HISTORIA Y ARTE

Una Constitución en el taller de los artistas aragoneses

Desde la ‘Alegoría de la Constitución de Cádiz’ de Goya hasta la escultura de Pablo Serrano sobre la Carta Magna en el Congreso de los Diputados son varios los artistas que han representado en sus obras las leyes que hoy nos rigen.

Hay muchos modos de celebrar la Constitución y uno de los más creativos es a través del arte. ¿Puede un texto legal tan serio combinar bien con la pintura o la escultura? Sí, puede, hay infinitos ejemplos y, además, ha sido así desde siempre. No solo la Carta Magna de 1978 está reflejada en infinidad de lienzos sino que ‘la Pepa’, por ejemplo, ha sido también objeto de muchas representaciones y no pocas de ellas con autoría aragonesa.

Uno de los últimos trabajos del escultor turolense Pablo Serrano es una pieza de bronce que muestra a Juan Carlos I firmando la Carta Magna sobre una mesa. Esta obra, que se antoja casi inacabada dado el repentino fallecimiento de Serrano, puede verse en el mismísimo Congreso de los Diputados. La pieza se inauguró en 1984, el autor no llegó a conocer la opinión del rey emérito y en las crónicas de la época se elogia el trazo expresionista del aragonés y cómo la imagen transmite "serenidad institucional" y "la trascendencia del momento".

En el ámbito escultórico también es de referencia obligada la composición que el turolense Florencio de Pedro Herrera en el paseo de la Constitución de Zaragoza. Con prismas piramidales de acero inoxidable representa los tres poderes del Estado y su reunión en una esfera de bronce. El monumento, por cierto, se inauguró hace exactamente 30 años y, pese a algunos vándalos, continúa evocando los valores constitucionales en el corazón de Zaragoza.

El estudio que mejor glosa todo el arte en torno a la Constitución lo publicó hace unos meses el jurista Pedro González-Trevijano con motivo del XL aniversario de su aprobación por referéndum. En un libro editado por el Estado y la Real Academia de Jurisprudencia se hace una exhaustivo análisis de lienzos de Goya, Casado del Alisal, Gisbert o Juan Genovés con referencias a los textos legales o a momentos determinantes en la historia constitucional. "La pintura de historia se muestra como un medio eficaz para que la ciudadanía pueda asumir los principios y valores y hasta de la mismísima ideología de las constituciones de nuestro Derecho histórico", escribe González-Trevijano. El magistrado presta especial atención a un cuadro de Salvador Viniegra sobre ‘La proclamación de la Constitución de Cádiz’ -en la que se aprecia el entusiasmo popular de 1812-, a una obra de Sorolla sobre la reina regente María Cristina y a la mentada escultura de Pablo Serrano.

Otro aragonés que también puso su talento al servicio constitucional fue Antonio Saura, quien colaboró en una edición bibliófila de la Constitución de 1978. Cuarenta pintores e ilustradores reunieron sus dibujos y grabados en una obra de coleccionista (apenas se tiraron 250 ejemplares) que alcanza precios estratosféricos en las subastas de internet. En este mismo sentido, José Manuel Broto también presta algunas de sus imágenes a la obra ‘Con la palabra y la imagen, 25 años de Constitución’, que se editó en 2003 y en la que colaboran desde Caballero Bonald hasta Fernando Savater.

Por último, sería inexcusable no comentar una de las obras de Goya que más ríos de tinta han hecho correr, a pesar de que está custodiada en el Museo Nacional de Estocolmo. Se trata de la ‘Alegoría de la Constitución de 1812’, que fue objeto incluso de una monografía a cargo del profesor Alberto González Troyano. En el ensayo se aborda si Goya simpatizaba con los liberales afrancesados y se exploran los símbolos, en los que unos ven representados "la verdad, la historia y el tiempo" y otros identifican una Constitución en las manos de una figura blanca que vendría a representar España.

Conocida es también la anécdota de otro cuadro goyesco de la época, la ‘Alegoría de la Villa de Madrid’. En 1810 el de Fuendetodos pintó a la figura central con un medallón de mármol que al principio tenía la efigie de José I, ‘Pepe Botella’. Cuando, en 1812, los franceses perdieron la batalla de Arapiles, desde el Ayuntamiento le sugirieron que cambiase ese rostro por la palabra ‘Constitución’. Unos meses después, los franceses regresaron victoriosos a Madrid y se encargó que se recuperara el rostro original.

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