Marilourdes de Torres: "Miraba cómo curaba mi padre por la ranura de una llave"

Pionera en el estudio de la nutrición y en su aplicación al enfermo, suyos son muchos menús de nuestros hospitales

Marilourdes de Torres, presidenta del Comité Científico de ADENYD (Asociación de Enfermeras de Nutrición y Dietética), coordinadora de Nutrición del Colegio Oficial de Enfermeras de Zaragoza, delegada de Nutrición del Consejo General de Enfermería de España.
Marilourdes de Torres, presidenta del Comité Científico de ADENYD (Asociación de Enfermeras de Nutrición y Dietética), coordinadora de Nutrición del Colegio Oficial de Enfermeras de Zaragoza, delegada de Nutrición del Consejo General de Enfermería de España.
Francisco Jiménez

Tuvo un cáncer que le dejó un pelo ralo y una intolerancia a las grasas, aunque no se priva de vez en cuando de comerse "unos huevos rotos con virutas de jamón, mi plato favorito, aunque luego sufra las consecuencias". Y una vida con todas esas piedras que se encarga de poner y que no le han hecho perder jamás su sonrisa, marca de la casa.

Marilourdes de Torres es una pionera en nutrición, quien puso en marcha la Unidad de Nutrición del Hospital Miguel Servet, pero también del Royo Villanova, y de todo el Sector II sanitario; y ahora acaba de organizar la alimentación en el Hospital Militar. Porque esta mujer vital hasta el tuétano, que lee a Rosamund Pilcher y David Baldacci, que escucha a Elvis y a María Dolores Pradera; soñadora y fuerte, "como el capitán Von Trapp, un hombre que nunca pierde la dignidad y lucha por sus ideales", lleva más que una vida en el Salud, 42 años dedicados en cuerpo y alma a buscar cómo ayudar a un enfermo, de hacerlo a través de la alimentación, y un currículo lleno de batallas: presidenta del Comité Científico de ADENYD (Asociación de Enfermeras de Nutrición y Dietética), coordinadora de Nutrición del Colegio Oficial de Enfermeras de Zaragoza, delegada de Nutrición del Consejo General de Enfermería de España... y Medalla de Oro al Mérito Profesional de Colegio de Enfermería de Zaragoza, entre otras distinciones. 

Ahora organiza para el año que viene el congreso quinquenal de la Federación Española de Sociedades de Nutrición, Alimentación y Dietética (FESNAD). La primera vez que una enfermera lo preside y la primera vez que se hace en Zaragoza. Da charlas sobre nutrición, pero también sobre nosotros mismos, porque lleva con verdadero con orgullo una vocación de servicio por la medicina que sigue intacta desde que viera trabajar a su padre de niña en la Azucarera de Épila.

Toda la vida luchando por la nutrición

Es curioso cómo comencé en ella. Empecé a trabajar en el Salud en 1979, en el Miguel Servet (antes estuve dos años en el Clínico, en Otorrino y en Urgencias) y lo hice en la uci de Traumatología, porque se lo pedí a mi hermano cuando gané la plaza. Él era traumatólogo y puso en marcha las consultas de Rehabilitación del Servet. En la uci me di cuenta de que a los pacientes los sacábamos vivos pero muy débiles, con muchos kilos de menos. Entonces las nutriciones enterales no eran tan buenas y lo que metíamos por sonda, para que entrara bien, había que diluirlo mucho y se convertía en un caldo que no era nada. Recuerdo un paciente que salió adelante pero que perdió 44 kilos, y digo que lo sacamos adelante porque en la uci médicos y enfermeras son un uno. Ví entonces que la nutrición era básica.

"Cuando alguien está bien nutrido la medicación hace más efecto" 

Y se centró en la de los enfermos

Ahora se hace incluso la rehabilitación multimodal, que el paciente aunque esté en la uci haga un mínimo movimiento, ejercicio de los músculos, porque la síntesis de la proteína se hace mejor si una persona se nueve y así entra antes en el músculo. Con dos médicos empezamos a hacer publicaciones, a trabajar para que la nutrición enteral mejorara, porque cuando alguien está bien nutrido la medicación hace más efecto. Me apasionó ese mundo, el de comer cuando se tiene que comer y lo que se tiene que comer; que el médico prescribiera correctamente la alimentación, y era fundamental que las enfermeras supiéramos llevarla. Así se creó la Comisión de Nutrición, salí elegida y empecé a moverme mucho, porque éramos el tercer hospital de España en número de camas y sin Unidad de Nutrición. El gerente quiso montarla, la directora de Enfermería miró los currículos, entrevistó a 5 personas y me eligieron a mi para llevarla. Era 1994.

