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Pilar Guzmán: "Mientras no se nos prohíba, yo viajo a Tinduf"

Esta voluntaria zaragozana de 58 años está decidida a ir a los campos de refugiados del Sahara el 3 de diciembre con la expedición aragonesa, aunque Exteriores lo desaconseja por el riesgo de un atentado yihadista. Quiere convencer a un abuelo de que deje estudiar a su nieta, niña de acogida, en Zaragoza.

Pilar Guzmán, voluntaria zaragozana que prevé viajar a los campos de refugiados del Sahara

Pilar Guzmán, zaragozana de 58 años, es una de las 15 personas de Aragón que viajarán este martes, 3 de diciembre, a los campos de refugiados del Sáhara. Tras el comunicado emitido por el Ministerio de Asuntos Exteriores de España, que alertaba este jueves del riesgo de atentado yihadista contra españoles en la zona, varios cooperantes e integrantes de oenegés con actividad en la zona han asegurado que van a seguir adelante con sus planes.

“Tengo la maleta ya medio hecha, yo me voy”, afirmaba Guzmán, que asegura que son varias las llamadas de familiares y amigos que le han sugerido que no haga este viaje. “Desde el Frente Polisario nos han asegurado que el riesgo no es tal, así que mientras no se nos prohíba hacer el viaje, yo viajo”, apunta.

La de esta zaragozana es una de las cientos de historia que, durante los últimos años, se han ido tejiendo entre familias de ambos lados del Estrecho. “La primera niña que acogí fue Laila, vino en 2003 cuando tenía 10 años, hoy es toda una mujer”, recuerda. Tras ella, llegarían Sukeina (7), Sara (8), Mohamed (10) y Mahyuba (10). Todos ellos han dejado una huella irremplazable en su vida.

“Recuerdo que tenía muchas dudas, porque en verano me iba de vacaciones y no sabía cómo organizarme, pero desde ‘Vacaciones en paz’ me dijeron que era todo lo contrario, que a ellos les encanta ir de vacaciones”, afirma. Cada caso es único, pero todos tienen puntos comunes. Se trata de menores sometidos a unas temperaturas verdaderamente extremas –que superan los 50 grados en verano-, y que carecen de recursos básicos como el acceso a reconocimientos médicos.

“Sukeina, por ejemplo, era una niña extremadamente delgada y no comía casi nada. Estuvo viniendo durante siete veranos porque era un caso especial y necesitaba más revisiones médicas”, explica Guzmán. Al producirse una de estas acogidas, los menores saharauis se incluyen automáticamente en las tarjetas sanitarias de la familia de acogida, algo que facilita mucho el control médico durante los dos meses del verano.

Un curso escolar en paz

La última niña que ha tenido en acogida es Mahyuba. Lleva viniendo cuatro veranos, desde el año 2016. Por eso, y tras la negativa de su familia ante la posibilidad de que la menor venga a estudiar a España –dentro del proyecto ‘Estudios en paz’, que se desarrolla entre los meses de septiembre y junio, es decir, durante el curso escolar-, esta voluntaria ha decidido viajar hasta los campos para convencerles. “Sus padres están de acuerdo pero su abuelo no, por eso he decidido ir a conocerlos para ver si consigo que cambie de idea”, explica.

Además, la joven tiene una perforación en el tímpano, algo que requiere de un mayor control médico. “He visitado los campos en tres ocasiones, en 2007, 2008 y 2010. Ahora, diez años después, he decidido dar el paso, a no ser que lo prohíban, yo pienso ir”, reivindica.

Recibir a un niño saharaui te cambia la vida. Desde hace 16 años todos mis veranos son saharauis, todos los planes son para ellos y organizo mis vacaciones durante el resto de año, todo cambia”, reivindica. “Ya que viven en unas condiciones tan duras durante diez meses, procuras que el verano sea lo mejor posible para ellos”, añade.

Zaragoza se vuelca con los niños saharauis

Durante los dos meses que dura el intercambio, la ciudad de Zaragoza se vuelca con estos menores. “Contamos con una red de oculistas y dentistas solidarios que hacen revisiones gratis”, asegura la cooperante, algo que, lamenta, no se conoce entre la ciudadanía. Por eso, para tratar de paliar las carencias de este pueblo, la zaragozana ha procurado ocupar los 30 kilos que le permiten llevar en su maleta de cosas que puedan contribuir a mejorar su estancia.

“Mi amiga y yo llevamos medicación, pijamas, bombones y turrones, y al llegar allí compraremos más comida. Durante el resto del año, ni siquiera tienen acceso a alimentos frescos”, señala Guzmán, que permanecerá durante una semana, del 3 al 10 de diciembre, en la zona de Tinduf. “Nos quedaremos en casa de algunas de mis niñas y trataremos de aprovechar para visitar la zona”, concluye. 

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