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Beceite: campana... ¿y se acabó?

El municipio turolense ha convocado una consulta ciudadana para decidir si las campanas de la iglesia deben dejar de tañir por las noches para no molestar a los turistas.

ARAGON PUEBLO A PUEBLO. BECEITE / 05-09-2017 / FOTO: LAURA URANGA [[[FOTOGRAFOS]]]
Vista general de Beceite
Laura Uranga

Érase una vez un ciudadano normal y corriente, que vivía en una capital de tamaño medio, donde llevaba una existencia moderadamente ajetreada. Un ciudadano más entre otros miles de ciudadanos idénticos. A diario soportaba casi sin darse cuenta el ruido del tráfico, el de los vecinos de su edificio, el de los compañeros de trabajo, el de los bares que frecuentaba. Y un buen día, el ciudadano decidió que necesita un poco de relax, desconectar, como le decían sus amigos, olvidar la rutina y salir de la ciudad. Qué mejor que el campo, pensó. Así que se fue a un bonito pueblo de interior a buscar paz y hacerse uno con la naturaleza. Y en ese imaginario bucólico de momentos zen y actividades campestres se topó con que las campanas de la iglesia le sobraban. Que trastocaban su descanso, protestó. Que tenía derecho al silencio. ¿O no? ¿Quizá el armónico sonido que en el municipio llevaba décadas escuchándose todas las horas del día tenía prevalencia sobre sus deseos de tranquilidad y calma? La polémica estaba servida. El ciudadano normal y corriente es inventado, la protesta no.

Beceite organizará en los próximos días una consulta ciudadana para determinar si las susodichas campanas deben dejar de tañir entre las once de la noche y las ocho de la mañana después de que los dueños de una casa rural cercana transmitieran al Ayuntamiento las quejas de algunos de sus clientes. Esto es, gente que en un momento dado decidió ir a esta localidad del Matarraña para disfrutar de sus encantos y decidió que no todo era encantador en el municipio. Que el ruido del tráfico, de los vecinos, de los compañeros, de los bares, es soportable. También todo aquel que esta gente pudiera generar a deshoras, como música a niveles elevados o reuniones nocturnas con exceso de griterío. Pero el de las campanas, no.

Beceite, uno de los pueblos más bellos de España, enclavado en una comarca conocida como 'la Toscana española', repleta de coquetos parajes y pintorescos municipios, vive en gran medida del turismo y es uno de los destinos rurales que más ha crecido en los últimos años de la mano de la amplia oferta de alojamientos y actividades diversas. Por eso en el Consistorio no cayó en saco roto la denuncia y decidió, en un pleno municipal, iniciar la tramitación para poder preguntar a los vecinos sobre la supuesta contaminación acústica. Ahora, poco menos de un año después, el Consejo de Ministros lo ha autorizado “sin perjuicio del necesario cumplimiento del ordenamiento jurídico y específicamente en el marco jurídico de protección frente al ruido”.

A falta de decidir la fecha concreta de este atípico referéndum vecinal, el alcalde de la localidad, el popular Juan Enrique Celma, ya ha tomado partido, una decisión que reflejaría el sentir de la mayoría de los vecinos del municipio. A su juicio, y desde el respeto absoluto hacia los turistas, “no puede ser que pretendan cambiar la vida del pueblo y sus tradiciones. El que no quiera venir, que no venga”, explica, en declaraciones al diario 'La Comarca'. Tradiciones que pasan por sus sonidos característicos, tanto los de las campanas de la iglesia como los generados por la propia actividad rural. En este sentido, cabe recordar otro caso ocurrido recientemente en Asturias, donde el dueño de un hotel de Cangas de Onís logró que un juzgado clausurara un gallinero situado junto a su establecimiento porque el sonido de las gallinas molestaba a los clientes, aunque en este caso el ruido sobrepasaba el nivel permitido por la ley y además propietario de las aves actuaba sin licencia municipal. En su momento, el regente del establecimiento hotelero, José María García, explicó que los gallos cantaban “a todas horas”. “Incluso les tenía que dar tapones para los oídos a mis clientes porque no podían descansar por las noches”, alegó. El dueño del gallinero, sin embargo, presentó un recurso “porque él y sus gallinas estaban allí antes de que se levantara el edificio” que ahora sirve de alojamiento rural.

La historia lleva camino de repetirse en Beceite, donde sus habitantes también son conscientes de que el pueblo vive en gran medida del turismo y que en los alrededores hay gran cantidad de casas y alojamientos rurales que dan servicio a la creciente demanda turística, pero se aferran a sus usos y costumbres. Mientras tanto, el ciudadano normal y corriente que visita los pueblos para encontrar su particular oasis de relax parece no darse cuenta de que en el paquete rural, junto con el paisaje idílico, las rutas ecuestres, los deportes de aventura y los cielos cuajados de estrellas, también debe aceptar los hábitos locales, las tradiciones y la esencia rural que los hace auténticos.

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