Pero ya había estudiado mucho sobre ello.

Estaba formada, había hecho un máster, y me apoyaba mucho en quien es el jefe de Servicio, Javier Acha. Cuando empecé a ir a congresos de Intensivos vi que las enfermeras no presentaban ninguna ponencia sobre nutrición y me fui por ese camino. Empecé con la libertad de que entonces a los endocrinos no estaban en ello, a diferencia de ahora; y me dejaron hacer. Empezamos a cambiar las dietas del hospital, a codificarlas. Montar la Unidad fue algo precioso.

Ahora casi se come a la carta.

Sí porque hay menús opcionales, 82, y he dado a los cocineros hasta mi propia receta del pisto, y desde el primer día quise que los guisos o legumbres fueran con verdura... El Colegio de Enfermería me hizo coordinadora de Nutrición, el Consejo General de Enfermería me nombró delegada de Nutrición, y me enfrenté mucho entonces en el ministerio de Sanidad para poder lograr más competencias para las enfermeras en situaciones de emergencia, y para las que las estábamos muy preparadas. Siempre he trabajado por la enfermería y por la nutrición.

"Las enfermeras hemos pasado de tener que llevar la bata del médico a estar en paralelo, porque el uno sin el otro no pueden vivir" 

Fue protagonista también de todos los cambios producidos en las funciones de la enfermería en general.

Cuando terminé la carrera era ATS. Yo estudié hasta Preu porque mi padre quería que fuera médico, aunque siempre quise ser enfermera. Los cambios han sido gracias a todos los que hemos salido a la calle para reivindicar nuestro puesto. He conocido a todos los ministros de Sanidad, fundé el Sindicato de Enfermería, Satse, en 1985 y también salimos a la calle para ser un grado y estar en Bolonia. Hemos conseguido poder liderar programas de investigación y desde hace año y medio una enfermera ya puede ser coordinadora de un centro de salud. Hemos pasado de tener que llevar la bata del médico a estar en paralelo, porque uno sin el otro no pueden vivir.

Su vocación le viene de familia.

De mi padre. El era lo que se llamaba practicante y fue la primera generación de los de empresa, estaba en la Azucarera de Épila. Al salir del colegio me iba a hacer los deberes a su clínica y cuando iba alguien me dejaba en su despacho, pero yo miraba por la ranura de la llave cómo le curaba. Tenía unos 7 u 8 años y le preguntaba de todo, porque no había médico y entonces igual le hablaban de un dolor de tripa que atendía una fractura. Allí comprendí que al paciente hay que escucharle.

Se emociona al recordarle.

Sí, mi padre… Cuando tenía 13 años nos vinimos a Zaragoza, él al ambulatorio ‘Inocencio Jiménez’. Cuando acabé la carrera en 1977 le dio un infarto y como entones tenían que coger sustitutos me cogió a mi y empecé a disfrutar de los pacientes. A mi padre le llamaba ‘el señor bueno’ los niños y yo era la hija ‘del señor bueno’.

"Cuando empecé a hacer prácticas era la mejor porque ya había pinchado muchas naranjas y manzanas con mi padre"

Le influyó mucho.

Todo. Cuando había algún accidente grave en la fábrica siempre le preguntaba, por eso al acabar mis estudios quise ir a la uci de Traumarología que era donde creí que podía hacer de todo. En especial escuchar al paciente, porque cuando uno lleva mucho tiempo en coma y le hacen una estimulación y, por ejemplo, ellos te gritan, es una satisfacción porque ves que reaccionan. Todas estas cosas las he vivido en casa y cuando empecé a hacer prácticas era la mejor porque ya había pinchado naranjas y manzanas. con él, Me enseñó mucho. Estaba feliz. Mis padres querían que todos su hijos hicieran carrera superior, uno de mis hermanos hizo Medicina y el otro Ingeniería, y yo ya tengo esa carrera superior hoy.

Vivió en Épila, se crió en la calle.

Nací en Zaragoza porque mi madre tuvo un embarazo complicado. Hasta los 13 años viví en Épila, y, sí, en un pueblo uno se cría en la calle. Yo siempre he tenido capacidad de organización. Mire, de niña era muy ágil pero muy miedosa y si quería algún alberge siempre había algún amigo que me lo bajaba del árbol. Además, yo por mis equipos mato. Los defiendo a muerte, aunque también les exijo mucho, porque creo que lo que se tenga que hacer se hace bien porque siempre hay alguien que se beneficia. Cuando a un paciente le dejas la cama con arrugas o le pones mal un esparadrapo hace que no esté bien. La enfermera es la responsable de los pacientes.

