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Así es la nobleza aragonesa de hoy en día

Están vinculados al arte, trabajan en bancos, son atletas retirados, antiguos políticos o profesores universitarios. Tras ese currículo se esconde su nobleza, ya sea de título o de sangre.

Luis María Garriga, séptimo conde de Torreflorida
Luis María Garriga, séptimo conde de Torreflorida
Guillermo Mestre

Luis María Garriga Ortiz es un caballero jubilado puntual y alto. Su porte atlético delata un pasado deportista. Este aragonés fue el primer español que superó los 2 metros en la disciplina de salto de altura, marca que le dio un billete para participar en los Juegos Olímpicos de Tokio, en 1964. También fue alcalde de Borja durante dos décadas y concejal de Zaragoza un par de años. De la cartera saca una tarjeta donde no aparecen sus logros en el mundo del deporte ni su labor política. Bajo una corona de nueve puntas se lee "Conde de Torreflorida".

En Aragón reside menos de un centenar de nobles y él es uno de ellos. Pocos viven en palacios, aunque los recuerdan. Ya no viajan en carruajes tirados por caballos, como podían acostumbrar sus antepasados hasta hace un par de siglos. No tienen privilegios económicos como antaño. Han cambiado las casacas de paño con galones por el 'prêt à porter', a pesar de que guarden los atavíos familiares como verdaderas reliquias. Con los retratos al óleo de sus ancestros colgados en las paredes, encienden los 'smartphones' para enseñar las fotos de las nuevas generaciones del linaje. Muchos prefieren proteger su anonimato tras los escudos nobiliarios. Lo demuestren más o menos, son nobles.

"Alguno se va a sorprender porque se enterará de que soy conde cuando lea esto", pronostica jocoso Garriga. "Sigo siendo Luis María y cuando sale el tema sé que soy el conde, condición que asumo con satisfacción. Pero también con mucha naturalidad", dice. Es el titular del condado desde 1998, después de iniciar los trámites de sucesión tras el fallecimiento de su hermano Miguel. "Nunca había tenido en mi mente ser conde", manifiesta.

El condado de Torreflorida está íntimamente vinculado con Aragón y hasta 1942 estuvo en pie su palacio en Zaragoza, ubicado en la calle Mayor.

"He intentado asumir lo que supone tener un título nobiliario en la familia y creo que lo estoy haciendo aceptablemente. No ocupa mi vida diaria, aunque estoy muy orgulloso", reconoce el séptimo conde de Torreflorida. Se declara feliz gracias al deporte, y los valores aprendidos en la pista pueden ser parte de su contribución al condado: "El ejercicio proporciona singularidad y, desde luego, una disciplina interna de aplicación en la vida como perseverancia, esfuerzo, trabajo, sacrifico o respeto a las reglas".

Tiene tres hijos y en el futuro su primogénita heredará el título. "Es una mujer muy formada a la que le preocupan los asuntos del condado, que se interesa. Creo que será una excelente condesa – dice emocionado – y mi nieta, probablemente, también lo será". Sin embargo, es sincero: "No importa quién tenga el título, sino el legado en valores que dejo a mis hijos, sin menospreciar el privilegio nobiliario".

Luis Navarro y Elola junto a Enrique Caro y Valenzuela, en la Maestranza.
Luis Navarro y Elola junto a Enrique Caro y Valenzuela, en la Maestranza.
Oliver Duch

La nobleza de sangre

No es necesario ser duque, conde, barón, marqués o vizconde para ser noble, ya que existe la nobleza de sangre. Bien lo explica Luis Navarro y Elola, teniente de hermano mayor de la Real Maestranza de Caballería de Zaragoza. "El Rey otorga un título de privilegio, pasado un tiempo, se convierte en nobleza de sangre para ese linaje – añade -. Mientras que la nobleza de título solo se transmite a uno de los descendientes, la de sangre es heredada también por el resto".

Esta Maestranza, sita en la calle de Diego Dormer de la capital aragonesa, es un pilar de la aristocracia de la Comunidad y de gran parte de España, al ser una de las cinco que hay en el país. Ronda, Sevilla, Valencia y Granada completan la lista. Además, se puede pertenecer a una de las órdenes militares: Santiago, Alcántara, Calatrava y Montesa. La entrada a estas instituciones tiene que ser avalada por la hidalguía, reflejada en los cuatro primeros apellidos en el caso de los varones y por los dos para las damas. "Por eso se dice ser noble por los cuatro costados", apunta Navarro y Elola.

Luis es noble de sangre, al igual que Enrique Caro y Valenzuela, secretario de la Maestranza. "La nobleza hay que vivirla, es un sentimiento. Pero se lleva con normalidad porque, por ejemplo en mi caso, ha estado siempre en la familia", indica el secretario maestrante.

