestamente, con la derecha.

Algunos jugadores prefieren no elegir número y depositan esa responsabilidad en el regente de la administración. Para no hacer nervios, hay quienes no saben el número hasta el mismo momento del sorteo porque, como explica Alejandro Alcolea, el delegado territorial en Aragón, “no hay números bonitos ni feos, todos están en el bombo”. Los altos, los bajos o los anodinos “forman parte de las creencias y supersticiones”.

Sobre número no hay nada escrito y a algunos les gusta ser fiel al mismo durante años, otros buscan que coincida con una fecha de cumpleaños o aniversario, y los más buscados -como es sabido- son las terminaciones en 5 y en 13.

Quienes estos días procuran alejarse de la marabunta de ávidos jugadores de lotería son los cheposos y las embarazadas. Estas últimas porque hay quienes, sin ningún reparo, tratan de frotar el boleto contra su vientre porque desde la antigüedad se relaciona la fortuna con la fertilidad. De ahí que haya también muchas supersiticiones sobre los antojos y el mal de ojo a los bebés. Respecto a las jorobas y los cheposos, los expertos no se ponen de acuerdo sobre el origen de tal acto, pero tampoco dejan de hacerlo. Sí que recuerdan que en este singular ‘ranquin’ el bronce lo ocuparían los calvos, a quienes también se les atribuye buena suerte por el protagonista del anuncio de la Navidad entre 1998 y 2005.

Por descontado, también hay que evitar estos días a los gatos negros (y a los tuertos) y conviene repetir aquellas actividades que se crea que han atraído a la suerte en los años anteriores. Una zaragozana que el año pasado llevaba un boleto de los premiados de San Viator tiene previsto repetir exactamente lo mismo que hizo el año pasado, merienda en La Almolda mientras su hijo va al carrusel de Sinués, incluida. Ya ven, cada cual busca dar con su fórmula y lo único cierto es que quedan menos de 24 horas para rebuscar entre herraduras de la suerte y tréboles de cuatro hojas.

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