¿Por qué besamos con los ojos cerrados?

La ciencia ha estudiado, a través de numerosos trabajos, qué reacciones físicas y químicas producen los ósculos.

Una de las funciones de los besos es evaluar la idoneidad de la pareja.
Una de las funciones de los besos es evaluar la idoneidad de la pareja.
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El poeta y dramaturgo francés Paul Géraldy decía que "el beso más difícil no es el primero, sino el último". Entre ambos, en una relación, median una gran cantidad de estos gestos de afecto y pasión, capaces de despertar muchos sentimientos. Más allá de lo emocional, la ciencia también ha estudiado, a través de numerosos trabajos, qué reacciones físicas y químicas producen los ósculos tanto en quien los da, como en quien los recibe.

Según una investigación realizada por la Universidad de Oxford, en Estados Unidos, los besos sirven para evaluar la idoneidad de la pareja, mediante las distintas sensaciones internas que provocan. Ese es uno de los motivos por lo que un mal beso puede ser, a su vez, el primero y el último. Por otro lado, para el biólogo y especialista en genética David Bueno, durante esta práctica, el cerebro libera dopamina, responsable de la sensación de placer; serotonina, que favorece la excitación; epinefrina, que aumenta la frecuencia cardiaca; y oxitocina, que se encarga de tejer vínculos de afecto.

Mejor a oscuras

Cada vez que besamos, las pupilas se dilatan como respuesta del sistema nervioso a la excitación. Por esta razón, y para evitar ser deslumbrados, la mayoría prefiere besuquear con los ojos cerrados.

Por otro lado, entre los beneficios de los ósculos se encuentran la disminución del estrés, ya que se reducen los niveles de cortisol; el aumento de la libido; la quema de calorías, entre 17 y 26 en cada sesión, pues durante el acto se activan 34 músculos faciales y otros 134 de todo el cuerpo; el incremento de la capacidad pulmonar; el descenso del riesgo de desarrollar caries, al ayudar a remover las partículas de alimentos acumuladas tras cada comida; y la activación de sistema inmunitario, gracias a los intercambios de saliva, en los que se transfieren unos 80 millones de bacterias.

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