aragón

El día a día de los refugiados sirios en Aragón: "España es el país que mejor nos ha tratado"

Han huido de la guerra dejando atrás muerte y destrucción y, aunque se han integrado bien, tienen deseos de volver a su tierra una vez termine el conflicto bélico. La Comunidad ha acogido a 406 ciudadanos de esta nacionalidad desde 2015 hasta el pasado mes de septiembre.

Una familia siria es evacuada de los barrios del este de Alepo en una imagen de 2016.
Una familia siria es evacuada de los barrios del este de Alepo en una imagen de 2016.
SANA HANDOUT/EFE

"Lo he tenido todo, sé que se puede perder en un día y ahora mismo lo que quiero es vivir tranquila en un sitio donde no me rechacen". Julia Ortega, responsable de Accem Aragón (ong que trabaja con refugiados y migrantes o colectivos más vulnerables), aún recuerda lo que le dijo una mujer siria que llegó a Zaragoza, junto a sus dos hijas casi adolescentes, huyendo del horror de la guerra. Unas palabras que encierran destrucción y dolor, pero también la esperanza de poder empezar de nuevo.

Un total de 406 ciudadanos sirios (233 hombres y 173 mujeres) han sido acogidos en Aragón desde 2015 hasta el 30 de septiembre de 2019 -según datos de la DGA- dentro del programa de Protección Internacional del Ministerio de Trabajo. Muchos de ellos han llegado con cuadros psicológicos "muy complicados" y algunos también con secuelas físicas de la guerra, advierte Julián Martínez, director de Intervención Social de Cruz Roja de Zaragoza, organización que también gestiona

-como Accem Aragón y otras más- el programa de acogida e integración de refugiados en coordinación con el Ejecutivo autonómico. Casi todos han perdido a seres queridos y la aspiración de la inmensa mayoría es poder regresar a su país una vez llegue la paz.

"En España estoy superfeliz; la gente es muy parecida a nosotros. Pero echo muchísimo de menos Siria ", comenta Yousef Sahibar, de 24 años, quien llegó a Zaragoza en mayo de 2016. Sus padres y tres hermanas están ahora a salvo en Turquía, cerca de la frontera siria, y su mayor deseo sería poder traer algún día a nuestro país a parte de su familia. "Cuando salí de Alepo tenía 16 años. Mis primos y tíos fallecieron en la guerra y yo me marché porque no quería luchar. Primero fui a Turquía, donde trabajé en el sector textil, y después en barco a Grecia", recuerda este joven sirio vía telefónica desde Barcelona, donde reside desde julio. “En Zaragoza trabajé ocho meses en Yudigar en el almacén y después casi siete meses de camarero en Sevilla. Regresé de nuevo a Zaragoza y me habría quedado si hubiera tenido un empleo. Es una ciudad especial, ahí tengo una amiga que es como mi hermana y yo me siento de Aragón; medio sirio y medio español”, asegura.

Yousef Sahibar.
Yousef Sahibar.
Heraldo

Aunque Yousef vino solo, por lo general se trata de familias con hijos de todas las edades. Es el caso de Mariam Mustafa, de 24 años, y su marido Sari Alelaiwi, de 30, que vinieron el pasado febrero a la capital aragonesa junto a sus tres niños. Lo hicieron desde Jordania como familia reasentada tras huir de la ciudad siria de Homs en 2014. Salieron de su país por separado: Mariam por carretera con el único hijo que tenían entonces y Sari solo. "Lo hice andando y pagando a traficantes. Tardé tres meses en reunirme con ellos", relata en un incipiente español.

Mariam Mustafa y Sari Alelaiwi.
Mariam Mustafa y Sari Alelaiwi.
Heraldo.es

La barrera idiomática es uno de los retos más importantes a los que se enfrentan, junto con la búsqueda de empleo; es por ello que Sari acude a clases extras de castellano en la sede de Accem Aragón y a otras más en Torrero, donde reside con su familia. "También es difícil alquilar un piso. Son muy caros y no tengo trabajo", destaca. En estos momentos, esta familia vive con ayudas para alquiler y necesidades básicas.

