Aragón

Desmontando el mito: La Armada Invencible no causó la deforestación de Los Monegros

Ni la composición de la tierra ni las lluvias sostienen la tesis de que la comarca albergara alguna vez una gran arboleda.

Panorámica de la Sierra de Alcubierre, en el corazón de Los Monegros.
Panorámica de la Sierra de Alcubierre, en el corazón de Los Monegros.
Heraldo

Veinte galeones, 44 navíos mercantes armados, cuatro galeazas y otras tantas galeras, 23 urcas, 22 carabelas, quince pinazas y 22 pataches. Mucha madera para un solo bosque… especialmente para uno que jamás existió. Los Monegros aguanta estoico el sambenito de una leyenda que no es más que eso, un mito: el de que un día dio cobijo a una frondosa e inabarcable masa arbórea, desvestida con el único propósito de dar forma a la malograda Armada Invencible. El mito pasa de generación en generación y en el área de Turismo de la comarca no se cansan de salir al quite. “Se trata de un hecho histórico mitificado, legendario y falso y que se achaca a un castigo de Felipe II tras el suceso con el Justicia de Aragón”, razona Gemma Grau, técnico del organismo comarcal.

“Lo primero sería acotar qué se entiende por bosque en Los Monegros: un paisaje salpicado por pino negro y sabina conocido desde la antigüedad, que ya en época árabe era denominado ‘monte negro’, no por la frondosidad, sino por el tono oscuro de sus copas. El segundo punto más alto de la sierra de Alcubierre se llama, precisamente, Monte Oscuro. Su bosque siempre ha sido de tipo mediterráneo, cuyo mejor exponente son las carrascas en el norte y las sabinas en el sur, un paisaje al que se sumó la tradición agrícola romana: cereal, vid y olivo. De hecho, la geología nos cuenta que Los Monegros habría tenido un paisaje similar desde la última glaciación, acusando la escasa pluviosidad”.

"La geología nos cuenta que Los Monegros habría tenido un paisaje similar desde la última glaciación, acusando la escasa pluviosidad”

Un punto en el que hace especial hincapié Ramiro Muñoz, biólogo en la Laguna de Sariñena: “Para hablar de un bosque en esos términos la lluvia tendría que promediar, como poco, los 600 litros por metro cuadrado, y apenas se alcanzan los 400. Sólo hay que ver cómo a partir del municipio de Huerto, donde las precipitaciones son mayores, arranca una línea de contraste y por encima la vegetación cambia de forma notable”. A ello se añade la composición del suelo: "la salinidad de determinadas zonas impediría un bosque de las características de las que se suele hablar".

Muñoz indica que la flota naval que partió hacia la costa inglesa sí contó con la aportación de “algunas sabinas de gran porte, del estilo de la insigne sabina carrascosa que luce en Monegrillo, pero la madera de los barcos se extrajo de distintos puntos del país y no de uno solo”. En cualquier caso, en la pérdida de los mejores ejemplares “jugaron un papel más determinante las quemas que se realizaron de cara a favorecer la ganadería que cualquier otro factor”.

"La salinidad de determinadas zonas impide un bosque de las características de las que se habla"

La técnico comarcal Gemma Grau suma otro elemento a la ecuación: “Lo que en realidad deforestó este territorio fue el aumento demográfico del siglo XVI, que obligó a roturar nuevas tierras y obtener mayor cantidad de leña, añadido a incendios y guerras posteriores, como las carlistas. Y esto, por cierto, tuvo una consecuencia inesperada, la reciente formación del Delta del Ebro”.

Otro detalle capital y por el que se suele pasar de puntillas es la distancia entre el enclave aragonés y el punto de partida de la flota. Grau recuerda que los barcos zarparon desde el Cantábrico, cuando Castilla tenía mar: “Es evidente la dificultad de remontar los troncos desde Aragón río Ebro arriba y a contracorriente, con un cauce menguante cuanto más próximo al origen. Los árboles talados en Aragón descendían desde el Pirineo por el Cinca y, desde ahí, por el Ebro hasta Tortosa”.

La leyenda y sus versiones

Una curiosidad del mito del gran bosque y de la deforestación a manos de Felipe II es que, a diferencia de muchos otras leyendas regionales, ésta se repite en otros puntos del país, siempre adaptado a las panorámicas locales. Se emplea para justificar paisajes desarbolados en provincias tan dispares como Jaén, Cuenca, Soria o Cantabria.

Comentarios
Debes estar registrado para poder visualizar los comentarios Regístrate gratis Iniciar sesión