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"Si la gente se va de los pueblos, los cultivos también desaparecen"

Carlos Gil trabaja en la recuperación de variedades históricas. Ganó dos premios en la primera edición de la Feria del Tomate Antiguo de Cantabria.

Carlos Gil muestra un ejemplar de tomate zaragozano en su mano derecha frente a una variedad más comercial, en la izquierda.
Carlos Gil muestra un ejemplar de tomate zaragozano en su mano derecha.
H. A.

«Los tomates antiguos ya no se cultivan porque no son bonitos, porque son poco productivos o porque después de cogerlos, tienen poca vida. Por desgracia, el consumidor se fija tanto en el aspecto externo que se olvida de que lo importante está dentro». Carlos Gil es mantenedor de variedades locales en La Almunia de Doña Godina y tiene claro que el gusto del tomate zaragozano es inigualable: «Es más aromático y tiene más sabor, pero las exigencias caprichosas del mercado lo han denostado».

El pasado verano, Gil, propietario de La Huerta del Lugar, empresa dedicada a la recuperación mediante su cultivo de variedades antiguas, se hizo con el premio al Mejor Tomate Español con un ejemplar de la variedad zaragozano en la primera edición de la Feria Nacional del Tomate Antiguo celebrada el 24 de agosto en Santa Cruz de Bezana (Cantabria).

«Este tomate dejó de venderse a finales de los sesenta cuando vinieron los nuevos híbridos porque el zaragozano ni es gordo ni es uniforme, pero lo cierto es que en sabor, nunca falla. De hecho, es el que más hortelanos mantienen para sus casas porque saben que es un valor seguro en cuanto a sabor», añade Gil, que también se hizo en ese certamen con otro premio, el de variedad internacional, con un dorado tundle, «que también es muy rústico, pero es más productivo y se comporta bastante bien incluso en años malos de producción como ha sido este».

200 variedades de cultivo

Carlos Gil, de 56 años, es ingeniero técnico agrícola y tiene un máster de mejora genética de plantas por el Instituto Agronómico Mediterráneo de Zaragoza. Su vida laboral ha estado siempre ligada al cultivo y a la conservación de frutales, pero gracias a su hermano y un acuerdo de comercialización que cerró con una gran superficie entró, poco a poco y casi por casualidad, en el mundo de los tomates. En estos momentos, Gil trabaja con unas 200 variedades de frutales y tomates en cultivo y tiene en torno a medio centenar de ellas en producción.

«Como soy mejorador de formación y también por vocación, me enganché poco a poco a esto gracias a unas jornadas de conservación de variedades antiguas que se celebran anualmente en la provincia de Valladolid», explica. En la última de estas jornadas, que ha tenido lugar recientemente, se presentaron en torno a 900 variedades antiguas procedentes de diferentes lugares de España. «Aunque quedan quizás otras tantas por sacar a flote», matiza Gil.

«Los cultivos que duermen en las estanterías aún son recuperables. Otros, en cambio, se habrán perdido irremediablemente». Y en esto ha tenido mucho que ver el éxodo rural y la despoblación: «Si la gente se va de los pueblos, los cultivos también desaparecen».

Por eso, el ingeniero técnico invita a «que toda la gente, sobre todo los de mayor edad o de pueblos recónditos, que tengan miedo de que pueda ser perdida cualquier variedad de tomate o de cualquier otro cultivo, que se ponga en contacto con gente como yo o con el banco de germoplasma hortícola que hay en el Centro de Investigación y Tecnología Agroalimentaria de Aragón (CITA) para que no se pierdan». Y recuerda: «Una vez que se extinguen, ya no tiene remedio.Y si se pierden variedades, perdemos parte del patrimonio de la Comunidad».

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