Quien no ha tenido problemas para aprender español es la pequeña Nuor Almahaned, de tan solo 9 años, que vive junto a sus padres y sus dos hermanos en San Mateo de Gállego. Es ella la que hace de traductora para su madre Jamileh Gasem, de 31. "Teníamos miedo de que nos mataran; por eso salimos de nuestro pueblo al Líbano, donde estuvimos cinco años. He visto cabezas y cuerpos por todas partes. Casi toda la familia está muerta por la guerra", explica Jamileh, que aún conserva con vida en Siria a su madre y un hermano. "Algunas veces les llamamos, pero es difícil comunicarse con ellos porque casi no hay wifi allí", explica la pequeña.

Esta familia llegó a Zaragoza hace casi dos años y medio, donde están integrados: el padre trabaja en una granja porcina y los niños acuden al colegio como unos más. "Todo está muy bien. Tengo muchos amigos. Mi madre es la que está a veces bien y otras mal. Echa mucho de menos a su familia. Todos queremos volver si acaba la guerra. Quiero ver a mis abuelos", dice Nuor, quien hace un llamamiento: "Mi madre pide que le busquen trabajo, aceptaría cualquiera".

Dos fases 

El programa del Ministerio del Trabajo, Migraciones y Seguridad Social -que lo gestionan entidades sociales colaboradoras subvencionadas- se desarrolla en dos fases: la primera con una duración de seis meses donde a las personas solicitantes y beneficiarias de protección internacional se les cubre las necesidades básicas y la segunda, de un año, donde se trabajan todas las habilidades y capacidades para que puedan ser totalmente autónomas. "La duración temporal es de año y medio hasta un máximo de dos si hay prórrogas por situaciones de especial vulnerabilidad. Las entidades trabajamos en colaboración con el Gobierno autonómico porque si no estas personas no tienen ni acceso a la sanidad ni los menores están escolarizados ni nada de nada", aclara el director de Intervención Social de Cruz Roja de Zaragoza, para quien "sin trabajo no cierras el ciclo de la inclusión".

Según Julián Martínez, la mayoría de los refugiados sirios con los que han trabajado desde 2016 es gente de oficios y "prácticamente" todos se han integrado. "No es plato de buen gusto para nadie abandonar su casa. Ni para nosotros: ¿cuántos jóvenes emigraron en 2008 por motivos socioeconómicos en España? Se han integrado bien tanto los sirios como el resto de solicitante de protección internacional. Además, es gente que está agradecida por la oportunidad que se les ha dado. El paraguas de protección internacional coge a muy pocos migrantes", asegura.

Los primeros grupos de sirios que recibió Accem Aragón fue en noviembre de 2014 provenientes del CETI de Melilla. "Habían llegado por sus propios medios hasta la frontera de Marruecos con España y no en vuelos de reasentamiento ni reubicación. Llegó a haber más de 2.000 personas de nacionalidad siria en ese centro de estancia temporal", recuerda Julia Ortega. "Ahora ya no hay la misma necesidad. De hecho, hace ocho meses que no recibimos ningún vuelo. Es verdad que hubo una primera tanda de vuelos. Vinieron unas 1.200 personas a territorio nacional, pero se paró bastante entre otros motivos porque España no era el país de destino ideal para mucha parte de la población siria ya que tienen redes familiares en Centroeuropa y querían ir ahí. La mayor llegada de sirios fue de finales de 2014 hasta 2016", explica la responsable de Accem Aragón, que aclara que nuestro país no llegó al compromiso de acoger a 17.000 sirios en vuelos de reasentamiento y reubicación. "Fueron unos 1.500, una décima parte".

Julia Ortega hace una distinción entre los sirios de las primeras llegadas, para quienes España era un país de paso, y los que han venido con los cupos, conformes con su destino. "Hubo muchísimos que abandonaron los recursos y se fueron a Alemania, Bélgica y otros países europeos. Ahí tienen una red familiar de hermanos, cuñados... Y los que han venido en vuelos de reasentamiento y reubicación se han quedado en el 95% de los casos", indica.