Vino entonces a Zaragoza.

Con 13 años me mandaron mis padres interna a las Josefinas en Duquesa Villahermosa, porque tenía un tía cerca, y después mis padres vinieron a Parque Roma. Yo era una cría muy delicada porque era la única chica en la familia después de muchos chicos. La primera noche me la pasé llorando hasta que esa madrugada decidí que no me iba a pasar 9 meses así, y cuando fui a desayunar pasé mesa por mesa presentándome y preguntando los nombres. Yo tengo una memoria prodigiosa.

Decía antes que al paciente siempre hay que escucharle.

A la enfermera por lo general le sale una gran empatía con el paciente, pero éste no siempre tiene la razón y algunos son déspotas, también porque el miedo les impide evolucionar, por eso siempre digo que hay que acompañarles. Soy experta en trastornos de conducta alimentaria, abrí la primera consulta de enfermería en España en el Servet, pero el jefe de Servicio de Endocrino de entonces no lo aceptó y me puso una querella criminal por intrusismo profesional, aun a pesar de que el gerente estaba a mi favor. Hubieran sido tres años de cárcel y pérdida de empleo y sueldo.

"Cuando a un paciente le escuchas puedes llegar a todos, hasta al que no quiere y se revuelve"

Una querella que usted ganó.

Salí adelante y con una sentencia que dice cosas preciosas sobre mi, porque había actuado bien, pero tengo que decir que siempre he estado en el techo de mis competencias, no he dejado que nadie hiciera algo que era competencia mía, y chocaba entre los médicos que quisiera hacer lo que era mío. Y lo que me encontré es que cuando a un paciente le escuchas puedes llegar a todos, hasta al que no quiere y se revuelve. Tienes que ser muy recta, saber muy claro qué tienes que hacer y sobre todo, saber contárselo. Por eso cuando empecé con trastornos alimentarios la consulta tenía tanto éxito, porque a un paciente hay que decirle que es libre de hacer lo que quiera pero hay que acompañarle y en ese camino decirle lo que hay, lo que habrá y lo que puede haber. No quiero que haga una dieta, lo que quiero es que tenga una vida saludable. Yo estoy gorda pero como muy sano, hago mis cinco comidas a día, y tengo buenas analíticas, así que sólo es cuestión de saber en qué planta me tengo que comprar la ropa.

Pasando de lo que digan.

Claro, porque además a ese paciente que tiene problemas cardíacos o hepáticos le tengo que decir el por qué hay cosas que no debe tomar; no se lo puedo prohibir, no puedo prohibirle a un diabético que no se coma todos los días un merengue, tengo que explicarle que eso se convierte en grasa, que le va a subir la insulina y que al final se va a morir, o se va tener que cortar un pie. La decisión es del paciente. Las enfermeras somos las ideales para ello, porque además la nutrición es algo trasversal.

"Tuve un cáncer de mama muy agresivo, me salió después de años contra una querella por instrusismo que gané" 

Como paciente lo vivió así.

Tuve un cáncer de mama en 2003. Celebro también éste cumpleaños. Fue un cáncer agresivo y que me salió después de la última sentencia en la que me declaraban libre, que no había hecho intrusismo profesional. Lo metabolicé todo, y así está escrito en mi historia, que fue una forma de sacar todo lo que había sufrido. Eso fue en 2003, pero es que en 1993 se había muerto mi hija, y yo ya arrastraba un sufrimiento. Mi hija era cardíaca y no salió adelante, murió con tres años. En mi familia había siete niños con cardiopatía congénita, en la parte de mi madre. Con mi hija lo que aprendí fue paciencia, tranquilidad. Perder a un hijo es tremendo, lo más duro.

Le ha dado fuerte la vida

Mis padres murieron en 9 meses. Primero mi padre, luego mi madre y después nació mi hija con sus problemas. Cuando murió mi padre mi madre no luchó, pero yo sí lo hice con el cáncer, por mi marido y porque me gusta mucho ser enfermera.

Se lucha contra uno mismo.

Esa es la batalla. Yo estuve trabajando entre las sesiones de quimioterapia, defendiendo mi trabajo, y sobre todo a mi personal.

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