Salud

VIH: del "fin del mundo" a ser una enfermedad crónica

La Asociación Omsida organiza una exposición para celebrar su 25 aniversario en la que se hace un recorrido de la enfermedad durante estos años. La muestra permanecerá hasta el 27 de noviembre en el Centro Joaquín Roncal de Zaragoza. 

El presidente de Omsida Zaragoza y el jefe de Enfermedades Infecciosas en la exposición
El presidente de Omsida Zaragoza y el jefe de Enfermedades Infecciosas en la exposición
Toni Galán

Solo un vistazo rápido por la exposición de los 25 años de Omsida en el Centro Joaquín Roncal de Zaragoza aporta una idea de cómo ha evolucionado el tratamiento informativo y, por supuesto, el diagnóstico y supervivencia de la infección por VIH y el sida. Aunque de una manera muy diferente, el presidente de la entidad, Juan Ramón Barrios, y el jefe de Enfermedades Infecciosas del hospital Clínico de Zaragoza, Juan Antonio Amiguet, han sido testigos de estos cambios.

Es este último el que primero toma la palabra para recordar la «alarma social» que se creó con los primeros casos detectados a principios de los ochenta, incluso, cómo a los enfermos aragoneses se les "aislaba" en la planta 13 del hospital y se pedían voluntarios para atenderlos. "Había desconocimiento, miedo. Se les trataba como apestados. Unas alarmas totalmente injustificadas. Nadie quería aproximarse a ellos», recuerda Amiguet. "Se habló incluso del fin del mundo", añade.

En el 83, en Francia, se puso por fin nombre y apellidos al virus, aunque durante algunos años continuó el desconocimiento y la elevada mortalidad. "Estuvimos tratando de manera integral al paciente, pero la enfermedad era una condena de muerte. Poníamos parches, pero irremediablemente fallecían al poco tiempo", afirma.

En un primer momento, la mayoría de contagios se produjeron por transmisión sanguínea (fundamentalmente por las drogas) y, posteriormente, a raíz de las campañas de concienciación, el grueso de enfermos pasó a ser por transmisión sexual. A mediados de los noventa, en Aragón, según publicó HERALDO, llegaron a registrarse entre 6.000 y 7.000 personas con VIH y unos 600 casos de sida. Mientras, ahora, se detectan unos cien nuevos casos de VIH al año.

El primer tratamiento, con el llamado AZT, apareció en el 87. Era un antitumoral. "Esos pacientes remontaban un poco. Pero aparecían resistencias y a los meses recaían", señala. "La esperanza era aguantar un año más", añade el presidente de Omsida Zaragoza. En los noventa, se sumaron otros fármacos y a finales de esta década, llegó el "cambio". "Entonces, se consigue que sea una enfermedad crónica en la mayoría de los casos", explica el jefe de Infecciosos. Ahora, hay tratamientos con los que se evita el contagio.

Juan Ramón Barrios fue diagnosticado en el 87. Se siente afortunado por sobrevivir a esos años inciertos, de desconcierto y de terapias ‘experimentales’, que muchas veces machacaban el cuerpo. "Había que tomar 15 o 20 pastillas al día con efectos secundarios indeseables: vómitos, nauseas, diarreas... La piel se te ponía como un lagarto", cuenta Barrios. Ahora toma una única píldora.

Él fue uno de los cientos de jóvenes de mediados de los ochenta que la "desilusión social" le llevó a caer en las drogas y a contraer la enfermedad. Fue uno de los pocos afectados que tuvo el apoyo de familia y amigos, pero fue testigo de cómo la mayoría sentía el rechazo y la "estigmatización" por parte de la sociedad. "Se identificó el VIH con determinados colectivos y las personas que no estaban en esos grupos pensaban que no iba con ellos. Algo que no era así", explica Barrios.

Recuerda que Omsida nació hace 25 años por la necesidad de acompañar a estas personas, muchas sin esperanza de vida, y la entidad ha evolucionado conforma a lo que requerían los pacientes. Reconoce que se ha avanzado mucho, pero todavía queda mucho por hacer en educación, acceso a la inserción laboral, el cambio de las normativas e incluso la eliminación de la coletilla en la enfermedad de "contagiosa".

"Una enfermedad contagiosa es aquella que no se puede controlar, el VIH, sí. Si no tienes prácticas de riesgo, intercambio de fluidos, si no compartes objetos con sangre no se puede transmitir. Hoy se sabe, pero las normativas son de hace años", destaca y pone ejemplos: "Con los actuales reglamentos, una persona con una enfermedad contagiosa no puede entrar a una piscina municipal, a una residencia de estudiantes... No puede ni ser taxista", concluye. Entre sus objetivos, también están no bajar la guardia (sobre todo en transmisión sexual), reducir la bolsa de personas no diagnosticadas y minimizar al año el número de nuevos casos diagnosticados.

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