Dos años por Europa

También Rouhif Mohamad, de 18 años, quería viajar a Alemania junto a su madre y sus dos hermanos menores tras perder a su padre en un bombardeo en Alepo en 2014. "Trabajaba de conductor en una fundación llevando comida y enseres para los más necesitados. Lanzaron un misil en la carretera por la que viajaba con otros dos jóvenes. Murieron muchas personas. No pudimos ver su cadáver; quedó quemado. Tenía 43 años. Eso nos cambió la vida", cuenta con entereza.

Rouhif Mohamad.
Rouhif Mohamad.
FRANCISCO JIMENEZ PHOTOGRAPHY

A partir de ahí, empujados por el deseo de un futuro mejor, comenzó un periplo que les llevó al Líbano, Argelia, Marruecos, Melilla, Málaga, Alemania, Bélgica, Madrid, Almería y, por último, Zaragoza. En total dos años de idas y venidas no exentos de sinsabores y dificultades.

"Queríamos ir a Alemania porque en ese momento estaba abierta a recibir refugiados. Allí hay muchos sirios y las condiciones eran muy buenas. Vivimos ocho meses cerca de Dortmund en un campo de refugiados. Un día las autoridades vinieron a las 7.00 y nos dijeron que teníamos que volver de forma inmediata a España. Nos trasladaron al aeropuerto. Mi madre se desmayó ahí y tuvieron que hospitalizarla. Es cuando decidimos viajar a Bélgica, donde reside un hermano de mi padre con sus hijos. Estuvimos tres meses, pero nos volvieron a rechazar. Obligatoriamente nos metieron en un avión a Madrid", relata.

Rouhif no entiende por qué su familia tenía que venir de forma impuesta a España cuando a otros sirios que conocieron por el camino no les ocurrió lo mismo. "Tienes que estar en el primer país donde tienes una huella de refugiados. Pero la ley se aplica para unas personas y para otras, no", sostiene.

Ya lleva casi tres años en Zaragoza y no puede estar más contenta. "No sabía que España era tan buena para nosotros. Es el país que mejor nos ha tratado. Hemos perdido el tiempo. Si tuviera la oportunidad de salir de esta ciudad, no lo haría. Y mi madre agradece la acogida que hemos tenido por parte de España y de Accem", asegura, echando la vista atrás.

Y aunque el día a día es “complicado”, aquí puede estudiar lo que quiere, al igual que sus hermanos. "Edificación y Obra Civil y, después, deseo hacer la carrera de Arquitectura. Quiero trabajar en proyectos de construcción en Siria; por eso la he elegido. Me encanta todo lo que tiene que ver con mi país", resalta con añoranza.

Tanto las familias de Rouhif y de Nuor como Mariam y Sari y Yousef han sido acompañados por Accem Aragón en su integración en nuestro país.

La responsable de esta ong en Aragón también destaca que la aspiración de la inmensa mayoría de sirios es poder volver a su país, sobre todo las familias. "Sí que nos hemos encontrado casos de chicos más jóvenes -alrededor de 25 años- que se sienten ahogados en un régimen que ha sido muy represivo y que aunque pudieran regresar el día de mañana no lo tienen tan claro. Los que quieren volver sienten este tiempo como un 'impasse' en el que entre el miedo, la preocupación por lo perdido y el desconocimiento del entorno hacen que su proceso de adaptación a la nueva sociedad de acogida sea un poco más difícil y lento. En su día a día, aunque no sea de forma consciente, pesa que su proyecto no es quedarse aquí”, afirma.

Y, ante todo, Julia Ortega reivindica la necesidad de vías seguras para que no tengan que recurrir al tráfico de personas. Porque todo el mundo que viene a España, pasando antes por Jordania, el Líbano, Turquía, Grecia, Italia u otros países, acaba cayendo en redes.

Lo que comenzó en 2011 como un levantamiento social contra el presidente sirio, Bachar al Asad, se ha convertido casi nueve años después en una cruenta guerra que desgraciadamente aún perdura.

Comentarios
Debes estar registrado para poder visualizar los comentarios Regístrate gratis Iniciar sesión