ARAGÓN

Los problemas por el ruido aumentan y ya afectan al 13% de los hogares aragoneses

La Comunidad anota el tercer peor dato de la última década y registra cada vez más quejas.

El Tubo es una de las zonas en las que se superan los niveles de ruido con mayor frecuencia.
El Tubo es una de las zonas en las que se superan los niveles de ruido con mayor frecuencia.
Aránzanzu Navarro

Hasta un 13,2% de los hogares aragoneses sufren problemas por el ruido de sus vecinos o del exterior. El dato, publicado por el Instituto Nacional de Estadística (INE), ha aumentado un 3,5% en solo un año y se sitúa en uno de los registros más altos de la última década, solo superado por el 14,2% de 2014 y el 17% de 2013, que marca el máximo hasta la fecha.

Las estadísticas revelan una tendencia al alza en los últimos ejercicios. Sobre todo si se tiene en cuenta que en 2012 este problema afectaba únicamente al 5,3% de las viviendas. Aragón se sitúa actualmente por debajo de la media nacional (17%) y lejos de comunidades como Andalucía (18,7%), Madrid (23%), Cataluña (15,6%) o la Comunidad Valenciana (20,8%). Marca, no obstante, peores datos que Ceuta (11,4%), Castilla y León (11,3%), Galicia (9,9%), Asturias (9,1%), Cantabria (7,9%) y Extremadura (4,4%).

El ruido afecta, especialmente, a los vecinos de Zaragoza, donde el Ayuntamiento ha desplegado a cinco informadores en las zonas más conflictivas para reducir las molestias. Miguel Morte, portavoz de la Plataforma de Afectados por el Ocio Nocturno, asegura que, en el último año, zonas como el Tubo han superado "hasta en 179 ocasiones" los 55 decibelios permitidos a partir de las 23.00. Otras, como Espoz y Mina, han rebasado estos valores en 75 de los 181 días analizados, mientras que la calle Mayor lo ha hecho en 88 de 182.

Noches que superan los 55 dBA en el Tubo
Noches que superan los 55 dBA en el Tubo
HA.

"Cada vez se quejan más personas. La ocupación de la calle va a más con horarios cada vez más amplios", señala. El colectivo tiene instalados cuatro sonómetros en la capital y espera colocar otros cuatro antes de Navidad. El problema, explica Morte, está en que "hay fraude que no se persigue". Se refiere, en concreto, a aquellos bares que ‘extienden’ sus aforos y permiten que haya "decenas de personas" con bebida en la calle.

El Tubo, la calle de Eduardo Dato, la de Héroes del Silencio, el Casco, la Magdalena, el entorno de León XIII, el de Zumalacárregui y el del campus San Francisco son, según la plataforma, los puntos más conflictivos. "Calculamos que cerca de 300.000 zaragozanos viven en zonas afectadas por el ruido nocturno", sostiene la agrupación, que urge a "revertir el problema". La situación actual ha obligado a instituciones como el Justicia de Aragón a actuar. Ángel Dolado convocó en marzo una mesa para analizar junto a empresarios, administraciones y afectados las consecuencias del ocio nocturno, una iniciativa que se retomará de cara a "septiembre u octubre".

Hace solo dos meses, el Ayuntamiento de Teruel fue condenado a indemnizar con 3.000 euros a ocho vecinos de un inmueble de la plaza de los Amantes que le denunciaron por no impedir las emisiones de ruido por encima de los niveles autorizados en un bar situado en el mismo edificio.

También ha habido problemas en municipios como Beceite, donde el toque de las campanas ha enfrentado al propietario de un alojamiento rural con el Ayuntamiento. El conflicto se ha resuelto esta misma semana tras desistir el hostelero en su demanda.

"Somos menos tolerantes"

Marisa Polo, representante del Colegio de Administradores de Fincas de Aragón en Teruel, confirma que los propietarios "se quejan cada vez más" por los problemas relacionados con el ruido. "Lo que antes era soportable ahora se ha convertido, para mucha gente, en casi una obsesión. Cada vez hay menos tolerancia", expone. Las quejan más frecuentes, comenta, se centran en comportamientos incívicos de los vecinos, ruidos del exterior, de la puerta del garaje... Pese a que, al menos en teoría, las viviendas de nueva construcción están mejor aisladas que las de antaño, "cuesta más vivir y convivir". El problema, subraya Polo, está en que si el perjudicado no puede demostrar de forma fehaciente que el ruido le provoca un problema físico o mental real tiene poco que hacer.

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