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Proyecto Guillén: una historia de compañerismo contra el cáncer

El documental cuenta la historia de Javier Mur, un maestro de Monzón que logró integrar en el aula a uno de sus alumnos de 10 años mientras recibía el tratamiento en Zaragoza.

Guillem Adab
Fotograma de Guillén Abbad, el niño protagonista del  documental que un grupo de alumnos de Monzón y su profesor, Javier Mur, han puesto en marcha y para que no se sintiera tan lejos durante el tratamiento contra el cáncer
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Monzón se transforma en el escenario principal del documental que narra la historia de un grupo de alumnos y su profesor, Javier Mur, y el proyecto que pusieron en marcha para que Guillén Abbad no se sintiera tan lejos durante el tratamiento contra el cáncer. Siete meses, siete largos meses en los que el joven de por aquel entonces 10 años, no se libró de aprender, ni tampoco de hacer deberes ni exámenes.

Hoy, a sus 14 años, Abbad reconoce que fue uno de los momentos más duros, pero también más emocionantes e increíbles de su vida. “Yo era muy pequeño, pero esperaba la llegada de esos materiales, aunque a veces me enviaban exámenes y no era tan divertido pero igualmente lo hacía”, bromea el joven.

Una vez por semana, su profesor, Javier Mur, se acercaba a su casa a hacerle entrega de las tareas y los ejercicios elaborados por sus compañeros de clase y, de paso, para dar un repaso al temario. “Para mí es el mejor profesor que he tenido junto a Verónica, que me daba clases en casa y se adaptaba a mis necesidades”, admite.

"Fue duro, echaba mucho de menos a mis compañeros e ir a clase, pero se soportaba", reconoce. Su historia, que este sábado da el salto a la gran pantalla de la mano del documental ‘Proyecto Guillén’ que podrá verse en los cines Palafox de la capital aragonesa, es un ejemplo de que, en ocasiones, "hasta de lo más malo se puede sacar algo bueno por increíble que parezca", añade. “Ojalá esta historia ayude a más gente, eso sería el mayor de los regalos”, concluye.

Fotograma de los compañeros de Guillén Abbad del colegio Minte de Monzón
Fotograma de los compañeros de Guillén Abbad del colegio Minte de Monzón
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Aspanoa estrena en una sesión privada esta cinta que recoge la historia de cómo un maestro, Javier Mur (33), logró integrar en el aula a uno de sus alumnos mientras recibía el tratamiento en Zaragoza. Además, este proyecto recibió el Premio Francisco Giner de los Ríos en 2016, galardón que anualmente concede el Ministerio de Educación. "Todo surgió cuando me enteré de que uno de mis alumnos no podía incorporarse a clase en septiembre a causa de una enfermedad. No podía no hacer nada, quería integrarlo a pesar de que físicamente no pudiera estar", afirma.

Y, dicho y hecho, gracias a un comprometido grupo de 22 estudiantes de entre 9 y 10 años -4 de primeria- del colegio Minte de Monzón, pronto comenzaron a escribirle cartas, preparar temarios y a grabar en vídeo algunas lecciones. "Yo iba siempre que podía a entregarle los materiales, hacía los ejercicios y los exámenes y sus compañeros los corregían", recuerda. Así, aprendió los sentidos, la diferencia entre animales vertebrados e invertebrados y un sinfín de conocimientos. "De paso, sus compañeros aprendían para poder enseñárselo a Guillén, era una forma de aprender enseñando", añade Mur.

¿El objetivo? Minimizar esa sensación que se produce en estos casos de vacío e indiferencia y que Guillén no se sintiese fuera de lugar: "Para el alumno que está fuera del ritmo diario de la clase lo más duro es sentirse extraño al volver, de esta manera sentía que no nos olvidábamos de él y lo preparábamos para la reincorporación, una de las fases más complicadas". De hecho, cuando Guillén regresó en marzo de 2014, no tuvo que hacer un gran esfuerzo para reengancharse al ritmo de sus compañeros.

"Tu hijo va a tener su mesa esperándole". Esta frase continúa repitiéndose en la cabeza de Yolanda Obón, madre del pequeño, desde el día que fue a notificar al centro que su hijo padecía linfoma no Hoding (LNH). La vecina de Monzón recuerda la incertidumbre que protagonizó sus días hasta ese 24 de junio cuando les dieron el diagnóstico definitivo: “Todo el mundo en el pueblo se volcó con nosotros y en el centro escolar fueron muy amables y nos dieron todo tipo de facilidades”.

“Cuando recibes una noticia así todo se desmorona, tu estructura familiar se rompe y tienes que ponerte manos a la obra”, recuerda. En su opinión, las visitas regulares del maestro y los mensajes de apoyo y cariño de sus compañeros fueron fundamentales para sobrellevar los meses de tratamiento. "Javier lo ideó todo, no se achantó ante nada y a nosotros, aunque en ese momento el curso pasara a un segundo término en nuestras vidas, la idea nos pareció estupenda", reconoce.

Obón recuerda como, cuando su hijo tenía fuerzas entre sesión y sesión de quimioterapia, sus compañeros iban a dar clase al aire libre para que él estuviera en un espacio más seguro. “Tenía las defensas muy bajas y en varias ocasiones lo tuvimos que ingresar porque caía malo. El último ingreso fue en diciembre”, recuerda. Así, tras unos meses para recuperar energías, Guillén regresó a clase tras la Semana Santa. "Fue como nunca se hubiera ido, fue muy emocionante sobre todo al tratarse de niños tan pequeños. No se plantearon nada, solo que faltaba uno de ellos y se pusieron manos a la obra. Y la respuesta de todos los padres fue maravillosa”, reconoce emocionada.

Un proyecto que sale del alma

Ahora, de la mano de David Lorenzo, director y productor de ‘Proyecto Guillén’, esta emotiva historia da el salto a la gran pantalla. El realizador, también vecino de Monzón, vivió la historia en primera persona y decidió que tenía que hacer algo. "Queríamos que esta historia pudiera llegar a más gente y servir de inspiración para aquellas personas que pasan por algo parecido", reconoce. El documental, que se rodó en 2017, cuenta con varias entrevistas a algunos de sus protagonistas y con los materiales elaborados por estos estudiantes años antes.

El proyecto, financiado con medios propios, contó con un equipo reducido de 7 personas que "se entregaron en cuerpo y alma porque sabíamos que queríamos contar esta historia", afirma Lozano, que asegura que ha sido un aprendizaje continuo. “Todos nosotros venimos del mundo audiovisual, la guionista, Elena Campo y yo, somos de Monzón, y aunque nos dedicamos a esto ha sido un reto tremendo. Es un proyecto que nos ha salido del alma”, concluye.

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