"Se puede considerar como un patrimonio inmaterial. Es necesario recordar que los hidalgos han escrito parte de la historia de España, ya que fueron emprendedores, alto clero…", continúa Navarro y Elola. "En definitiva, hay que estar a la altura del legado recibido. Es una responsabilidad, porque tenemos que honrar la memoria de los antepasados y tratar de buscar la excelencia", revela este hidalgo que imparte clase de Economía de la Empresa en la Universidad de Zaragoza. En sus ámbitos diarios no oculta su nobleza, aunque tampoco la pregona. "Se sabe, pero no presumo. Tengo esta condición, pero no lo digo. Al ocupar cargos en la junta aparezco en prensa y muchas personas lo conocen por esa razón", añade desde uno de los salones del palacio, que data del primer cuarto del siglo XVI. Grandes retratos de maestrantes envuelven la estancia y cortinas de estampados de filigranas cubren los ventanales con vistas a la Seo.

Con este escenario es fácil imaginar a los antepasados de los actuales nobles en una celebración de la alta sociedad en el siglo XIX. No faltan los sofás y sillones tapizados en terciopelo granate con la cruz de Íñigo Arista, emblema de la maestranza. Ese motivo se repite en cualquier lugar de la casa, también en la estancia que preside el retrato de Felipe VI, obra del pintor oscense Pepe Cerdá. Esa cruz de patada apuntada es el símbolo que une a todos los maestrantes.

En 2019 se conmemora el bicentenario de su fundación, aunque su origen se remonta varios siglos atrás

La Real Maestranza es un cuerpo con dos brazos: caballeros y damas. En la actualidad esta institución cuenta con casi 300 miembros, de los cuales 144 son damas y un total de 150, caballeros. Su localización geográfica hace que la mayoría de los maestrantes residan en Zaragoza, aunque también en otras comunidades, como La Rioja, Navarra, Castilla y León, Cataluña, Valencia o Madrid.

Precisamente en la capital española se dispone de una comisión permanente de la Maestranza. El conde de El Abra, el duque de la Palata, el barón de Sangarrén o el duque de Zaragoza son algunos de los integrantes de esa delegación. También Pilar González de Gregorio y Álvarez de Toledo, perteneciente a la casa de Medina Sidonia, considerado el ducado hereditario más antiguo de España.

Pilar González de Gregorio y Álvarez de Toledo, en Madrid
Pilar González de Gregorio y Álvarez de Toledo, en Madrid
Christie's España

Esta dama maestrante preside la entidad de subastas Christie’s España, dada su faceta artística. Sin embargo, su verdadera vocación, tal y como confiesa, es la escritura. Autora de libros y, en ocasiones, protagonista del papel cuché, asume su condición de noble con normalidad: "Hablar de nuestra nobleza es algo natural. Es hablar de generaciones pasadas, como hace todo el mundo. Son nuestras señas de identidad".

Un sello que, según defiende, "supone mantener vivo un patrimonio cultural en la sociedad para que en el futuro haya testimonio de la actualidad". Según argumentan los nobles, la aristocracia de ahora no es como la de hace siglos, sino que ha evolucionado como el resto de ámbitos. "Se ha adaptado al siglo XXI y no supone lo que implicó en otros tiempos. En este momento es una seña íntima intrínseca de algunas familias que no da un papel en la sociedad como antes, ahora cada uno se lo gana con su quehacer personal y méritos", alega González de Gregorio.

Esta descendiente de los Medina Sidonia es tajante: "Me siento orgullosa de lo que depende de mí, no de lo que he tenido porque me ha tocado – confiesa- y me siento muy satisfecha de la Real Maestranza y su contribución a la vida de Zaragoza, de Aragón y de España".

"La nobleza supone mantener vivo un patrimonio cultural en la sociedad para que en el futuro haya testimonio de la actualidad"

Cuenta de ello da Caro y Valenzuela, secretario de la institución. "Cada uno aporta su granito de arena, pero hay que reconocer que en la actualidad es mucho más fácil que antes, gracias al correo electrónico y al teléfono. La nobleza se ha puesto al día", defiende este noble de sangre que trabaja en una entidad bancaria y dedica su tiempo libre a diversas tareas de la Real Maestranza.

El precio de ser noble de título

La herencia de los títulos es continua. En el Boletín Oficial del Estado se publican todas las solicitudes de transmisión. Desde enero de este año se han cursado 67 peticiones y Su Majestad ha aceptado 60 sucesiones. Solo se ha gestionado una renuncia.

La documentación necesaria para una sucesión del título por fallecimiento, la más usual, es una solicitud dirigida a Felipe VI y el árbol genealógico enlazando con el último poseedor. También se tiene que presentar la certificación de defunción del anterior titular, la de nacimiento del solicitante y las certificaciones de nacimiento y matrimonio de todos los enlaces que figuren en el árbol genealógico facilitado.

Tras una serie de comprobaciones de parentesco, se concede al solicitante si no hay otra persona que tenga más derechos sobre el título. La ley establece la preferencia absoluta de la línea recta descendente sobre la colateral y ascendente. Dentro de la misma línea, se elegirá el grado más próximo al más remoto. Y, dentro del mismo grado, el de mayor edad sobre el menor, una elección que tiene presente los principios de primogenitura y representación.

