Gente de la tierra

"La espera de la trufa es larga, pero la recompensa merece la pena"

Vicente Guía ha sido el ganador, en la Feria Internacional de la Trufa de Sarrión, del trofeo al ejemplar más voluminoso, con 504 gramos de peso.

Vicente Guía, con una de sus perras, en su plantación de trufas.
Vicente Guía, con una de sus perras, en su plantación de trufas.
H. A.

Sorprendido y orgulloso. Así se sintió Vicente Guía el pasado fin de semana cuando se enteró de que era el ganador del trofeo a la trufa más voluminosa de la última edición de la Feria Internacional de la Trufa (Fitruf) de Sarrión, que este año ha batido todos los récord de asistencia, al registrar la presencia de más de 20.000 visitantes.

Una trufa de 504 gramos que este vecino de Sarrión había recolectado en su propia plantación unos días antes, mientras iba con un amigo, pero que no quería presentarla a concurso porque «había que darle oportunidad a otras personas. Yo ya había ganado el año pasado el premio con una pieza de 398 gramos y pensé que era justo que otras personas pudieran llevarse el galardón este año. Pero un amigo mío la llevó a escondidas y al final fui el vencedor», dice con modestia.

Una trufa de 504 gramos que se subastó a beneficio de la Asociación Contra el Cáncer, por 500 euros, y que, contrariamente a lo que pueda pensarse, no es el ejemplar más grande recolectado por Vicente, quien recuerda que en otras ocasiones sus perras Luna, Estrella y Lina han sacado alguna pieza que superaba los 700 gramos. «Nunca sabes qué vas a encontrar cuando los animales marcan la zona donde detectan la trufa, pero es una alegría cuando ves ejemplares tan grandes», afirma mientras insiste en la importancia de los perros en esta tarea. «Ellos son nuestra principal herramienta de trabajo. Sin su colaboración, no seríamos nada, de ahí la necesidad de adiestrarlos desde pequeños en el difícil arte de localizar las trufas», aclara.

Vicente Guía es uno de los muchos vecinos de Sarrión que hace más de una década decidió «arriesgarse» y apostar por el mundo de la truficultura, un terreno del que desconocía casi todo. «En mi familia siempre nos hemos dedicado al cereal, pero el rendimiento es cada vez menor debido a la sequía y otras circunstancias. Un amigo mío me animó a plantar las primeras encinas y, poco a poco, me fui enganchando a este mundillo, que exige grandes dosis de paciencia, porque tardas un mínimo de ocho años en ver los frutos y empezar a sacar rendimiento a las parcelas. Pero luego, la recompensa merece la pena», apunta convencido, mientras insiste en que gracias a las trufas muchos vecinos han podido seguir viviendo en Sarrión, evitando de esta manera la desploblación de este rincón de la provincia de Teruel, de donde proceden muchas de las trufas que se consumen en el mundo.

En su caso, vende un 15% de su producción en España y el resto lo exporta a través de la empresa Trufalia, que también tiene su sede en Sarrión, la capital mundial de la trufa.

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