El último paso es el pago de una tasa. Según las últimas tarifas publicadas en el BOE, si la transmisión es directa son 2.753 euros por cada título con grandeza, 1.968 euros por la grandeza sin título y 785 euros por el título sin grandeza. El precio incrementa si la transmisión es transversal. En este caso, cada título con grandeza supone 6.902 euros, si la grandeza es sin título son 4.934 euros y solo el título asciende a 1.968 euros.

A estos trámites se le suma la posibilidad de rehabilitación de un título. Las tarifas son más altas. Lo más caro es la rehabilitación o reconocimiento de un título con grandeza (16.548 euros), seguido de la grandeza sin título (11.814 euros) y por último el título sin grandeza (4.736 euros).

La investigación y las nuevas tecnologías favorecen y agilizan estos trámites, ya sea nobleza de título o de sangre. "Cada vez existen más medios para acceder a los archivos y demostrar la hidalguía", señala Navarro y Elola. "Esto hará que los linajes continúen y yo creo que las tradiciones también", agrega.

El futuro de la nobleza

Al igual que el conde de Torreflorida con su hija y su nieta, el resto de nobles consultados miran con entusiasmo al futuro, con el mismo apego que recuerdan a sus antecesores. "Tengo dos hijas, que ya son damas de la Real Maestranza, e intento transmitirles los valores de la institución y creo que con éxito", comparte Navarro y Elola. En esa misma idea de continuidad coincide Caro y Valenzuela: "Es mantener las tradiciones. Aquí cuidamos la historia". Algo que le han inculcado desde pequeño: "Mi padre ya fue maestrante y también ocupó cargos en la junta, era Mariano Caro y Frías-Salazar", en relación a quien fuera marqués de Huarte.

"Cada persona tiene sus tradiciones, personalidad y origen. Por ese motivo, la nobleza es parte de nosotros mismos y es bonito conservarla. Tengo dos hijos, uno ya es maestrante y el otro todavía no, pero me gustaría que fuera en un futuro. Siempre respetando su decisión", zanja Pilar González de Gregorio y Álvarez de Toledo, de los Medina Sidonia.

Con la cantera que desvelan estos nobles y el número de peticiones de sucesión se auguran nuevas ramas en sus árboles genealógicos. La historia y los recuerdos familiares son savia de su tronco. A pesar de que las copas sean frondosas, la mayoría de los brotes que crecen se interesan por sus raíces. Unas cepas que vivieron una nobleza diferente a la de ahora, pero que dejaron un legado material o inmaterial que los actuales nobles se esmeran en continuar.

Los seis filtros que acreditan la nobleza

Aunque no se ostente un título, existe la posibilidad de ser noble. Si un antepasado de la línea sucesoria fue duque, marqués, conde o vizconde se puede pertenecer a la nobleza de sangre. En cualquier caso, ese hecho tiene que ser demostrado. En el caso de los hombres deben responder a hidalguía los cuatro primeros apellidos, todos los de sus abuelos. Sin embargo, para las mujeres es la mitad, solo los dos primeros apellidos. Para ser miembro de la Real Maestranza de Caballería de Zaragoza hay que superar un total de seis filtros que garanticen la nobleza.

  • Asesor.
"Se trata de una persona prestigiosa no maestrante que sea un experto en archivos, genealogía e historia", apunta Luis Navarro y Elola. El asesor realiza un dictamen sobre el expediente y hace un informe sobre los cuatro apellidos, las pruebas, las fortalezas y calidades de las mismas. "Si no pasa este primer filtro, se devuelve al interesado para que lo complete", añade el teniente de hermano mayor de la Maestranza. 
  •  Junta de habilitadores.
Este grupo de la Maestranza decide sobre el informe que ha redactado el asesor. Después de deliberar, el resultado puede ser favorable o no. En caso afirmativo, se continúa el proceso.
  • Votación secreta.
El siquiente paso recae sobre la junta general, que somete la solicitud a sufragio. "Se decide con una máquina de votar del siglo XIX, con bolas blancas y negras", explica Navarro y Elola.
  • Exposición pública para los maestrantes.
El resultado de la votación se notifica a todos los caballeros y damas maestrantes. Se les informa si el ingreso de la persona solicitante ha sido validado por la junta general. A partir de entonces comienza un plazo de 15 días para que los miembros de la Maestranza puedan formular las alegaciones que consideren oportunas.
  • Segunda votación.
Pasado ese periodo de exposición ante todos los maestrantes, la junta general convoca a los caballeros y damas a una sesión. En esa reunión se realiza la segunda votación, de nuevo con las bolas negras y blancas.
  • Su Majestad.
Don Felipe de Borbón, que este año visitó la Maestranza para celebrar el bicentenario de la institución, tiene que aceptar la incorporación con su firma. Si es aprobado por el Rey, se cita al interesado para la toma de posesión. En esa ceremonia, el nuevo caballero o dama jura con los Evangelios y acepta todos los principios de la institución. "Esos valores son la guía de nuestro proceder diario", concluye Luis Navarro y Elola.
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